Se cumple este año el 90 aniversario de los sucesos de Casas Viejas. De la masacre sufrida por campesinos de la localidad gaditana a manos de las fuerzas del orden, que provocaron la muerte de 26. En 1998 escribí el breve artículo "Recuperar Casas Viejas sin miedo y sin vergüenza", en el que pretendía poner de relieve lo ocurrido en Casas Viejas y reivindicando al campesinado que sufrió la represión indiscriminada. Fue publicado en boletín Debate Ciudadano de Barbate (n. 26, abril), dentro de la columna fija "Torre del Tajo". Reproduzco el escrito original, si bien he añadido ahora unas notas aclaratorias, que ya incluí en la recopilación que en 2003 hice de lo publicado en dicha columna y que titulé Acercar la Historia para ayudar a comprenderla. La Historia vista desde lo reciente (1995-1999).
Recientemente
el vecino pueblo de Benalup de Sidonia ha decidido recuperar el nombre de Casas
Viejas, cambiado en 1933 para hacer olvidar los sucesos ocurridos en enero de
ese año. La lucha del campesinado por la tierra ha sido un componente básico de
la historia de Andalucía desde el siglo XIX. Esta lucha le obligó a dotarse de
unas formas organizativas y de entender el mundo propias, hasta tal punto que
fueron -y siguen siendo- un componente fundamental de la identidad andaluza. La
razón no era otra que su reivindicación de aquello que le habían usurpado.
Desde 1837 se dio una lucha enconada por hacerse con los abolidos señoríos
jurisdiccionales (tierras, propiedad o no de los señores feudales, en las que
impartían justicia y percibían del campesinado diversas rentas o tasas), cuya
propiedad efectiva pasó con rapidez a manos de los antiguos señores, a la vez
que las tierras expropiadas a la iglesia católica, subastadas en grandes lotes,
quedaron en manos de compradores con alto poder adquisitivo. Desde 1855 estos
grupos se beneficiaron aún más de la venta de bienes municipales (una excepción
de los cuales fueron las tierras de hazas de la suerte de Vejer (1), excluidas definitivamente en 1886).
Se formó así una oligarquía agraria, propietaria de grandes extensiones de
tierra, muy relacionada entre sí mediante vínculos matrimoniales y
estrechamente vinculada al poder político. El reverso de la moneda fue la
conversión del campesinado en jornaleros sin ningún tipo de tierra (individual
o comunal) y el drama de su existencia social fue la condena a la peor de las
miserias: hambre, analfabetismo, paro, humillación, etc. Su rabia se tradujo en
una conflictividad social intensa, que fue dando lugar a una enorme y heroica
capacidad de movilización. Eran las agitaciones campesinas, término que Díaz del Moral (2) popularizara con su libro en
los primeros años de este siglo. Al principio, cuando disputaban la propiedad
de las tierras con sus oponentes sociales, protagonizaron ocupaciones de
tierras y rebeliones, espontáneas o dirigidas por políticos demócratas o
republicanos (recuérdese Pérez del Álamo en Loja) (3). En el último cuarto del XIX,
cuando el poder político dispuso de capacidad suficiente para estabilizar la
gran propiedad agraria, se dotaron de organizaciones y publicaciones propias,
de una gama variada de métodos de lucha (ocupaciones, huelgas, etc.) y de
ideologías que buscaban un futuro igualitario y justo. El anarquismo fue la
ideología más extendida en los campos andaluces, entendido como una forma nueva
de establecer las relaciones humanas, basadas en la igualdad, la no explotación
de unas personas por otras y la desaparición de cualquier tipo de autoridad. La
represión contra el campesinado en general y contra el movimiento anarquista en
particular fue muy dura, hasta el punto que llegaron a manipular situaciones
con el fin de asestar golpes duros e indiscriminados contra las organizaciones
obreras nacientes (así ocurrió con los sucesos de la Mano Negra por los años 80
del pasado siglo). Cuando llegó la IIª República la desesperanza se adueñó en
seguida de los jornaleros, que vieron cómo la reforma agraria (4) se retrasaba o no colmaba sus aspiraciones.
