No hay grandes discrepancias en los datos de la economía sumergida existente en los países de la Unión Europea y, más en concreto, de España. Pero resulta lógico que, por su propia naturaleza, no se sepan los datos reales, al estar al margen del control público. Siendo estimaciones que tienen un valor más o menos aproximado, reflejan, no obstante, una realidad con importantes repercusiones sociales.
Siguiendo los datos que publicó la revista Expansión a finales del año pasado, España, con alrededor del 20%, se encuentra entre los cuatro países de Europa Occidental con una mayor presencia de la economía sumergida, en el mismo nivel que Portugal y sólo superado por Italia y Grecia. Los sectores donde se encuentra más presente son los de la construcción, el trabajo autónomo, el comercio, las inmobiliarias y el turismo.
Siguiendo los datos que publicó la revista Expansión a finales del año pasado, España, con alrededor del 20%, se encuentra entre los cuatro países de Europa Occidental con una mayor presencia de la economía sumergida, en el mismo nivel que Portugal y sólo superado por Italia y Grecia. Los sectores donde se encuentra más presente son los de la construcción, el trabajo autónomo, el comercio, las inmobiliarias y el turismo.
Resulta evidente que esos sectores han estado entre los más directamente relacionados con el modelo de crecimiento que se ha ido configurando en España desde los años noventa. Un modelo muy frágil en lo puramente económico, al depender de la coyuntura de crecimiento general y del fuerte componente especulativo que ha tenido. Pero frágil también en su vertiente social, dada la calidad del empleo que han generado, con una mezcla de desregulación laboral (contratos eventuales, despido barato…), incumplimiento de la normativa laboral (jornadas, vacaciones, derechos sociales…) e incluso de economía sumergida (ausencia de contratos).
La actual crisis está llevando a un buena parte de la mano de obra al paro, cuantificado actualmente en más de cuatro millones. Un porcentaje importante se ha nutrido de los sectores antes aludidos. Así mismo, lo ha hecho de la población más joven que, dejando los estudios en cualquiera de los niveles, accede al mercado de trabajo por primera vez. Pero no sólo, pues, como ha señalado Vincenç Navarro, el paro está golpeando a los sectores más directamente vinculados con el gasto público y en especial la sanidad y la educación. A todo esto debemos añadir que afecta más a las mujeres que a los varones.
He estado buscando información estos días acerca de las causas del elevado nivel de paro que hay en nuestro país. En parte se puede explicar por lo que he estado exponiendo en las líneas anteriores. Pero no he encontrado análisis más concretos sobre la realidad del paro y la relación que tiene con la economía sumergida. Me atrevo a añadir que una parte importante del paro no lo es real, sino sólo nominal. Teniendo en cuenta la tradicional fuerte presencia de la economía sumergida, ésta sigue siendo una importante fuente de empleo, que en las condiciones de crisis le resulta más beneficiosa a quienes la utilizan por ser más barata.
No creo que se pueda sostener socialmente el nivel de paro si nos atenemos a los datos oficiales que se dan. Los colchones sobre los que se sustenta el equilibrio social en nuestro país son diversos: de un lado están los beneficios derivados del gasto público, como son la sanidad y la educación gratuitas, los diversos subsidios que llegan a las familias (desempleo, becas, ayudas sociales, pensiones…); y de otro el papel que juega la familia, donde existe una fuerte solidaridad interna. Pero creo que estos colchones no lo explican todo y la presencia de la economía sumergida resulta primordial. Veámoslo.
Incluso en las situaciones de crisis sigue aumentando la brecha entre las rentas de trabajo y las de capital, y en éstas más las del financiero. Las grandes empresas siguen obteniendo importantes beneficios, siendo las más pequeñas las que más sufren. Pero es la mano de obra la que tiene que soportar el paro, la desregulación laboral, la rebaja real de los salarios y los recortes del gasto público social. La economía sumergida reporta importantes beneficios a quienes la controlan porque evitan pagar al fisco, a la vez que se aprovechan de una mano de obra bastante más barata en forma de salarios más bajos, jornadas de trabajo más elevadas, ausencia de derechos sociales y evasión de la cotización a la seguridad social. Quienes se emplean en ellas pueden obtener recursos que de otra forma no tendrían, pero, usando una frase del mundo jornalero andaluz, eso sólo es “pan para hoy y hambre para mañana”.