Hace unos días recordé a mis alumnos y alumnas de 3º de ESO que tenían que leer al menos uno de los libros que el departamento ha programado para el presente curso. Habíamos estado leyendo en clase los primeros capítulos de Al límite de nuestras vidas. La conquista del polo, obra de Philippe Nessman, como en otra ocasión hicimos con el otro de los libros, En busca del río sagrado. Las fuentes del Nilo, del mismo autor. En general pasamos un rato agradable y pudimos intercambiar opiniones e información acerca de su contenido en un tema que resulta atractivo por el componente de aventura que tiene. Ya al final clase, cuando intentaba que se animaran para que se hicieran con algún ejemplar, bien de la biblioteca del centro o bien comprándolo, una alumna me lanzó la frase “las vacaciones están para disfrutarlas”. Al margen de mi respuesta –algo parecido a que “hay mucha gente disfruta de la lectura”-, mi consuelo fue que se llevaron los cinco ejemplares que había sacado de la biblioteca.
En segundo de bachillerato, dentro de la asignatura Sociología, uno de los grupos está haciendo un trabajo sobre lo que lee el alumnado de 4º de ESO y 1º de Bachillerato del instituto. Entre otras cosas, pretenden saber si lo que leen es por obligación y si lo que les obligan les resulta aburrido. Aún no lo han acabado, pero por lo que llevan trabajado promete ser interesante.
No comparto la opinión de que hoy se lea menos que antes. Tampoco dispongo de datos y me suena más a lo de que antes sabíamos más y demás monsergas, dentro del mito de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Sea lo que fuere, sigo pensando que la lectura es enriquecedora. Socialmente, muy útil. Para mí, altamente atractiva y fascinante. Un verdadero disfrute.