En 1991 Lester Brown advertía que la agricultura era el sector de la economía donde resultaba “más patente el contraste entre los indicadores económicos y ecológicos”. Ilustraba esa frase con datos sobre la producción de granos: si durante las décadas anteriores había habido un incremento sostenido e importante en todas las regiones del mundo, en los primeros años de la década de los ochenta esa tendencia se cortó, iniciándose un lento descenso en la producción per capita, variable según las regiones, que en 1990 aún se mantenía. Sólo África fue la excepción, pues fue en 1967 cuando vio paralizado su crecimiento. Para Brown la espectacularidad de la subida en la producción de alimentos entre 1950 y 1984 estuvo claramente relacionada con el uso de los fertilizantes, que se multiplicó por nueve durante ese periodo. La explicación de lo que estaba ocurriendo las buscaba en los límites de la naturaleza, al haberse dado una sobreexplotación de las tierras, agravada por la extensión de las tierras de cultivo a zonas marginales menos productivas y en proceso de desertificación; y también de las aguas, lo que estaba ocasionando el descenso de los niveles en los acuíferos.
Acabando el siglo, el mismo autor concretaba aún más la advertencia hecha siete años antes: “escasez de alimentos: una señal de alarma”. Lo que en la década de los ochenta había señalado como un cambio de tendencia en la producción de alimentos en relación a las décadas precedentes, ahora lo aumentaba en grado con su calificación como alarma. El artículo de Brown estaba claramente relacionado con un mundo bastante distinto: de un lado, por el desplome de la URSS y los regímenes de los países europeo orientales; y de otro, por la entrada en escena de los llamados países en vías de desarrollo, un grupo de países emergentes dentro del modelo de crecimiento económico tradicional situados especialmente del Extremo Oriente y Latinoamérica.
El resultado de todo ello fue que durante la década de los noventa continuó el aumento de la demanda de alimentos, y más en concreto la de cereales, lo que estaba relacionado con una mayor diversificación de la dieta alimenticia desde la ingesta de las féculas de arroz, trigo o maíz tradicionales hacia la carne, los huevos o los productos lácteos. Lo que resultaba evidente era que se había planteado un nuevo reto: sólo en los países del Extremo Oriente y de la península del Indostán, salvo Japón, la población superaba los tres mil millones, siete veces superior a la que tenían EEUU y Europa occidental medio siglo antes cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, dieron el salto hacia una dieta más diversificada y más rica en proteínas de origen animal.
El nuevo impulso en la producción de alimentos se basó en los países en vías de desarrollo en una combinación del uso creciente de fertilizantes y del cultivo de especies seleccionadas que se consideraban más productivas. Esa opción mostró, una vez más, sus límites inherentes, derivados de los que marcan el uso de fertilizantes en sí como de la sobreexplotación de la tierra y el agua. EEUU, por su parte, como una potencia agrícola orientada a la exportación de productos y simientes, recurrió a la explotación de tierras que había mantenido en reserva. Pero en esta ocasión surgió una novedad, desde el momento que también los precios de los productos se mostraron como un nuevo límite: la demanda de alimentos empezó a superar claramente a la oferta. Si entre 1950 y 1993 los precios de los cereales principales bajaron en una media anual entre el 2 y el 4%, desde 1993 se dio una inversión de la tendencia. Durante la primavera de 1996 se duplicaron, lo que fue motivo para que Brown planteara como una posibilidad lo que podría ocurrir si esa subida se mantuviera prolongada: “podría generar tensiones económicas y políticas de una magnitud sin precedentes”.
En 2009, con motivo de la publicación en España del libro Salvar el planeta, Brown fue categórico sobre la situación en que se encuentra el planeta durante una entrevista: “Las tendencias medioambientales que hemos seguido las últimas décadas -deforestación, erosión del suelo, retracción de los glaciares, expansión de los desiertos, subida de los niveles de CO2- avanzan implacables”. Teniendo en cuenta que vamos hacia un “colapso total”, su propuesta no dejaba de ser menos categórica: “Hace falta una ‘movilización de guerra’ para transformar la economía y hacer frente al cambio climático”, rememorando así lo sucedido en 1941 cuando durante la presidencia de Roosevelt se reorientó el aparato productivo estadounidense para poder afrontar el esfuerzo de guerra contra Japón y Alemania.