Así podemos entender lo que ocurrió en Casas Viejas entre los días 11 y 12 de
enero de 1933, cuando un grupo de campesinos se sumó al llamamiento
insurreccional de la CNT con la
intención -y creyendo que lo hacían a la vez con otros pueblos- de hacer la
revolución e instaurar el comunismo libertario. El resultado fue una matanza de
21 personas (la del grupo que se refugió en la casa del "Seisdedos" y
la que siguió contra los sospechosos), realizada por la guardia civil y la de
asalto, al mando del capitán Rojas (5). La tragedia se hizo pública días después,
provocando una gran conmoción en la opinión pública. Hoy día sabemos que el
gobierno republicano-socialista de entonces, presidido por Azaña, no fue el
responsable directo de la matanza, pero sí del tratamiento pasivo de los
sucesos. Lo ocurrido en Casas Viejas separó aún más de la República a los
sectores sociales y políticos defraudados por su inoperancia en la resolución
de viejos problemas (el más importante, sin duda, el de la tierra). Las
elecciones que hubo meses después llevaron a
algunos sectores de la población a no votar (6) y a que
los partidos de derecha triunfaran. Fue una lección, que todavía hoy
merece ser recordada. La recuperación del viejo nombre en ningún caso debe ser
motivo de vergüenza, sino de todo lo contrario.
(1) Las hazas de suerte resultan una institución peculiar en la mitad sur peninsular como residuo de los siglos medievales tras la conquista del estado árabe-musulmán por la corona de Castilla durante el siglo XIII. Se trata de una práctica de reparto de tierras por el monarca a los repobladores que generó un permanente conflicto entre los vecinos de Vejer de Frontera y el ducado de Medina Sidonia. Si durante el siglo XVI un vejeriego llamado Juan Relinque consiguió de la chancillería de Granada recuperar el uso y disfrute para los vecinos de esas tierras, que es de cuando data la práctica del sorteo, durante el siglo XIX el conflicto se produce, dentro del contexto de las desamortizaciones, por definir la naturaleza de esos bienes. La desamortización de bienes municipales afectó a los conocidos como bienes de propios (es decir, de propiedad de los ayuntamientos, dedicados preferentemente al cultivo, pero de disfrute por los particulares previo pago de alguna renta). Por otra parte, quedaban excluidos los bienes comunales (que podían ser utilizados por cualquier vecino y se dedicaban a tareas de pastoreo, recogida de leña o labores posteriores a la cosecha). La desamortización de 1855 incluyó a las tierras de hazas de suerte dentro de este último tipo, pero el empeño de los vecinos de Vejer hizo que fuesen finalmente consideradas como bienes comunales. El que las hazas de suerte estén hoy repartidas entre los municipios de Vejer y Barbate se debe al hecho de que en 1938 Barbate se segregó del municipio matriz de Vejer, dividiéndose las tierras del término y con él las tierras de hazas.
(2) Notario de la localidad cordobesa de Bujalance,
vinculado a los planteamientos reformistas del primer tercio del siglo XX tanto
en política como en la política agraria, y estudioso de los movimientos campesinos
contemporáneos. Fruto de este trabajo fue la modélica obra Historia de las
agitaciones campesinas andaluzas, publicada por primera vez en 1928.
(3) Rafael Pérez del Álamo era un albéitar
(veterinario) granadino de Loja que lideró
en 1861 una revuelta con unos diez mil campesinos armados entre
las provincias de Córdoba, Granada y Málaga,
llegando a tomar Loja. Sus objetivos fueron derribar la monarquía y recuperar las tierras
perdidas por el campesinado.
(4) En
setiembre de 1932 fue aprobada la ley de Bases para la Reforma Agraria
con el objetivo de repartir tierras al pequeño campesinado entre las grandes propiedades, sobre todo de
la antigua nobleza.
(5) Condenado a 21 años de prisión como principal responsable de la matanza, fue liberado de la prisión de Granada por los golpistas en julio de 1936, poniéndose al frente de patrullas falangistas que llevaron a cabo la represión en dicho municipio; llegó a participar en la búsqueda de Federico García Lorca.
(6) La postura
tradicional en los medios anarquistas era la abstención electoral, pero eso no
quitaba que entre la afiliación de la
CNT y a título individual se apoyara a determinados partidos.
Los sucesos de Casas Viejas provocaron un mayor retraimiento en el mundo de
influencia anarquista.