Susana Díaz está a punto para anunciar formalmente la convocatoria anticipada de elecciones en Andalucía. Se consumaría así el fin del pacto de gobierno entre PSOE e IU-CA. Después de ir preparando el terreno en los últimos días, el fin de semana lo está dedicando a transmitir la decisión a su partido y a su gente. Después de distorsionar la idea de consulta interna que IU tenía prevista para evaluar el cumplimiento del pacto de gobierno, Díaz está lanzando su propio mensaje, el de coger el tren de Andalucía.
Esta situación me recuerda, salvando las distancias, a lo ocurrido entre 1995 y 1996, cuando el gobierno de Manuel Chaves, en minoría, no fue capaz de sacar adelante los presupuestos. Poco antes había cedido ante su jefe supremo, Felipe González, que le ninguneó en su defensa del pacto con IU-CA, entonces con Luis Carlos Rejón al frente, sobre la deuda andaluza, contemplada en el Estatuto de Andalucía de 1981. El envite, aderezado en aquel tiempo con el mito de "la pinza", le salió bien a Chaves. La tan cacareada pinza de Andalucía no fue tal, excepto el acuerdo entre PP, PA e IU-CA para dejar la presidencia del Parlamento en Diego Valderas. Toda una gran mentira, amplificada con un apoyo mediático poderoso. El PSOE pudo gobernar con el apoyo de la derecha nacionalista, representada en el PA, mientras IU-CA lo pagó con la pérdida de cinco puntos (pasó del 19,2% al 13,9%) y no tanto de apoyos numéricos, que fueron de unos 80.000 votos (pasó de 687.415 a 603.495).
No sé qué ocurrirá en esta ocasión. De entrada ha habido cambios en los actores: el PP está desorientado y perdiendo apoyos; el PA está desaparecido; UPyD no parece que consiga los apoyos suficientes y menos en esta tesitura; Podemos está todavía en su proceso de organización, con expectativas inferiores a las de otras partes; IU-CA, retroceda o no, aún mantiene niveles aceptables; y el PSOE, aun siendo la primera fuerza, estaría en los niveles de 2012. Un panorama favorable a Susana Díaz, pero relativamente. Veámoslo por partes.
Favorable, porque le daría el espaldarazo que necesita para sentirse legitimada por las urnas. También, porque ayudaría a su partido a romper la sucesión de derrotas electorales que suma desde 2011 y se prevé que continúe. No creo que su objetivo inmediato, como se ha repetido, sea la Moncloa. Sería un suicidio político, porque, por un lado, supondría tener que abandonar Andalucía y dejar a quien le sucediera la misma situación que vivió cuando sustituyó a Griñán, y, por otro, tener que lidiar una situación electoral que se prevé muy difícil fuera de Andalucía. Otra cosa son sus intenciones a medio plazo, una vez consolidada en Andalucía y despejado el panorama del conjunto del estado.
El problema para Díaz y el PSOE en Andalucía es que el mapa político ha cambiado, con un escoramiento hacia la izquierda, como hasta ahora están diciendo las encuestas. El dilema de Díaz sería con quién pactaría: ¿con Podemos, IU-CA o los dos?; ¿con el PP? A diferencia de otros territorios, las diferencias entre Podemos e IU-CA son menores, aunque falta por saber su cuantía, así como la suma de ambos grupos. No debemos olvidar que IU-CA dispone de arraigos no desdeñables, a veces fuertes, en determinados municipios del medio rural. Lo que sí está claro es que el mantenimiento del PSOE se basa en la fuga de votos desde el PP, lo cual requiere ser tenido en cuenta para poder entender la situación.
Las exigencias de IU-CA para que se siga cumpliendo el pacto de gobierno en 2015 han resultado inasumibles por el PSOE, para el que las leyes de banca pública, banco de tierras, renta básica o no dejar a nadie sin agua y electricidad estarían llenas de radicalidad. Pero para rechazarlas Díaz ha optado por enredar la cosa y calificarla, además, de deslealtad, no admitiendo que la militancia de IU-CA pueda evaluar el cumplimiento del pacto y añadiendo lo del viaje de Valderas a Tinduf. He defendido reiteradamente que Díaz representa la línea política tradicional del PSOE, proveniente del social-liberalismo de González y que Chaves cumplió a la perfección en Andalucía. Esa línea política no colisiona con los sectores moderados de la sociedad andaluza, que pueden votar indistintamente al PSOE, PP y PA. Y, ante todo, quiere dejar intactos los poderes reales establecidos. Una muestra está en los elogios que Díaz no para de recibir desde los medios de comunicación conservadores o los que en su día recibió durante la crisis de gobierno derivada del problema de la Corrala Utopía.
Hace unas semanas me referí a la singularidad política de Andalucía. Está por ver cómo se concreta. Si sigue en la dirección de siempre, con el PSOE hegemónico, o si vira hacia la izquierda, donde IU-CA y Podemos deben jugar un papel importante. Deseo que no se repita, bajo otras formas, lo ocurrido en 1996, cuando buena parte del electorado andaluz entregó un balón de oxígeno al PSOE. Sería importante que se rompiera esa inercia, la misma que ha impedido que la mayoría social de Andalucía pueda mejorar su situación material, que en amplios sectores es de clara emergencia desde que se inició la crisis. Supondría abrir un camino diferente, de recuperación de la tierra en toda su dimensión para el disfrute de quienes viven en ella. Y aquí el PSOE tiene que decantarse. Se trata de hacer posible, dentro los nuevos tiempos, el lema del himno andaluz: "¡Andaluces [y andaluzas], pedid tierra y libertad!".