Hace unos días Paul Krugman en su artículo “Sequías, inundaciones y alimentos”, ampliamente difundido en los medios de comunicación, ha intentado dar una explicación a la explosión política que se está viviendo en los países árabes. Para el premio Nobel de Economía estadounidense no resulta ajena la relación que hay entre la crisis alimentaria que se está viviendo, “la segunda en tres años”, con esos acontecimientos, dado que “los precios mundiales de los alimentos batieron un récord en enero, impulsados por los enormes aumentos de los precios del trigo, el maíz, el azúcar y los aceites”. Una explicación de la subida habría que buscarla en el calentamiento de la Tierra y las secuelas de sequías e inundaciones que está dejando en numerosos países. “Los records de temperatura no sólo se batieron en Rusia, sino en al menos 19 países, que representan una quinta parte de la superficie terrestre del planeta”, ha advertido Krugman, que también ha recordado la gravedad de otras situaciones recientes, como la sequía en Brasil o las inundaciones en Australia.
Las noticias sobre lo que está ocurriendo parece que vuelan. Sería largo referirse detalladamente a ellas. No está de más nombra al Banco Mundial, una organización poco sospechosa, que acaba de informar que desde el verano pasado la subida del precio de los alimentos ha aumentado en 44 millones las personas que viven en la pobreza, advirtiendo del riesgo que corren varias decenas más.
El cambio climático es una realidad que se está mostrando no sólo en las imágenes que nos ofrecen las televisiones de ciudades anegadas por las lluvias, suelos agrietados por falta de agua e incluso personas sudorosas buscando cualquier lugar u ocasión para refrescarse. El propio Lester Brown matizaba el título de su libro diciendo que lo que estaba en peligro no es tanto el planeta como la especie humana. Cuando hace más de una década planteó los riesgos que podía conllevar la acción humana sobre la naturaleza como generadora de estallidos económicos y políticos, ahora Krugman los ha puesto de manifiesto con motivo de las rebeliones políticas en los países árabes.
Fidel Castro en un reciente artículo ha hecho una reflexión sobre lo que está ocurriendo en nuestros días y se ha referido ampliamente al artículo de Krugman. También ha recordado su intervención hace veinte años en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, donde advirtió que “nuestra especie estaba en peligro de extinción”. No le ha faltado tampoco referirse en su artículo, en lo que es algo más que una anécdota, a “la cara sonriente de Bush padre” y a “la monumental mole del Canciller alemán Helmut Kohl”, que “propiciaba la impresión de que nada podía perturbar el feliz sosiego de nuestro espléndido mundo”. Era el momento de la felicidad de quienes habían resultado vencedores de la Guerra Fría. Fue una victoria política que abrió las puertas a lo que empezó a llamarse globalización, la extensión por doquier de las políticas económicas neoliberales y la idea de una arcadia feliz que llevó a Francis Fukuyama a teorizar sobre el fin de la historia. Pero también fue el momento en que se estaba incubando lo que vendría después, lo que vivimos hoy y, quién sabe cómo, lo que puede ocurrir mañana. No está de más reflexionar sobre estas cosas.
Publicaciones de referencia
Boix, Vicent (2011). Otra crisis alimentaria y al “Dios mercado” no hay quién le tosa, en Rebelión, 16 de febrero, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=122403 &titular=otra-crisis-alimentaria-y-al-%E2%80%9Cdios-mercado%E2%80%9D-no-hay-qui%C3%A9n-le-tosa-.
Brown, Lester R. (1991). Un nuevo orden mundial, en Lester R. Brown (dir.), La situación en el mundo 1991. Un informe del Worldwacht Institute sobre el desarrollo y el medioambiente. Madrid, Apóstrofe, pp. 17-43.
Brown, Lester R. (1998). El futuro del crecimiento, en Lester R. Brown, Christopher Flavin y Hilary French (dir.), La situación del mundo 1998. Informe anual del Worldwacht Institute sobre Medioambiente y Desarrollo. Barcelona, Icaria, pp. 23-53.
Brown, Lester R. (2009). Salvar el planeta. Plan B: ecología para un mundo en peligro. Madrid, Paidós.
Castro, Fidel (2011). La Humanidad hay que empezar a salvarla ya, en Rebelión, 17 de febrero, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=122545.
Fresneda, Carlos (2009). El mundo que viene. Lester Brown, en El Mundo, 28 de febrero, http://www.omau-malaga.com/subidas/archivos/arc_2070.pdf.
Fukuyama, Francis (1988). ¿El fin de la historia?, en www.cepchile.cl/dms/archivo_ 1052_1200/rev37_fukuyama.pdf
Krugman, Paul (2011). Sequías, inundaciones y alimentos, en El País, 13 de febrero, http://www.elpais.com/articulo/primer/plano/Sequias/inundaciones/ alimentos/elpepueconeg/20110213elpneglse_3/Tes.
ONG Plan Internacional (2011). La subida de los alimentos hunde en la pobreza a 44 millones más de personas, en Rebelión, 17 de febrero, http://www.rebelion.org /noticia.php?id=122573&titular=la-subida-de-los-alimentos-hunde-en-la-pobreza-a-44-millones-m%E1s-de-personas-.