Ayer he estado en la primera sesión del Congreso "Las otras protagonistas de la Transición", que se está celebrando en el Centro Cultural Buenavista de Madrid. Está organizado por la Fundación Salvador Seguí, ligada al sindicato CGT, y cuenta con la colaboración de profesorado de varias universidades españolas.
La apertura corrió a cargo del escritor y periodista Guillem Martínez, cuya disertación se centró en una valoración de los planteamientos teóricos y la práctica desarrollada durante aquellos años por el movimiento libertario. Luego se fueron sucediendo, hasta tres turnos, las distintas mesas temáticas, en cada una de las cuales intervinieron ponentes en un número que oscilaba entre 4 y 8.
Por mi parte asistí por la mañana a la mesa "Mancha de aceite versus carpe diem", centrada en las experiencias del movimiento obrero desarrolladas en el País Vasco, en dos de los casos referidas a los sucesos de Vitoria de marzo de 1976 y en los otros dos a Vizcaya y Guipúzcoa. Por la tarde estuve en la mesa "Cultura y feminismo: roles de género y movimiento libertario", donde participó, entre otras tres, la conocida historiadora estadounidense Martha Ackelsberg, que se centró en las continuidades y novedades en el grupo Mujeres Libres de finales de los setenta en relación al surgido durante los años de la Segunda República.
Finalmente tuve el honor de participar en una de las mesas, "La experiencia militante: memorias y trayectorias", con la comunicación "De la clandestinidad a la legalidad. El PTE y la JGR en Salamanca (1974-1980)". Dentro del elevado número de comunicantes, ocho en total, lo que se expuso resultó interesante y diverso, completado con el debate posterior, incluyendo a quienes intervinieron desde el público.
En otra ocasión publicaré el contenido de mi comunicación, así como la que me corresponde presentar hoy, pero no está de más referirme a varios cuestiones relacionados con la mesa en la que participé y que incluso puede extenderse al resto. Hay bastantes personas que se está dedicando a tratar ese momento de la historia, bien como investigación o bien como recuperación de la memoria en sus distintas formas. Las investigaciones se están haciendo desde distintas perspectivas y están participando además las nuevas generaciones en disciplinas como la Historia, la Sociología, la Ciencia Política, la Literatura, etc. No podemos deslindar este interés de un hecho de máxima importancia, que es visibilizar a un sector de la oposición a la dictadura, la izquierda radical, que jugó un papel importante en su momento. Visibilizarla y, a la vez, ofrecer interpretaciones alternativas a las oficiales o las más extendidas, que han tendido a mitificar a personajes y hechos en tal medida que distorsionan, cuando no falsifican, lo ocurrido.
Resulta ineludible que se mezcle lo personal, desde las propias experiencias y trayectorias, con lo más propio del campo científico. Varias intervenciones, de comunicantes y del público, tendieron a primar lo primero en detrimento de lo segundo, lo que da lugar, al menos, a cierta distorsión en el conocimiento. Entiendo por tratamiento científico como una búsqueda del conocimiento mediante el planteamiento de cuestiones previas sobre el objeto de investigación, la indagación en fuentes y su posterior tratamiento, y la presentación de conclusiones que den luz a los logros obtenidos.
Hoy proseguirá el Congreso, que promete seguir siendo interesante. Ya contaré mi propia experiencia.