Ayer se hizo público en el periódico Le Monde un manifiesto, suscrito por 100 mujeres (actrices, escritoras, periodistas, intelectuales...), que está levantando ampollas. Ha salido al paso de la campaña #MeToo ("Yo, También") lanzada hace unos meses para denunciar el acoso que sufren las mujeres en los distintos ámbitos laborales y que se focalizó inicialmente sobre el conocido productor Harvey Wenstein.
El contenido del escrito no tiene desperdicio. Se defienden cosas que pueden resultar sorprendentes, a la vez que se distorsionan otras. Por eso conviene leerlo con detenimiento. Como punto de partida se expresa: "la violación es un crimen, pero el coqueteo insistente o torpe no es un delito ni la galantería es una agresión machista". Pero si lo primero no da lugar a dudas, lo que le sigue es más que susceptible de que sí lo sea.
Se dice en el manifiesto que con la situación a la que se ha llegado "nos ordenan hablar bien, a callar las cosas que incomodan y las que se niegan a aceptarlo son miradas como traidoras, como cómplices". Se considera, así mismo, que lo que está ocurriendo es propio del puritanismo, desde el que se utilizan, "en nombre del supuesto bien general, los argumentos de la protección de las mujeres y de su emancipación para encasillarlas mejor en un estatus de eternas víctimas". El resultado es una "justicia expeditiva que ya tiene sus víctimas, los hombres castigados en el ejercicio de su profesión, obligados a renunciar, etc., a los que se culpa de tocar una rodilla, tratar de robar una beso, hablar de cosas 'íntimas' durante una cena profesional o haber enviado mensajes de naturaleza sexual a una mujer".
Una de las firmantes, Abnouse Shalmani, había escrito días antes el artículo "Por qué ya no soy feminista", publicado en la revista Marianne, en el que dice que "el feminismo ha derivado a estalinismo con todo su arsenal: acusación, ostracismo, condena". Otra de las firmantes, Elisabeth Lévy, directora de Caseur, considera que existe un acoso sobre los hombres desde lo que denomina neofeminismo. En el caso de Peggy Sastre, su libro La dominación masculina no existe lo dice todo.
Me
pregunto si la denuncia del acoso sexual es puritanismo. También, si el hacerlo
es una forma de condenar sumariamente a quienes acosan.