"Es como
si hubiera una sanguijuela que chupa la sangre del cuerpo y que, como resultado
de ello, la persona estuviera a punto de morir y le inyectaran sangre para que
pudiera continuar viviendo y así la sanguijuela pudiera continuar chupándole la
sangre". Con estas palabras Vincenç Navarro ahonda
en las claves de la situación que está viviendo Europa, la política económica
que se está aplicando y quiénes se están beneficiando de la situación. Plantea
que dos son los pilares sobre los que se sustenta dicha política económica: los
planes de estabilización y la actuación del Banco Central Europeo. De lo
primero, como tantas veces se ha repetido, parten las duras medidas de ajuste
que los estados están aplicando, lo que está conllevando, entre otras cosas, la
rebaja de los salarios y el recorte de servicios sociales. De lo segundo señala
un hecho que es altamente significativo: el Banco Central Europeo no actúa
como tal, en la medida que el papel que le han asignado no se corresponde
con lo debería hacer. Esto es, ayudar a conjugar los deficits de los estados y
protegerlos de las agresiones que los mercados financieros lanzan
sucesivamente. Por eso Navarro utiliza el símil de la sanguijuela. La cosa
consiste en prestar dinero muy barato (1%) a los bancos privados para que
compren deuda pública a intereses superiores (por ejemplo, el 6%). Así resulta
imposible que se pueda salir de la situación crítica por muchas medidas de
ajuste que se tomen.
También así se
entiende que las dos principales potencias europeas, Alemania y Francia,
insistan en forzar la actual orientación económica. Los bancos de estos países,
especialmente los alemanes, junto con bancos de otros países (británicos,
holandeses...), son los que se están beneficiando de ese negocio. En
consonancia con lo que llaman mercados financieros, se ha creado una estrategia
de lanzarse contra las economías europeas más débiles (griega, irlandesa, portuguesa,
española, italiana...) que les está resultando muy rentable. Ya en la etapa
anterior los principales bancos se beneficiaron prestando dinero a los bancos
de los países menores, que hacían lo propio, a diestro y siniestro, sobre la
gente y empresas, mientras crecía la burbuja de la especulación financiera e
inmobiliaria. Ahora, cuando ha estallado y con la ayuda del Banco Central
Europeo, lo que se ha hecho es reorientar el negocio hacia la compra de deuda
pública de los países con economía más débil, creando, cuando resulta necesario,
alarmas artificiales para que las inversiones especulativas se muevan según
interese. Todo un juego perverso del latrocinio más feroz.
Los medios de
comunicación del sistema, que se sostienen con los fondos de las grandes
corporaciones o son portavoces de los gobiernos, se encargan de airear números y
palabras sin que casi nadie sepa qué significa, y que se asocian con lo
negativo, con los peligros más inusitados. Sólo oír esa cantinela pone en
guardia a la gente, como cuando en la infancia de otro tiempo se oía lo del
hombre del saco. Bastaba que alguien lo dijera, para que saliéramos
corriendo.
En toda esta
estrategia no todo está saliendo según lo previsto. El primer obstáculo lo han
encontrado en Islandia, donde la gente dijo no a las medidas que, a través de
su gobierno, querían imponer. Y también donde se ha encarcelado a responsables
del desaguisado. Varios banqueros –algunos huidos- y algún exministro aguardan
a los juicios correspondientes. El segundo obstáculo lo están encontrando en
Grecia, donde la resistencia popular está haciendo difícil que se siga llevando
a cabo la política criminal que aplican sus gobiernos, obedientes de sus
superiores foráneos. Las últimas elecciones, además, han hecho saltar las
alarmas y más aún cuando las previsiones de las convocadas para junio pueden
dar como ganadora a una fuerza política de izquierda opuesta a dichas medidas.
Está por ver lo que pueda salir de Francia, teniendo en cuenta que la elección de
Hollande ha supuesto, de partida, una fisura en el tándem que antes formaban
Merkel y Sarkozy. Y sin olvidar tampoco la cita electoral de junio, donde los
resultados pueden condicionar aún más el futuro.
La
confrontación política no está generalizada, pero sí se perciben atisbos de que
puedan aparecer nuevas situaciones. De un signo y otro. Y aquí puede jugar un
papel importante el factor nacional, como ya ocurrió en otras épocas. Una
muestra es el apoyo reciente que el SPD alemán acaba de dar a Merkel en su
política europea, priorizando así la hegemonía política y económica alemana en
Europa. Una apuesta arriesgada, que puede tener sus réditos políticos a corto
plazo en ese país, pero que puede verse cortada por el grado de sumisión o
resistencia, según sea el caso, que muestren las gentes de los otros países, sobre todo los que peor
lo están pasando.
Por lo que
podemos ver, en los tiempos que corren no es necesario llevar los ejércitos más
allá de las fronteras para conseguir los objetivos económicos. De momento son
otro tipo de armas las que se utilizan. Más sutiles, eso sí, pero creadoras
también de víctimas. En Europa, por ahora, en forma de paro, recortes sociales,
pobreza, desesperación, suicidios... Y en el otro lado de la frontera quienes
dominan el mundo continúan con sus guerras para controlar los recursos
estratégicos. Así está el mundo.