Me preguntaba el otro día mi amigo Cabeza sobre mi opinión con el coronavirus, dado que no le he dedicado ninguna entrada. Podría pensarse que estoy en estado de confusión por ello. No creo que lo esté más allá de lo que puede estarlo cualquier persona, fuera de inhibiciones o de histerias. Estoy centrado, por lo demás, en una tarea de investigación histórica que me tiene absorbido la mayor parte de mi tiempo. A veces, agobiado, pero sobre todo esperanzado por que el resultado final sea provechoso.
Volviendo a lo del coronavirus, cuyo nombre oficial es COVID 19, no he dejado de buscar la información que considero creíble y fiable. Y como ejemplo, el artículo que acabo de leer antes de empezar a escribir esta entrada: "En aguas desconocidas", de Rafael Poch de Feliu. Evito en lo posible la gran cantidad de mensajes que se están transmitiendo por las redes sociales. Suponen una inflación de noticias que se repiten muchas veces y que en buena parte de los casos poco ayudan a entender lo que está pasando.
En el intento por despejarme de mi tarea investigadora, me vienen a la cabeza cosas que voy hablando o pensando cada día. Cosas como el origen del dichoso virus y el porqué de que haya sido en China. O el error del gobierno de no haber advertido que las movilizaciones del 8 de marzo eran una imprudencia. O la actitud de los dirigentes deportivos, más pendientes del negocio que de la salud. O la reacción de esa gente que, como un antiguo jefe de gobierno, está "huyendo" de los lugares más afectados y que me hace recordar al trato que damos a quienes se desplazan de los países más pobres o en conflicto. O la necesidad de los sistemas públicos de salud, los únicos que pueden garantizar que las cosas salgan bien para todo el mundo. O ese mensaje que ha lanzado uno de los dirigentes de Vox que está recargando sus "anticuerpos españoles" para hacer frente a los "malditos virus chinos"... Y tantas más cosas.
Esta mañana di mi último paseo, antes del confinamiento preventivo, cuando fui (con Charo, Felisa y Perico) por la Breña en busca de espárragos y que, deliciosos, acabamos de cenar en casa. Por lo demás, intento seguir las indicaciones que nos están dando para ayudar a que la cosa no vaya a más. Evitaré salir a la calle, fuera de lo necesario. Confiaré en que todo pase cuanto antes. Y esperaré que de la experiencia se imponga la solidaridad entre las personas sobre el egoísmo de quienes dominan el mundo.