Cuando el diablo está por medio
Sabido es que Jorge Fernández Díaz es una persona al que le gusta hacer gala de su fe católica. Entre sus devociones, prácticas y vínculos se encuentra su pertenencia al Opus Dei. Poco hay que descubrir del papel que ha jugado desde su nacimiento dicho instituto religioso a lo largo y ancho del mundo. Ha supuesto una vía de renovación ultraconservadora (aunque pueda parecer un oxímoron) del mensaje católico, haciendo de la santificación por el trabajo, a modo de la versión católica del calvinismo, la base de su incardinación directa y sin tapujos con el capitalismo.
En España, donde nació su fundador, mantuvo unos lazos estrechos con el régimen franquista y miembros relevantes del mismo fueron quienes desde finales de los años 50 lo sacaron del atolladero económico en que se encontraba. En el Vaticano arraigó con fuerza entre la Curia y la burocracia, hasta el punto que, pasada la fiebre de los Juan XXIII y Pablo VI, el papa Juan Pablo II, campeón del anticomunismo, lo convirtió en uno de sus baluartes operativos e ideológicos.
La devoción católica del exministro del Interior tiene también una vertiente mariana. La misma que le llevó en 2014 a conceder la medalla al mérito policial a la Nuestra Señora Santísima del Amor y en 2015 la Cruz de Plata de la Guardia Civil a la Virgen de los Dolores. O a manifestar el año pasado que fue gracia a la Virgen del Pilar como se ganó la Guerra Civil. Sólo le faltó nombrar a Franco y sus secuaces.
Y para rematar su fe religiosa, nada mejor que lo dijo en el pasado mes de junio, cuando reveló parte de una conversación mantenida con Joseph Ratzinger, el emérito Benedicto XVI, posiblemente en 2015: "Me dijo: 'Mire, el diablo
quiere destruir España, el diablo sabe los servicios prestados por España a la
Iglesia de Cristo; conoce la misión de España, la evangelización de América por
España, (...) el diablo ataca más a los mejores, y por eso ataca especialmente
a España y la quiere destruir'”.
Policía, juez, sacerdote... y confidente
Estos días ha salido en algunos medios de comunicación un personaje relacionado con la trama Kitchen y que resulta altamente curioso por poliédrico y algo más: Silverio Nieto. Se inició como marino mercante; pasó luego a la policía, donde actuó como confidente hasta para la interpol; opositó a juez y llegó a ser miembro del Tribunal Superior de Justicia de Madrid; de vocación tardía, se ordenó sacerdote a finales del anterior siglo; no le faltó convertirse en asesor de la Conferencia Episcopal Española, especializado en temas de pederastia...
Pero no quedó ahí la cosa, porque, por lo que sabemos, ha vuelto a ejercer de hecho en sus funciones de la que fue su antigua profesión de confidente policial. (Me pregunto si alguna vez la ha perdido: ¿qué haría como juez?). Por un lado, se ha dedicado a prestar servicios a los jerarcas del Vaticano y la Iglesia española, contribuyendo a desactivar con malas artes algunas de las denuncias hechas contra clérigos involucrados en la corrupción sexual de menores. Y por otro, que es lo que ahora nos interesa, ha prestado sus servicios también a Jorge Fernández Díaz.
Amigos y colegas en lo religioso, al parecer Silverio Nieto es también el confesor de Jorge Fernández Díaz. Y desde que saltó el caso Bárcenas el entonces ministro ha sabido aprovechar la experiencia del personaje poliédrico. Según ha contado El Plural, Nieto era una persona de confianza del comisario Enrique García Castaño, el topo de José Manuel Villarejo en la policía. Incluso Nieto se encontraba en compañía de García Castaño cuando éste fue detenido en 2018 por su relación con Villarejo, ya preso desde el año anterior.
Para Religión Digital se trata de un "agente doble" que está implicado en la operación Kitchen. Lo considera como el que fue intermediario entre Jorge Fernández Díaz y Francisco Martínez en el ministerio del Interior. Y ahora, en el informe de la Fiscalía Anticorrupción consta el intento de Nieto para exonerar al exministro de su imputación en el procedimiento judicial.
Pues que Dios los coja confesados.