Siguen apretando la tuerca. El viernes el gobierno de nuestro país endureció aún más las condiciones para poder jubilarse. Quieren alargar la vida laboral de quienes ahora tenemos trabajo. Lo justifican con argumentos peregrinos. Mientras tanto, las nuevas generaciones sufren el paro y la precariedad, por lo que su vida laboral quedará de hecho corta. Se pretende, pues, que muramos con las botas puestas (o la bata, o el casco, o el lápiz, o el ordenador..., qué más da).
Y el sábado saltaron todas las alarmas: el anuncio del primer corralito en Europa, que lo está sufriendo ya Chipre. Para quien quiera saber más de esto último, que lea el artículo de Juan Torres en Público, que no tiene desperdicio: "Qué pasa en Chipre y por qué". Pretender salvar la deuda acumulada, sobre todo privada, aumentándola con préstamos en condiciones draconianas. ¿Lo de la isla oriental mediterránea es un aviso de lo que puede ocurrir en otros países, el nuestro entre ellos? Es, en todo caso, una prueba de que lo que llaman crisis la está pagando la inmensa mayoría de la población. Principalmente quienes tienen menos, con trabajo o sin él.
Y esto no para. Entre otras cosas, porque no está habiendo la resistencia social que se necesita. Aunque duela, es así. Es cierto que hay huelgas parciales, huelgas generales, manifestaciones, encierros, boicots..., pero no con el alcance debido para frenar los ataques duros y crecientes del capital. El miedo sigue instalado en mucha gente, que cree que levantar la voz puede hacer que las cosas vayan peor. En cierta medida es la actitud de quienes mantienen la ilusión de que de ésta se puede salir para volver a la etapa anterior. De ese antes que nos iba mejor en el mundo rico, aunque a la mayoría, sobre todo de los países del otro mundo, le fuera mal y cada vez peor. Por desgracia no se entiende que es una crisis sistémica. Desde ella se están sentando las bases de un sistema donde el dominio total de una minoría será aún más abrumador. Un totalitarismo de nuevo tipo, aun cuando se siga, de momento, presentándolo como democrático en lo político. Otra forma de fascismo, quizás.