Se llama José Castro y es juez. Su caso me resulta peculiar, porque lo veo atrevido. Y mucho. Lo llaman el azote de la corrupción y es que donde vive y actúa, las Baleares, hay para dar y tomar. El archipiélago es uno de los paraísos... de la corrupción. Sí, así, corrupción, donde el dinero corre a raudales en forma de favores, comisiones, recalificaciones, sobornos, financiaciones de algunos partidos, enriquecimientos personales rápidos... Y ahí es donde el juez Castro no ha parado. Me imagino que hasta donde ha podido o le han dejado. Veamos algunos ejemplos. El caso Calviá, por el intento de compra por el PP a un concejal del PSOE. El caso del túnel de Sóller, con la financiación al PP y el Gabriel Cañellas, del PP, viéndose obligado a dimitir como presidente de la comunidad. El caso Palma Arena, donde se duplicó el coste de lo presupuestado para la construcción de un velódromo, con Jaume Matas, que había sido también presidente, directamente implicado. Ahora el caso Noos, con Iñaki Urdangarín y su esposa... En los casos de Matas y el de Urdangarín existen, además, ramificaciones, lo que da pistas de su dimensión.
Al juez, sin embargo, se la están montando. Ya lo hicieron cuando, después de haber imputado a la infanta, ésta acabó saliendo indemne gracias al recurso de la fiscalía y la posterior decisión de la Audiencia de Palma de Mallorca. Ahora vive tan tranquila en Suiza, con buenos emolumentos. Desde hace unos días se sabe de los recursos de Urdangarín y algún fiscal para que el sumario del caso Noos pase a otra comunidad, la valenciana, donde la cosa le puede resultar más favorable al yerno del rey y esposo de la infanta. Valencia, otro de los paraísos de la corrupción, pero con titulares de juzgado con menos atrevimiento. Pero la cosa no queda ahí. Han aparecido unas fotografías chuscas, publicadas por ABC y aireadas por el entorno mediático de la corte, donde el juez está hablando con una abogada de la acusación particular en una cafetería. Vaya si le tienen ganas.