Cuando queda poco para que acabe el mes no puedo por menos que alegrarme de los resultados electorales de los grupos de izquierda en Alemania y Portugal el pasado domingo. Resultados que reflejan un aumento en el apoyo a los planteamientos políticos de izquierda, al margen de los llamados partidos socialistas o socialdemócratas, que en las últimas décadas y en mayor medida desde mediados de los 90 no han hecho más que escorarse hacia las políticas neoliberales y atlantistas, coincidentes en lo fundamental con los tradicionales partidos conservadores.
Alemania está resultando en estos momentos un verdadero laboratorio político, con los dos partidos tradicionalmente más votados, la CDU (democristiana, flanqueada a su derecha por la CSU bávara) y el SPD (socialdemócrata), en receso (han conseguido los peores resultados desde la constitución de la RFA en 1949), mientras los partidos minoritarios, el FDP (liberal), Los Verdes y el más reciente Die Linke (La Izquierda), han superado el 10% cada uno, sumando el 36% de los votos. Al margen de que el futuro gobierno sea previsiblemente de coalición conservadora entre la CDU y el FDP, se ha constatado un claro batacazo del SPD (23%), cuyas pérdidas se han ido a La Izquierda, Los Verdes y la abstención (que ha aumentado).
El objetivo de La Izquierda era aumentar los resultados de cuatro años antes e incluso convertirse en la tercera fuerza política del país. El 12% de los votos ha sido insuficiente, dado el crecimiento de los liberales (13,5%), pero resulta altamente positivo y significativo. De partida conviene aclarar dos cosas: ese partido es producto de la fusión en 2007 del antiguo PDS, heredero en parte del antiguo SED (comunista) de la RDA, y de la WASG, formado por sectores sindicales y políticos descontentos con el SPD, liderados por Oscar Lafontaine, En las elecciones de 2005 ya concurrieron juntos, obteniendo un 8,5% de apoyo electoral. En las diversas elecciones regionales y municipales el crecimiento ha continuado, con regiones y municipios donde son la primera fuerza política o gobierna en coalición con el SPD y/ Los Verdes, dependiendo de las circunstancias.
Su crecimiento se basa en varios factores. Uno, el apoyo que siempre tuvo en los lands (regiones) de la antigua RDA el PDS, donde era el segundo partido. Otro, la aportación que ha supuesto el grupo de Lafontaine, con importante presencia en los territorios industriales del oeste. Un tercero es la creación de un nuevo partido muy dinámico y atrevido, donde se conjugan los planteamientos tradicionales de la izquierda (igualdad social, empresas públicas…) y los nuevos (no a la OTAN y a la energía nuclear, apoyo a los gobiernos progresistas de América, feminismo…). Una amalgama de medidas al que se le une su fuerte imbricación en los movimientos sociales, incluidos los sindicatos, la incorporación de importantes sectores de las jóvenes generaciones, el aumento de la presencia de las mujeres en la militancia (son con diferencia el partido con más mujeres, cercana al 40%), la dirigencia y los cargos públicos, e incluso su política de pactos, flexible y sobre la base de programas concretos.
Los resultados esconden, no obstante, realidades aparentemente ocultas que conviene analizar. La izquierda se ha convertido en el primer partido de los lands de la antigua RDA, con un porcentaje de votos superior al 30%, lo que refleja el descontento existente en esos territorios. Existe la idea en buena parte de esta población de que la unificación no ha sido tan buena como se les prometió y como mucha gente soñó. El capitalismo no es sinónimo de igualdad y esos lands sufren más el paro, los servicios públicos deficientes o la delincuencia, agudizados por la crisis actual. Existe cierta nostalgia de la RDA, aunque en La Izquierda se ha dejado claro que sin desmerecer los aspectos positivos del anterior régimen (mayo protección social), existía un claro déficit en derechos y libertades. En los lands de la antigua RFA, y sobre todo de la parte oeste, el crecimiento de La Izquierda ha sido considerable, lo que roto el estigma que el antiguo PDS tenía y, quizás lo más importante, abre un importante horizonte de cara al futuro, con un SPD en el dilema de mantenerse en su “socialismo liberal” actual (término que acuñó Schroeder) o escorarse a la izquierda.
El papel de Los Verdes resulta enigmático. Es cierto que se han beneficiado de la crisis del SPD, pero también que la deriva que cogieron en los años 90 y, sobre todo, cuando entraron el gobierno de Schroeder, no les beneficia. Con Fischer como ministro de Exteriores su política atlantista y, por ende, su defensa de la intervención militar en Yugoslavia y Afganistán, además del apoyo a la política neoliberal, no hicieron de ese partido sino una caricatura de su programa primigenio: ecología y pacifismo.
Ya para terminar, destacar dos cosas más. Una, el espíritu unitario con que han actuado grupos y personas de orígenes y trayectorias políticas diferentes. Han puesto por encima de todo la unidad dentro de un programa de izquierda común, donde conviven distintas tendencias, pero que hasta ahora han respetado los acuerdos que les unen. Algo que en gran medida ocurrió con IU desde su nacimiento, sobre todo durante los años 90, con Julio Anguita como coordinador general. Una lección que debe ayudarnos, en vez de defender la creación de más opciones electorales, a modo de capillitas, donde prima lo particular en lugar de tantas cosas que unen a los sectores sociales y políticos de la izquierda en el país. Lo ocurrido en las últimas elecciones europeas no debe repetirse.
