Escribió Fernando Pessoa de Ricardo Reis que “nació dentro de mi alma el 20 de enero de 1914”. Como personaje heterónimo nació, sin embargo, en 1887, en la ciudad norteña de Oporto. Pessoa le dio oficio de médico, vocación de poeta y nostálgico de la monarquía, e hizo que fuera autor de unas Odas cuyos versos se fueron publicando entre 1924 y 1935, a los que hay que añadir algunos posteriores a su muerte. El resultado fue una filosofía de “epicureísmo triste” dentro de un estilo de “neoclasicismo científico”.
José Saramago es autor de El año de la muerte de Ricardo Reis, obra aparecida en 1984. En la novela se recrea la figura literaria de Pessoa, que aparece en la misma como una especie de fantasma, y la de Lidia, la musa literaria de Reis en sus odas, todo ello en medio de escenario histórico, finales de 1935 y principios de 1936, donde se está fraguando el bloque negro de la reacción: la dictadura de Salazar, los meses previos al inicio de la guerra española, la aventura de Mussolini en Etiopía, los preparativos militares del nazismo alemán... Preciosa narración de un ambiente lúgubre y monótono donde se funden las tradiciones del clasismo más rancio con las creaciones del orden político nuevo.
Y es que ese maduro médico, poeta y monárquico, heterónimo y trasunto a la vez del propio Pessoa, no es más que una metáfora de una clase, la pequeña burguesía, que en su mayoría acabó abrazando las recetas del orden frente a la revolución, cuando no se dejó llevar, como Reis hizo, hasta la consumición vital a falta de todo atisbo de esperanza. Tras la guerra mundial en Alemania, Francia o Italia muchos Reis se readaptaron a la nueva época, y otros tantos continuaron siéndolo en Portugal y España. ¿Qué habría de ser la semilla que Reis dejó en el vientre de Lidia? ¿La herencia de su amante muerto? ¿O la de su hermano, también muerto, pero víctima de la reacción?