En el Ayuntamiento de Zahara de los Atunes puede verse hasta el 25 de mayo la exposición Arte abstracto, que tiene como protagonista a una joven artista de la localidad, Carmen Fuentes, que firma como KEI. El miércoles pasado asistí a su inauguración y tuve la ocasión de compartir algunas palabras con la misma artista. En la breve presentación que hizo nos invitó a dejarnos llevar por las sensaciones, que es algo que no resulta difícil.
El cártel anunciador del evento contiene una frase del escultor británico Henry Moore y que reza lo siguiente: "Toda el arte es una abstracción hasta cierto punto". Una definición, en cierta medida ambigua, que entronca con la propia naturaleza del término arte abstracto. Quizás para la mayor parte de la gente las obras abstractas resulten fáciles de identificar, en la medida que se hace por oposición a las figurativas. Incluso es frecuente que, cuando se contempla una obra abstracta, se intente buscar un significado, algo que (aparentemente) resulta más fácil hacerlo en una obra figurativa. El caso es que la distinción entre una cosa y otra siempre ha generado polémica.
La abstracción como forma material de expresión es algo que ha estado ligada a la historia de la humanidad desde tiempos muy lejanos. Lo que se conoce como arte del Paleolítico Superior tuvo en los signos geométricos sus primeras manifestaciones. Luego, con el paso de los milenios, la abstracción ha estado presente en culturas como la germánica o la islámica, en este último caso con una clara connotación iconoclasta. Pero ha sido a principios del siglo XX cuando el arte abstracto tomó cuerpo explícitamente, expresado en una diversidad de formas que van desde la discontinuidad de líneas y colores hasta lo más propiamente geométrico, sin que haya faltado la mezcolanza de formas abstractas con otras que, aun siendo figurativas, reflejan un elevado grado de simplicidad o estilización. Es así como se han ido sucediendo y/o simultaneando distintos movimientos artísticos que han adquirido los nombres de abstracción lírica, suprematismo, constructivismo, neoplasticismo, orfismo, expresionismo abstracto, arte conceptual, arte cinético, informalismo y un largo etcétera.
Las obras que nos muestra KEI reflejan su evolución personal, los tributos de otros artistas y su interés por captar sensaciones. En su "Cuadro negro", por ejemplo, la presencia de la figuración queda subsumida en una maraña de trazos y colores que nos recuerdan las improvisaciones de Kandinski y en un cuadrado negro que nos lleva a cualquiera de los que pintó Malevich. Se percibe en algunas obras, por otra parte, un acercamiento a la pintura japonesa, bien mediante la introducción de elementos caligráficos (y de paso -me pregunto- si no a Antoni Tápies, amante de esa cultura), como hace en "TT", o bien en algún título, como es el caso de "Yonaguni", cuyo nombre nos transporta a una isla del Pacífico.
Con sus obras KEI refleja a la vez atrevimiento y consistencia. Lo primero, porque ha querido que lo que es su primera exposición en solitario se haya ubicado en su pueblo natal, un medio donde la percepción que se pueda tener del arte quizás provenga de los modelos figurativos y, si se quiere, de los más tradicionales. Lo segundo, porque lo expuesto deja patente que estamos ante una artista a la que, siendo todavía joven, no le faltan dotes de creatividad, está cargada de mucha ilusión y tiene un futuro prometedor.
Invito, claro está, a visitar la exposición y de paso aprovechar para degustar esos deliciosos productos gastronómicos tan presentes en la temporada del atún.