El libro Los campos de concentración de Franco (Barcelona, Penguin, 2019), de Carlos Hernández de Miguel, ha incidido sobre la existencia de una realidad que ya conocíamos, pero presentada ahora de una forma sistematizada y ampliando la información. Hace unas semanas dedique en dos ocasiones sendas entradas al campo de concentración que se ubicó en lo que fue mi colegio durante la infancia: el 12 de marzo, "Mi colegio, el Francisco de Vitoria, fue primero un campo de concentración"; y el 26 de marzo, "Algo más sobre lo que fue el campo de concentración del hoy colegio Francisco de Vitoria".
En esta ocasión me voy a referir a los dos campos que hubo en la provincia de Salamanca, concretamente el ya referido de la capital y el de Ciudad Rodrigo. Siempre bajo el paraguas del trabajo realizado por Hernández de Miguel. Hace poco acabé de leer su libro y ayer encontré en la red electrónica el artículo "Salamanca contó con dos campos de concentración franquistas", publicado por el periódico digital salamanca24horas.com, con fecha 28 de marzo, y basado en la entrevista realizada al autor del libro.
Lo que nos dice el libro
Las referencias concretas que se hacen a los campos de concentración ubicados en la provincia de Salamanca no son muy abundantes. Entre otras cosas, como podremos ver más adelante, por la escasez de información encontrada por el autor.
La primera de las menciones se hace en la relación inicial de campos de concentración (p. 25). Del de Ciudad Rodrigo se escribe lo siguiente:
"Campo estable. Ubicado en el monasterio de la Caridad con capacidad para 2.000 prisioneros. Aunque fue utilizado como centro de detención desde agosto de 1936, como campo de concentración oficial operó, al menos, entre marzo y septiembre de 1939. El edificio permanece en pie; empezó a reformarse para ser reconvertido en hotel de lujo, pero actualmente las obras se encuentran paralizadas".
Y del de Salamanca capital:
"Campo estable. Ubicado en el grupo escolar Francisco de Vitoria. Tenía capacidad, oficialmente, para 1.500 prisioneros. Operó, al menos, entre abril y septiembre de 1939. Hoy el edificio mantiene su nombre y la finalidad para la que fue construido".
Más adelante se vuelve hacer una mención al número de prisioneros, aludiendo a la información que aparece en un mapa elaborado en abril de 1939 por la Inspección de Campos de Concentración (ICCP) sobre 89 campos de concentración (p. 370).
El campo de Ciudad Rodrigo es el que aparece más veces de los dos. Se escribe de él que estuvo entre los recintos habilitados como lugares de reclusión desde el inicio de la sublevación, pero con un estatus indefinido hasta que la ICCP lo catalogó como campo de concentración en marzo de 1939 (p. 97). En otra ocasión se reitera la prontitud de su uso, donde se recluyó a gente de la localidad y de los pueblos vecinos (p. 127).
Se menciona también su nombre en relación a uno de los problemas que tuvieron los prisioneros en todos los campos: cómo compatibilizar el frío y la higiene, siendo lo primero uno de los mecanismos de tortura. Se dice sobre él que los prisioneros solían bañarse en el río de la localidad, el Águeda, y en algunas albercas cercanas. Pero sobre todo se destaca un episodio ocurrido con un anciano de 70 años, obligado por los guardias a bañarse pese al frío y el estado de salud, lo que acabó provocándole la muerte. El testimonio del prisionero Francisco Santos resulta estremecedor* (pp. 312-313).
El monasterio de la Caridad mirobrigense estuvo entre los edificios que no reunían condiciones de seguridad, con el riesgo de posibles evasiones. Eso ocurrió en una ocasión, cuando tres prisioneros lograron evadirse, si bien acabaron regresando "porque no tenían dónde ir" (p. 395, citado a su vez de Bernal de la Rosa y Rodríguez González**).
Se completan las referencias a este campo en lo relativo a las inscripciones realizadas por los prisioneros sobre la paredes del edificio, que, a pesar de sus formas rudimentarias, contienen un gran valor testimonial e histórico (p. 433).
La entrevista
Hace un mes el periódico digital salamanca24 horas.com publicó un artículo de Pedro Hernández, basado en la entrevista que hizo a Carlos Hernández de Miguel, en la que se centró en los dos campos de concentración habidos en la provincia salmantina.
Sobre la investigación realizada, el autor ha reconocido que "Salamanca ha sido la provincia que más me ha costado
investigar”. Y como ocurre en general con las otras provincias, existe poca documentación, algo que no resulta extraño dado el secretismo con que actuó el régimen franquista en materia represiva. No se descarta que puedan aparecer otros campos en la provincia. Por lo demás, Hernández de Miguel no descarta que con el tiempo puedan seguir apareciendo nuevos documentos.
El grueso de la documentación que ha utilizado en su investigación se conserva en el Archivo Militar de
Ávila, donde están depositados fondos de la Inspección de
Campos de Concentración (ICCP). Entre otras cosas, aparecen fechas concretas en las que
hubo prisioneros, pero no sus nombres. Los dos campos
salmantinos aparecen en un mapa elaborado por la ICCP fechado el 15 de abril de 1939. Aunque se desconoce cuánto tiempo pudieron
estar abiertos, sí se sabe que ya recibieron prisioneros desde el primer
momento de la Guerra. Podría obtenerse más información si apareciera más información entre la documentación que está por clasificar, pero también cabe la posibilidad de que haya sido destruida.
