Escuché el sábado pasado de Joaquín Sabina que con la nominación de Luis
García Montero como candidato de IU a la presidencia de la Comunidad de Madrid podía perderse un buen poeta. Una preocupación que me pareció fuera de lugar. Y más viniendo de él, cuya trayectoria de apoyos y posicionamientos políticos resulta si no contradictoria, sí llena de incoherencias. Militó en el PCE durante el franquismo, apoyó al PSOE en 1982, lo criticó después con motivo de la OTAN, hizo campaña con Julio Anguita cuando dirigía IU, se puso después del lado de Nueva Izquierda, votó al PSOE en 2004, cuatro años después participó en el espectáculo de la ceja, luego se cabreó con su protagonista y ahora ha dicho que va a votar en Madrid a su amigo el poeta. Éste, Luis García Montero, sin embargo, ha mantenido una trayectoria coherente, que no significa que esté exenta de matices. Militante del PCE en su juventud, pasó a serlo después de IU y dentro de ésta ha estado muy vinculado a la figura de Gaspar Llamazares. Ahora ha aceptado liderar el proyecto de IU en un territorio, Madrid, donde los errores y las luchas fratricidas la han llevado a un situación difícil. Por ahora ha sido aceptado por todas las partes y está desarrollando una labor de mediación y puede que de pacificación. Si lo consiguiera, sería altamente meritorio. Ayer Público sacó una entrevista suya y anteayer, en su columna "La realidad y el deseo" un artículo que es digno de leerlo: "Se llama Madrid". ¡Ay, Sabina y quienes como él dicen lo que dicen -y hacen lo que hacen-: maldita sea "la poesía de quien no toma partido hasta mancharse"!