Rota, ¿dónde están tus huertos:
tu melón, tu calabaza,
tu tomate, tu sandía?
Tú, el más dulce de los puertos
que la fina arena enlaza
al cuello de la bahía.
Dime, ¿dónde están tus huertos?
tu melón, tu calabaza,
tu tomate, tu sandía?
Tú, el más dulce de los puertos
que la fina arena enlaza
al cuello de la bahía.
Dime, ¿dónde están tus huertos?
Así empiezan los versos del poema "Rota Oriental" que Rafel Alberti incluyo en sus conocidas Coplas de Juan Panadero. Y viene a cuento recordarlos cuando el gobierno español acaba de firmar un nuevo acuerdo con EEUU para el uso de su base militar en Rota para la instalación de cuatro buques de su escudo antimisiles. Corrían los tiempos de Franco en el poder, en los primeros años de la Guerra Fría, cuando EEUU se acercó a España con un objetivo geoestratégico. Al presidente de EEUU le importaba un comino quién mandaba en España y la forma como lo hacía, algo que le ha importado bastante poco. Cuentan que sobre las tropelías del patriarca de los Somoza de Nicaragua F. D. Roosevelt dijo, allá por los años 30 del siglo pasado, que "es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta", algo que por extensión puede servir para los Franco, Pinochet, reyes árabes y tantos otros. En el inicio de los años 50 España era una buena pieza para colocarla en tablero de ajedrez internacional frente a la URSS y sus aliados. Por eso el presidente D. D. Eisenhower decidió reconocer la dictadura de Franco en 1950 y dos años después firmar el acuerdo militar que preveía, entre tantas cosas, la instalación de cuatro bases militares en Rota (Cádiz), Morón de la Frontera (Sevilla), Torrejón de Ardoz (Madrid) y Zaragoza. Aunque en 1949 se había formado la OTAN y España no había sido invitada a formar parte de ella, este acuerdo bilateral nos metía de hecho y de lleno en el bloque militar occidental.
Hubo que esperar a 1981 durante el gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo, sin impedimentos políticos evidentes y poco después del 23-F (¿causa-efecto?), para que se tomara la decisión de entrar en la OTAN. La apoyaron el partido gobernante, la UCD, y los grupos nacionalistas de derecha (CiU, PNV) en la votación del Congreso, no así los grupos de izquierda, incluido el PSOE. Eran los años, ya se sabe, del "OTAN de entrada no", que, no obstante su ambigüedad y unido a la promesa de celebrar un referéndum, ayudó a engatusar a mucha gente para que el 28-O de 1982 el PSOE se alzara con un triunfo electoral sin precedentes. Los años siguientes fueron de sufrimiento para Felipe González y su gente, porque la promesa del referéndum conllevaba un riesgo grande, dado el estado de opinión contrario a la OTAN, y, lo que es más grave, el cambio de postura pública por el PSOE: del "entrada no" se pasó a la permanencia sí descarada. Años después Felipe González reconoció el error del referéndum ante los riesgos estratégicos que se corrieron.
El contenido de la consulta celebrada en marzo de 1986 era el permanecer sólo en la estructura política de la OTAN (para eufemismo, por no decir chorrada) y renegociar el tratado bilateral con EEUU. La jugada le salió bien al gobierno, previa manipulación y acoso informativo, de manera que desde la OTAN podíamos hacerlo casi todo. Mientras se cerraban las bases situadas fuera de Andalucía, nuestro país empezó a intervenir con sus tropas y, ante todo, las bases de Morón y Rota en las guerras que se fueron sucediendo: la primera de Iraq, la de Yugoslavia, la segunda de Iraq, la de Afganistán, la de Libia...
Y ahora lo que faltaba. Un nuevo acuerdo con EEUU para desarrollar el escudo antimisiles. Más armas, más tropas, más gastos, más destrucción... Con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. El mismo de Afganistán o Libia. El mismo de las medidas de ajuste y de la última reforma laboral del año pasado. Un Zapatero que nunca dejó de ser atlantista y neoliberal, como su partido lo lleva siendo desde los años 80. Y como Alfredo Pérez Rubalcaba. Y, por supuesto, como el PP. Dos cara de la misma moneda, aunque una pueda parecer más resultona o menos mala o lo que sea.
El pobre Alberti acababa sus versos con un "Españoles, despertad!". Ojalá.
Intentarlo, de todas formas, entraría en otro más de mis ataques de locura.