Pese a todo lo que ha llovido, el PP resiste. El partido de la corrupción, de los recortes, del desmantelamiento de los derechos sociales... El partido que forjó, cuando gobernó entre 1996 y 2004, el modelo de crecimiento basado en la especulación financiera e inmobiliaria, las privatizaciones... Está perdiendo apoyos, no sólo lejos de los resultados que obtuvo a lo largo de 2011 y que le llevaron a acaparar más poder político que nunca, sino también de lo que se consideraba que era su base natural, situada en torno a la tercera parte del electorado. Apoyos que ha ido perdiendo en los sectores moderados de la sociedad y que no gana entre la gente joven. Para eso está sirviendo Ciudadanos, el partido que busca, y se le promociona, para, si no sustituirlo, al menos complementarlo.
Y es que el PP se está quedando en el partido de la gente mayor: a medida que se avanza en edad, más apoyos tiene, que son mayoritarios a partir de los 65 años. Pero no sólo: es un partido que, fuera de lo económico, está haciendo del españolismo su mejor arma electoral. Y allí donde hace gala de ello -que, además, hay más gente mayor-, obtiene sus mejores resultados: las provincias del interior, que es donde el sistema electoral le favorece y más que mucho (la ingeniería electoral de la Transición que el PSOE no quiso desmontar). Pero esto tiene varios costes: se está hundiendo allí donde la identificación con lo español es más débil, esto es, en Cataluña y el País Vasco. Todo esto, en fin, puede servir para explicar, en gran medida, la resistencia que el PP mantiene, pero también sus propias limitaciones.
Y ahora sale lo del País Vasco, con una conservadora Arantza Quiroga, presidenta del partido en esa comunidad, que ha querido abrirse en el laberinto vasco, pero han acabado maniatándola. Hasta el punto que acaba de dimitir. Su apuesta por abrir vías de diálogo en la sociedad vasca ha sido cortocircuitada por una parte de su partido y por la cúpula estatal. Porque -así lo creen- esto les quita votos fuera del País Vasco. Al igual que en Cataluña, donde el PP está apostando por la confrontación. Presume de ser el partido de "una gran nación", como le gusta repetir al Mariano Rajoy cuando habla de España. Una España que mengua, porque con su hacer están forzando que así sea.