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miércoles, 8 de agosto de 2012
Dejar morir al Bosque Encantado
Corrían
los primeros años de los 90 en Salamanca cuando Agustín Ibarrola tuvo la idea de recuperar
para el arte los olmos –o negrillos, como los conocíamos en mi ciudad- que
fenecían por la enfermedad de la grafiosis. Con la ayuda de estudiantes de la
facultad de Bellas Artes fue pintándolos en algunos parques y calles, y acabó
creando un bosque de esos árboles junto al río Tormes, a los pies del viejo
puente romano, al que llamó Bosque Encantando, inspirado en el más célebre
Bosque de Oma que creó con pinos canadienses cerca de Guernica. Las críticas de
la caverna mediática –sobre todo La Gaceta , con el
vocero Pedro Casado al frente- y política salmantina arreciaron, tildando al
proyecto, al artista y al entonces alcalde –Jesús Málaga, del PSOE- con
todo tipo de improperios. Pasaron los años y la cosa quedó a medio hacer, sin
que se olvidaran las críticas y mofas. A finales de la década y siglo, ya con
un alcalde del PP, se logró un adecentamiento del lugar para que los viejos
olmos pudieran mostrar sus colores y formas. Siempre tuve la sospecha que el
cambio de actitud por parte de quienes gobernaban en el ayuntamiento,
acompañado de otro en la propia caverna mediática, se debió a la implicación de
Ibarrola en la lucha contra ETA y la creación del colectivo ¡Basta, ya! -1996: Ortega
Lara; 1997: Blanco…-. Criticarlo podría resultar extemporáneo. En una visita que
hice con mi hermano Seve hace un par de años tomé unas fotos del bosque. Estaba
abandonado, pero todavía tenía vida. Quizás era demasiado optimista. Hace unos
días me enteré de su desaparición. El domingo estuve allí y pude constatarlo. A su bosque lo dejaron morir, que es otra forma de matar. El artista, según he podido leer, está triste. Normal. Quizás nunca supo que lo
utilizaron.