Alemania está resultando en estos momentos un verdadero laboratorio político, con los dos partidos tradicionalmente más votados, la CDU (democristiana, flanqueada a su derecha por la CSU bávara) y el SPD (socialdemócrata), en receso (han conseguido los peores resultados desde la constitución de la RFA en 1949), mientras los partidos minoritarios, el FDP (liberal), Los Verdes y el más reciente Die Linke (La Izquierda), han superado el 10% cada uno, sumando el 36% de los votos. Al margen de que el futuro gobierno sea previsiblemente de coalición conservadora entre la CDU y el FDP, se ha constatado un claro batacazo del SPD (23%), cuyas pérdidas se han ido a La Izquierda, Los Verdes y la abstención (que ha aumentado).
El objetivo de La Izquierda era aumentar los resultados de cuatro años antes e incluso convertirse en la tercera fuerza política del país. El 12% de los votos ha sido insuficiente, dado el crecimiento de los liberales (13,5%), pero resulta altamente positivo y significativo. De partida conviene aclarar dos cosas: ese partido es producto de la fusión en 2007 del antiguo PDS, heredero en parte del antiguo SED (comunista) de la RDA, y de la WASG, formado por sectores sindicales y políticos descontentos con el SPD, liderados por Oscar Lafontaine, En las elecciones de 2005 ya concurrieron juntos, obteniendo un 8,5% de apoyo electoral. En las diversas elecciones regionales y municipales el crecimiento ha continuado, con regiones y municipios donde son la primera fuerza política o gobierna en coalición con el SPD y/ Los Verdes, dependiendo de las circunstancias.
Su crecimiento se basa en varios factores. Uno, el apoyo que siempre tuvo en los lands (regiones) de la antigua RDA el PDS, donde era el segundo partido. Otro, la aportación que ha supuesto el grupo de Lafontaine, con importante presencia en los territorios industriales del oeste. Un tercero es la creación de un nuevo partido muy dinámico y atrevido, donde se conjugan los planteamientos tradicionales de la izquierda (igualdad social, empresas públicas…) y los nuevos (no a la OTAN y a la energía nuclear, apoyo a los gobiernos progresistas de América, feminismo…). Una amalgama de medidas al que se le une su fuerte imbricación en los movimientos sociales, incluidos los sindicatos, la incorporación de importantes sectores de las jóvenes generaciones, el aumento de la presencia de las mujeres en la militancia (son con diferencia el partido con más mujeres, cercana al 40%), la dirigencia y los cargos públicos, e incluso su política de pactos, flexible y sobre la base de programas concretos.
Los resultados esconden, no obstante, realidades aparentemente ocultas que conviene analizar. La izquierda se ha convertido en el primer partido de los lands de la antigua RDA, con un porcentaje de votos superior al 30%, lo que refleja el descontento existente en esos territorios. Existe la idea en buena parte de esta población de que la unificación no ha sido tan buena como se les prometió y como mucha gente soñó. El capitalismo no es sinónimo de igualdad y esos lands sufren más el paro, los servicios públicos deficientes o la delincuencia, agudizados por la crisis actual. Existe cierta nostalgia de la RDA, aunque en La Izquierda se ha dejado claro que sin desmerecer los aspectos positivos del anterior régimen (mayo protección social), existía un claro déficit en derechos y libertades. En los lands de la antigua RFA, y sobre todo de la parte oeste, el crecimiento de La Izquierda ha sido considerable, lo que roto el estigma que el antiguo PDS tenía y, quizás lo más importante, abre un importante horizonte de cara al futuro, con un SPD en el dilema de mantenerse en su “socialismo liberal” actual (término que acuñó Schroeder) o escorarse a la izquierda.
El papel de Los Verdes resulta enigmático. Es cierto que se han beneficiado de la crisis del SPD, pero también que la deriva que cogieron en los años 90 y, sobre todo, cuando entraron el gobierno de Schroeder, no les beneficia. Con Fischer como ministro de Exteriores su política atlantista y, por ende, su defensa de la intervención militar en Yugoslavia y Afganistán, además del apoyo a la política neoliberal, no hicieron de ese partido sino una caricatura de su programa primigenio: ecología y pacifismo.
Ya para terminar, destacar dos cosas más. Una, el espíritu unitario con que han actuado grupos y personas de orígenes y trayectorias políticas diferentes. Han puesto por encima de todo la unidad dentro de un programa de izquierda común, donde conviven distintas tendencias, pero que hasta ahora han respetado los acuerdos que les unen. Algo que en gran medida ocurrió con IU desde su nacimiento, sobre todo durante los años 90, con Julio Anguita como coordinador general. Una lección que debe ayudarnos, en vez de defender la creación de más opciones electorales, a modo de capillitas, donde prima lo particular en lugar de tantas cosas que unen a los sectores sociales y políticos de la izquierda en el país. Lo ocurrido en las últimas elecciones europeas no debe repetirse.