domingo, 9 de julio de 2023

Lautrec y la belleza de su pasado medieval


Lautrec es un pueblecito, situado entre Albi y Castres, que da nombre a una  de las familias nobles más rancias de Occitania: la Toulouse-Lautrec. Sí, la misma a la que perteneció el famoso pintor. Incluido dentro de la categoría de comuna, Lautrec tuvo su momento de esplendor durante los siglos medievales, por estar entre las numerosas localidades situadas en el triángulo Toulouse-Albi-Castres dedicadas a la producción de un colorante azul, conocido como pastel. 


Proveniente de la planta isatis tinctoria, hierba pastel o isátide, se utilizó en mayor medida como tinte de ropas, adquiriendo un gran valor, sobre todo entre las clases pudientes, porque evitaba que su coloración se degradara fácilmente. La comarca donde tuvo mayor arraigo es nombrada como Pays de Cocagne/País de la Cucaña, por las coques o bolitas amarillas de donde se extraía la materia prima para el posterior proceso de elaboración. 


Lo que se desprende al pasear por sus calles es una mezcla de pasado y belleza. Conserva parte de su sistema defensivo, bien de sus murallas o bien de su fortaleza, prueba del papel que jugó en el seno de la familia Lautrec, de la que se dice que hunde sus raíces en el siglo X. Algo parecido ocurre con su iglesia, dedicada a Saint Remy, que data de finales del siglo XIV y refleja lo que fue el esplendor económico que vivió el pueblo hasta el siglo XVI, cuando la competencia con otros colorantes provenientes de América la  llevó al declive.  



Es en la arquitectura de sus casas donde se percibe el regusto de la época medieval. Como ocurre en otras regiones de Francia -e, incluso, de España: no puedo por menos que acodarme de la Sierra de Francia salmantina-, llaman la atención los colambages, entramados de vigas de madera, visibles al exterior,  que refuerzan las paredes de adobe y que suelen ser decoradas con motivos geométricos simples.   


Su plaza mayor ofrece, además, los soportales con columnas de piedra y de madera que, a modo de galería abierta, permitían a comerciantes y transeúntes resguardarse de las inclemencias del tiempo.


Finalmente, en la visita a Lautrec no puede faltar la de su molino de viento, que se yergue sobre lo alto de la colina. Fue construido en el siglo XVII para la obtención de harina y en la actualidad, después de la correspondiente restauración, sigue en funcionamiento.