Del recinto
de Ciudad Rodrigo el autor puede asegurar que ya estaba abierto en marzo de
1939 y que pudo estarlo, al menos, hasta finales de ese año. Esto se deriva del
hecho de haber tenido acceso a documentos donde ya aparecía como abierto. En el
caso del recinto de la capital le consta que en septiembre seguía operativo. Y
en los dos casos “con mucha probabilidad, cerraron más tarde”, según el autor,
ya que la mayor parte de los campos lo hicieron en el mes de noviembre. Así mismo, la
posibilidad de que los campos salmantinos fueran de los primeros deriva de
que la provincia estuvo desde el primer momento en manos del ejército sublevado.
A los campos se enviaba a los prisioneros del frente para ser clasificados de cara a futuras
actuaciones judiciales y/o represivas. Por ahora están documentados los envíos de prisioneros
desde Irún, antiguos combatientes que
habían huido a Francia a principios de 1939 tras la caída de Cataluña. Algunos
creyeron que podrían regresar a España si no habían tenido “las manos manchadas
de sangre”.
Por los datos documentados, como ya hemos apuntado al principio, el número
de prisioneros estuvo en torno a 1.500 en el de Salamanca y unos
2.000 en Ciudad Rodrigo, si bien esa cantidad pudo superarse con creces,
incluso más que duplicarse, en numerosas ocasiones. Hernández de Miguel considera que hay
indicios de que la Plaza de Toros de Salamanca pudo haber sido utilizada como refuerzo del recinto de la capital, dada la saturación
que sufrió.
El BOE refleja
también la existencia de los campos salmantinos: el 8 de mayo del 1939 se publicó
el destino de Lorenzo Alonso Rueda como capellán segundo del campo de la capital
y el de Manuel Montes Hernández como capellán
en Ciudad Rodrigo; el 28 de junio se hace lo propio con Manuel Marcos García
como nuevo capellán en Ciudad Rodrigo; y en septiembre aparece el nombre de
Luis Martín de Eugenio y Salazar como jefe del campo de la capital.
Está documentada
la existencia en la capital en agosto de 1937 de una prisión provisional, donde
había extranjeros, entre los cuales estaban brigadistas internacionales. No
obstante, a Hernández de Miguel no le consta que dicha cárcel hubiese sido un campo de concentración.
Sobre la
situación en que vivían los prisioneros, existe un documento contable del campo
de la capital donde se refleja un ahorro de 2.114 pesetas, lo que está en consonancia
con prácticas habituales en otros campos, pese a las condiciones tan duras que padecían,
incluida el hambre.
Hernández de Miguel ha dejado constancia de que se tiene un mayor conocimiento de lo ocurrido en Ciudad
Rodrigo, a lo que no es ajena la labor que ha realizado el investigador Ángel de Miguel. Se sabe,
por ejemplo, que el Monasterio de la Caridad es de los pocos campos en
los que aún se conservan inscripciones realizadas por los presos, si bien sufren un grave estado de deterioro. Por el valor que contienen Hernández de Miguel alerta del peligro real de que puedan perderse. También se sabe que ya en 1937 había prisioneros recluidos en dicho monasterio, como se desprende de una petición hecha por un funcionario para que fuera convertido en un campo de
concentración en forma de Colonia Agrícola Penitenciaria. Es lo que se refleja en dos
artículos publicados en el diario Miróbriga,
fechados el 25 de abril y 16 de mayo de ese año. Por último, Hernández de Miguel vuelve a mencionar el episodio ocurrido con el anciano de 70 años al que
obligaron a bañarse y, como consecuencia, le provocaron la muerte.
Notas
El guardia le miró de arriba a abajo, notándose en dicha mirada el desprecio y el odio que desprendía hacia aquél anciano. Llamó a otros dos guardias y comentó: ‘Oíd bien, este tío no se quiere bañar, ¿qué hacemos con él?’.
No hubo más palabras. Entre los tres le desnudaron completamente y, asiéndolo por los brazos y piernas lo lanzaron al agua helada de la alberca, entre risas y frases como ‘Lávate ya, rojo del demonio’; ‘Ese cuento se lo cuentas a otro’.
Cuando sus compañeros lo sacaron, aquel pobre hombre estaba más muerto que vivo. Lo trasladaron a su ‘habitación’ donde aquella noche, ayudado por el frío reinante, falleció. Cuando al día siguiente los funcionarios descubrieron el cadáver, se lo comunicaron al director. Este hizo su presentación oficial ante los recién llegados diciendo: ‘No quiso un caldo y se tomó tres tazas. Ya me iréis conociendo. Mi nombre es Pedro Morales Fraile. Procurad andar bien, si no queréis seguir sus pasos’”.
** Bernal de la Rosa, Enrique y Rodríguez González, Javier. Cárceles y campos de concentración en Castilla y León. León, Fundación 27 de Marzo, 2011.