Cuando se produce el golpe de estado Aitá se va, como es de prever, al frente, alistándose a las tropas sublevadas, mientras don Juan Manuel y su hijo desaparecen. Comienza un nuevo periodo donde todo cambia. Hasta la escuela se torna distinta y la maestra, doña Irene, le hace reflexionar sobre la guerra y deja que se hable en su lengua. Ve nacer a su hermano. Y con su amigo Josemari, hijo de un gudari, va descubriendo muchas cosas. Se sorprenden de Esteban, el joven comunista que trabaja en Éibar, cuando toma un fusil para defender la república y grita lo de uhachepé. Se dejan convencer por el cura para comer hostias antes que sean profanadas, pero a cambio de poder beber vino. Palpan los pies fríos del cadáver del sargento de la guardia civil fusilado tras fracasar su intento de tomar el pueblo. Sienten la presencia de la gente detenida, separada apenas por un tabique en la escuela. Oyen lo que dice el alcalde nacionalista, Félix, que repite que "esta guerra no es de los vascos". Ven el paso de los aeroplanos alemanes que lanzan bombas y la muerte de uno de esos pilotos. Se hacen amigos de un soldado navarro ateo que les regala chocolate de vez en cuando y les invita a fumar tabaco liado en "papel de la Biblia porque es más fino"...
Hasta que llegan los otros navarros y con ellos don Juan Manuel Garaicoa, que volverá a ser nombrado alcalde. Y en la escuela aparecerán una bandera nueva y un crucifijo. Y tendrán que rezar cada día. Y volverán los desprecios e insultos de Juanmanuel, ahora jefe de los flechasypelayos. Y acabará llegando el Aitá, pero mutilado de piernas, sin que haya olvidado humillar a la Amá y se dedique ahora a planear represalias porque "¡Esto aún no ha terminado!". Y Josemari, mientras tanto, pensará en su padre, "preso en Santoña" y condenado a muerte. Con el tiempo aprenderán a sobrevivir en la nueva situación. Y como se vigila continuamente lo que habla la gente, prepararán una coartada genial: la llegada de un circo alemán, el Kronen, del que dicen que "será colosal".