Pero la cosa no queda ahí, pues, pese a haber abandonado la primera fila de la política, siguen actuando desde la sombra. Aznar, por ejemplo, preside la FAES, una fundación que pretende ser el cerebro gris del neoliberalismo en España, e incluso hace un par de años se dejó oír más de lo normal cuando la cosa en el PP empezó a no estar muy clara y aún sigue, con menos intensidad, dardeando a su antaño pupilo. El que ha cobrado un mayor protagonismo en los últimos meses es González, que en plena campaña de las elecciones europeas lanzó su controvertida proclama, pero de gran calado, acerca de la necesidad de un pacto entre PP y PSOE "si el país lo necesita". Muy criticado en su momento por su inoportunidad -el PSOE buscaba en la confrontación electoral un claro distanciamiento del PP-, la idea no ha dejado de estar presente en los meses siguientes. También se le atribuye el haber inspirado a Susana Díaz la decisión de romper el pacto de gobierno en Andalucía y la convocatoria de elecciones.
El exdirigente del PSOE estos días ha vuelto a saltar a la actualidad y esta vez relacionado con Venezuela, donde ha iniciado los pasos para intervenir en la vida política del país. A priori, desde la posición de defensa judicial a dos dirigentes de la oposición detenidos: Leopoldo López, por su participación directa desde finales de 2013 en las movilizaciones violentas contra el gobierno, y Antonio Ledezma, relacionado con el reciente intento de golpe de estado. Y también, siendo presentado como un mediador, algo que están difundiendo determinados medios de comunicación venezolanos y de otros países.
No debemos olvidar que González fue muy amigo de Carlos Andrés Pérez, dirigente ya fallecido de Acción Democrática y miembro a su vez de la Internacional Socialista, que tanto le ayudaron, financiación incluida, en los años setenta cuando el nuevo PSOE empezaba a cabalgar. Pérez fue uno de los responsables, junto con el partido conservador COPEI, de la nefasta y corrupta gestión del país que acabó a finales de los ochenta en una bancarrota financiera y el empobrecimiento de amplios sectores de la población, continuada después a lo largo de los noventa. Fue el gobernante del Caracazo de 1989, cuya represión se llevó por delante a miles de personas, todavía con unas dos mil de ellas desaparecidas. También fue el que sufrió en 1992 el intento de golpe de estado dirigido por Hugo Chávez, que buscó la vía de la insurrección militar para acabar con ese estado de cosas.
Y ahora, en plena ofensiva contra el gobierno venezolano y el movimiento sociopolítico que lo sustenta, ganador de las elecciones una tras otra desde 1998, aparece González como fiel defensor de la democracia. Desde medios bolivarianos se interpreta como una injerencia en la vida política venezolana, máxime teniendo en cuenta que los dos dirigentes políticos encarcelados están acusados de delitos graves y, a la vez, de tener vínculos políticos con el gobierno de EEUU, amén de la ayuda y la financiación necesarias para desarrollar sus actividades. El mismo gobierno imperial que acaba de declarar, en boca del presidente Obama, que Venezuela es enemigo de su seguridad.
Las reacciones en los medios políticos españoles resultan muy significativas. El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se encuentra encantado. Y el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, se ha referido a la postura de González como que le "enaltece". Por otra parte, ayer se hizo pública en el Congreso una declaración de Izquierda Plural, ERC, Amaiur y BNG que condena las "acciones violentas generadas por sectores de la oposición venezolana con el objetivo de subvertir el orden constitucional de la República Bolivariana de Venezuela y el funcionamiento de sus instituciones democráticas". El país sudamericano, epicentro de la rebelión contra el imperio, sigue siendo motivo de discordia.