Ayer hubo una nueva matanza colectiva en EEUU. A manos de una persona. Varón, más concretamente, como en ocasiones anteriores. Muchas de ellas se han ejecutado en centros educativos de los distintos niveles. Esta vez ha ocurrido en una guardería, pero también institutos y universidades han sido escenarios de otras masacres. El diario electrónico Público nos ofrece hoy un artículo donde se informa acerca de las más graves habidas en ese país. Reconocía el propio Charlton Heston, cuando le entrevistaba Michael Moore en su célebre Bowling for Columbine, que EEUU ha tenido una historia violenta. Lo decía para intentar dar una explicación al empleo desmesurado de las armas. Lo decía a la vez que hacía gala del derecho recogido en la constitución de su país. La película de Moore es muy interesante y no está de más verla o volverlo hacer. Da algunas de las claves de la violencia que existe en ese país. Este tipo de matanzas no son las únicas.Sus gobernantes llevan perpetrando desde hace décadas e incluso siglos numerosas en su propio territorio y en otros países. La conquista del Oeste, elevada a uno de los mitos constituyentes de la nación, acabó con buena parte de la población indígena, ahora entre casi perdida o recluida en reservas. La apropiación de extensos territorios a costa de México no fue ni gratuita ni incruenta. Como tampoco lo fueron las numerosas intervenciones que protagonizó hacia el sur del continente -el patio trasero del que llegó a hablar el propio F.D. Roosevelt- mediante maniobras, golpes de estado e invasiones para decidir sobre el futuro de esos países. Fue desde 1945 cuando su presencia en el escenario internacional se hizo permanente como una gran potencia. Tras los bombardeos atómicos sobre Japón y además de Latinoamérica, sus tropas han actuado sin compasión en Corea, Indochina, Indonesia... No hace mucho lanzaron bombas sobre Belgrado y desde aproximadamente hace una década se están cebando sobre Iraq y Afganistán. Existe toda una ideología de la violencia -no me gusta utilizar la palabra cultura-, fuertemente arraigada en la sociedad, como componente de una ideología basada en la superioridad de un grupo - clase, raza, país, género cultura...- sobre otro u otros. Hacer uso de un arma de fuego sobre menores y mayores, al margen del grado de frustración de quien lo hace, es la expresión de esa ideología de la violencia mamada desde el nacimiento. La misma que entiende que los conflictos se resuelven a golpe de bofetadas, tiros o bombas. No se trata de asesinos psicópatas -lo mismo se dice, por ejemplo, de los varones que matan a las mujeres-, sino de personas que están reflejando el grado de enfermedad de la sociedad donde viven. Esa violencia -directa, cruda, aborrecible- es sólo la punta de iceberg de una violencia estructural y cultural que está instalada, en este caso, en la sociedad estadounidense.