Cada nación tiene sus héroes y heroínas. No dejan ser construcciones simbólicas, como tantas otras. En general las naciones respetan a otras naciones en sus símbolos, excepto cuando desde el sentimiento de superioridad rechazan que existan o las someten. Catalunya es una nación y por ello tiene sus símbolos, y sus héroes y heroínas.
Hoy, 15 de octubre, hace 75 años fue fusilado en los muros del Castillo de Montjuic uno de ellos: Lluis Companys, presidente de la Generalitat entre 1933 y 1939. Detenido por la Gestapo en el verano de 1940, al poco de la ocupación alemana de Francia, fue entregado a las autoridades españolas, que no tardaron en juzgarlo y condenarlo. Era rojo y separatista, dos delitos que se pagaban con la muerte. Nació así un héroe y hasta un mito para Catalunya. Y hoy mismo el actual presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha tenido que declarar ante el Tribunal de Justicia de Catalunya, al estar procesado por la consulta simbólica celebrada el 9 de noviembre de 2014.
Companys es un personaje que tiene trazas de héroe, porque fue uno de los protagonistas principales de los avatares que conoció Catalunya durante la Segunda República y la Guerra Civil. Fue expresión del catalanismo progresista fuertemente arraigado en las clases medias urbanas y rurales, estuvo por ello comprometido con su pueblo y participó también en las medidas reformadoras que la Segunda República introdujo en los dos primeros años.
Mas pertenece al catalanismo conservador. El mismo que ha gobernado Catalunya casi ininterrumpidamente desde 1980, ha sustentado gobiernos centrales que han frenado cualquier atisbo de giro a la izquierda, ha aplicado sin miramientos las medidas de ajuste en los últimos años y, además, ha sido una pieza central en la corrupción. Después de lo que estamos viendo, hay quienes desde el españolismo más rancio están contribuyendo a hacer de Mas un héroe.