jueves, 24 de mayo de 2012

Aquellos irrepetibles años
















































No se si Vale sabe de ella. Me imagino que no. Han pasado ya tres décadas. Llegó ella con mucho ímpetu, cargada de un buen expediente y una gran vitalidad. Era de palabra fácil, atrevida y, a veces, radical. Nos cayó bien al rojerío, del que también se sentía parte. Seguían siendo años de ese romanticismo que se desprendía de las asambleas, las manifestaciones y los encierros. Y también de dolor, el de la muerte, como la de Emilio y José Luis, que en diciembre del 80, en Madrid, fueron alcanzados por disparos de la policía cuando se manifestaban contra la LOU. 


Meses antes, el 28 de febrero, llevó su bandera andaluza a clase y encima de la mesa profesoral la colocamos para que estuviera presente durante las disertaciones. Estaba sujetada por una botella, sí, pero no como una irreverencia, sino como señal de heterodoxia. Fue un día memorable, porque, estando lejos de su tierra, se sintió cercana a ella, acompañada y, al final del día, plena cuando se supo que la gente estampó su voluntad en la frente del caciquismo cerril.

Era pura contradicción. Muchas veces tierna y algunas, dura. Feminista de convicción y religiosa de compromiso. Tuvo sus tropiezos académicos y no le faltó hacer uso de lo prohibido en el templo de la sabiduría. Ignoro el porqué de ese extremo, pero acabó yéndose –estoy seguro- maldiciendo. 

Recompuso su vida en la capital, en busca de su segundo objetivo en la vida, que hubo de ser el decisivo. Desde entonces todo fue un camino de éxitos. En España y en el exterior. Ha sido hasta hace poco una de las mujeres con más poder en el país. Recuerdo cuando, tiempo ha, la veía presentando uno de los programas del canal de 325 líneas que empezó a emitir por estas tierras. Años después supe de su participación, también lejana, en un homenaje del cura Diamantino, el cura jornalero de Los Corrales. 

Luego perdí su rastro. Hasta su nombramiento hace pocos años en un puesto profesional de suma importancia, que la puso, si no en portada, sí en la actualidad de los medios de comunicación. Por eso he podido averiguar su trayectoria. He leído de hace unos días una entrevista. Mostró nostalgia de sus años universitarios, que calificó como irrepetibles. De la música dijo amar la ópera y el flamenco. Cuando estudiaba en la ciudad dorada castellana llevaba su guitarra a la plaza de Anaya para cantar a Silvio Rodríguez. No sé si le seguirá gustando o si fue cosa de otro tiempo.