Se puede leer estos días en diversos diarios (genova.reppublica.it, elmundo.es, publico.es, eluniversal.com...) una noticia acerca de un sacerdote italiano que ha justificado la violencia sexual contra las mujeres por determinados comportamientos que califica de provocadores. Se trata de Piero Corci, quien ha colocado una carta en el tablón informativo de su parroquia en Lerici, municipio de la Liguria italiana, con el fin de hacer una crítica sana al problema de la violencia contra las mujeres.
El hombre no ha tenido reparos en escribir cosas como éstas: "¡Cuántas veces vemos a muchachas y señoras maduras caminar por la calle con vestidos provocadores y ceñidos!, ¡cuántas traiciones se consuman en los lugares de trabajo, en los gimnasios y los cines! Podrían evitarse, ya que desatan los peores instintos y después se llega a la violencia o al abuso sexual". En un afán por relativizar la responsabilidad de los hombres se pregunta: ¿"Es posible que los hombres se hayan vuelto locos?". A lo que contesta con un "no lo creemos". De esta manera no duda en dirigirse directamente a las propias mujeres, de las que dice que, "cada vez más, provocan, se vuelven arrogantes y se creen autosuficientes y acaban por exasperar las tensiones. Ellas se lo buscan". Una relativización que le lleva a repartir por igual la responsabilidad de la violencia entre víctimas y verdugos: "una forma de violencia que hay que condenar y castigar con firmeza, muchas veces la responsabilidad es compartida". No le falta a la carta un recordatorio del papel que deben jugar las mujeres como buenas esposas y madres: "Niños abandonados, casas sucias, comidas frías, compradas en tiendas de comidas rápidas, ropas mugrientas". Y para rematar la cosa, concluye su carta con un "hagamos un examen de conciencia: tal vez nos lo hayamos buscado".
Todo un compendio de la mala educación androcéntrica en boca de un sacerdote católico. La misma que no es capaz de entender que la violencia directa contra las mujeres emana de la ideología creada por el patriarcado. La misma que rechaza la perspectiva de género, a la que se declara de ideología perniciosa, para poder entender que las relaciones existentes entre varones y mujeres se basan en la supeditación de las segundas. La misma que es incapaz de entender que esa violencia directa se alimenta también de otra cultural que hace que en los hechos de la vida cotidiana existan multitud de aspectos invisibles que llevan a minimizar o justificar la supremacía del varón. Así, el propio cura está llevando a la mujer al rol tradicional de relegación al hogar. Está descalificando la posibilidad de que las mujeres sean libres cuando las acusa de creerse "autosuficientes". Está minimizando la violencia con expresiones como "vestidos provocadores" o "ellas se lo buscan".
Si nos atenemos al informe "Domestic violence in Italy" (2011), elaborado por el profesor de la Universidad de Florencia Nicola Comodo, durante el periodo 2005-2010 ha ido aumentando progresivamente el número de mujeres que murieron como consecuencia de la violencia de género, pasando de 84 a 127. En el mismo trabajo se dice que en 2007 el 5,4% de las mujeres entre 16 y 70 sufrió violencia física o verbal. Los datos que ha aportado Público, provenientes del Instituto Nacional de Estadística italiano, han sido los siguientes: en 2009 murieron 172 mujeres; en 2010, 156; y en 2012 se acerca al centenar.
El sacerdote Corci ha hablado de provocación y, más exactamente, de provocadoras. En otras ocasiones ya he hecho referencia a testimonios de la misma naturaleza. Dicho lo dicho, habrá que preguntarse quién es realmente el provocador. Padre pastore, attento a quello chi dici!