Una o dos generaciones han aceptado la precarización. Esto es, salarios más bajos, contratos de corta duración, aumento de la jornada laboral, abaratamiento del despido o agresión a los derechos laborales. Pero no sólo, también el trabajo sin contrato y con él, la no cotización a la seguridad social. La mano de obra se ha abaratado, de lo que se han aprovechado las distintas capas de la burguesía, que han podido seguir aumentando sus ganancias y acumulando capital.
Una o dos generaciones han aceptado este modelo. Han sido subsumidas por una ideología capitalista que destina para la mano de obra el consumo permanente de lo que ganan trabajando. Trabajar durante varios días para fundírselo en un fin de semana o en unas vacaciones en lo que sea. Destinar el primer golpe de dinero en la compra de un automóvil depredador. La perfecta alienación: trabajar sin conciencia bajo la ilusión de un consumo que parece que te permite disfrutar, pero que acaba ahogándote.
Elevar a 20 los años de cotización a la seguridad social para poder recibir la pensión de jubilación ha sido el último aviso lanzado por el gobierno. Es la deuda adquirida por esas dos generaciones que han preferido el consumo a la defensa de los derechos sociales. Lo que no se ha cotizado, es un debe a la caja común. La mano de obra va a ser la pagana, pero las diferentes capas de la burguesía que se han aprovechado de la situación, salen de rositas. Los costes que se ahorraron en forma de salarios, cotizaciones a la seguridad social e incumplimiento de los derechos sociales se lo embolsaron para no devolverlos.
Que cada cual saque sus consecuencias.