Los principales medios de comunicación -del sistema, claro- han sido unánimes en el tratamiento informativo del viernes: dejaron la campaña electoral de lado e hicieron desaparecer en la práctica la que correspondía a Unidos Podemos. Ya en días anteriores, cuando estalló el escándalo del ministro del Interior, la campaña habida dado un giro inesperado, pero con uno de los partidos contendientes, el PP, como protagonista negativo. El resultado del referéndum británico, sin embargo, ha permitido que ocurra lo que tanto se buscaba: atemorizar a la población.
El miedo, que había sido promovido desde semanas antes por PP, PSOE y Ciudadanos ante la subida de Unidos Podemos, puede que se haya instalado en buena parte de la gente. Un miedo en forma de incertidumbre, de no saber lo que pueda ocurrir con eso de que una mayoría, aunque estrecha, haya decidido en Gran Bretaña salirse de la UE. Como si su presencia hasta ahora hubiera sido una normalidad: no se encuentra en la zona euro, tampoco en el conocido como espacio Schengen... Pero no importa, han encontrado la escusa perfecta.
Me he preguntado estos días si el hecho de que Rajoy convocara las elecciones para este domingo, tras el referéndum de marras, lo hizo porque, cualquiera que fuera su resultado, iba a favorecerle o, en todo caso, perjudicar a lo que menos quiere: una alternativa desde la izquierda. Por entonces IU estaba en alza clara y existían grandes posibilidades de que se acabara fraguando una alianza electoral con Podemos, como luego ocurrió con Unidos Podemos. Si ganaba el mantenerse, el optimismo se proyectaría desde quienes quieren que la UE siga como está, dominada por las grandes corporaciones. Si ganaba el salirse, pues la incertidumbre se instalaría en la mayoría de la gente.
Y ahora viene la jornada de reflexión, que, por su naturaleza, conlleva moderación. Por eso se introdujo por quienes diseñaron la ley electoral allá por 1977.
En fin, ojalá me confunda y el domingo se abra en España y sus pueblos una puerta hacia la esperanza.