Cada día tenemos que contemplar y sufrir el espectáculo mediático vergonzoso que están protagonizando un partido -el PP-, un gobierno -del PP- y unos personajes vinculados a ambos. En su cúspide, como presidente del partido y jefe de gobierno, se encuentra la misma persona: Mariano Rajoy.
Ayer pudimos verlo y escucharlo en la entrevista en la cadena de radio Onda Cero. Y el resultado fue patético. Fue todo un compendio de su dimensión política. Llegó a añadir una más a su larga lista de sandeces, esta vez cuando, preguntado sobre la brecha salarial entre varones y mujeres, salió con un "no nos metamos en eso". Estamos, pues, ante una figura que en la actualidad sólo es sustentada, amén de los apoyos electorales que sigue recibiendo -en retroceso, eso sí-, por los impagables favores que le han brindado algunos partidos, en especial Ciudadanos y el PSOE.
Voy a decirlo categóricamente: debe dimitir. Por muchas cosas. Por la corrupción, que es lo que está de actualidad, por supuesto. Por mentiroso, ya que no ha parado de mentir al menos desde que asumió la dirección de su partido. Por inepto, porque lo que se desprende de sus declaraciones es una reiterada alusión al "no lo sabía", "no tengo por qué saberlo todo", "es responsabilidad de quienes lo han hecho", "se trata de una minoría", "ya no están en el partido"...
Y por encima de todo, por ser el principal responsable, como jefe de gobierno, de las medidas que sus gobiernos han tomado desde 2011: precarizando el empleo, empobreciendo a parte de la sociedad, rescatando las entidades financieras y grandes empresas, enriqueciendo más a quienes más tienen, reduciendo el gasto público en sanidad y educación, vaciando la caja de las pensiones, atacando a las libertades civiles, manipulando el poder judicial, favoreciendo aún más a la Iglesia Católica, obstaculizando la llegada de las personas inmigrantes, negando la solidaridad a las refugiadas, negándose al diálogo con las autoridades de Catalunya...
Son ejemplos que me han venido de improviso, pero seguro que me faltan más. Son motivos más que suficientes para desacreditar al personaje. Por ello puede recuperarse la frase que acuñó en su día su antecesor en la dirección del partido, cuando lanzaba aquello de "¡Váyase, señor González!". Ahora correspondería decir: ¡Váyase, señor Rajoy!