Publicado en www.rebelion.org el 21 de octubre de 2006.
Se utiliza últimamente
mucho el término ciclo político. Pese a ello hasta ahora no ha tenido el éxito
de las diversas teorías sobre los ciclos económicos. Pero al margen de lo
adecuado o no, lo cierto es que en el mundo de la política se usa con bastante
frecuencia, no a modo de grandes periodos de tiempo, es decir, estructuras,
sino de ciclos más o menos cortos que suponen, en el fondo, aceptar que en un
país o en varios a la vez se está
produciendo una alternancia en el gobierno. Sus protagonistas serían los
partidos que representan las dos tendencias políticas mayoritarias: la
conservadora (partidos democristianos, conservadores o liberales) y la
progresista (básicamente los partidos socialistas o socialdemócratas, con el apoyo,
dependiendo las circunstancias, de verdes, comunistas...).
El ciclo progresista y
sus límites
No vamos a entrar aquí en
la naturaleza política de los actuales partidos socialistas o similares,
coincidentes en lo fundamental con los conservadores, como tampoco en la
catalogación de lo que es o no la
izquierda. Nos quedamos con la existencia de una conciencia en las
personas que les lleva a autoubicarse ideológicamente, lo que conlleva optar
por una tendencia u otra en cualquiera de sus variantes cuando depositan su
voto o simplemente no hacerlo (absteniéndose, votando en blanco...). En el
actual ciclo político de Europa ha predominado hasta ahora, y en líneas
generales, la tendencia progresista, en la medida que los partidos
conservadores han tenido dificultades para llegar a gobernar o poderse mantener
en el gobierno.
La derrota en España del PP, tras su política
ultraliberal y ultraatlantista y su gestión y manipulación del atentado de
marzo de 2004, marcó el momento culminante del ciclo progresista, precisamente
en un país donde la derecha política parecía estar sentando las bases de un
periodo de gobierno más amplio. Si a eso le unimos, siguiendo en España, que un
año antes las elecciones municipales habían marcado un pequeño avance de los
grupos progresistas, que en Cataluña a finales del mismo 2003 el tripartito de
PSC, ERC e IC-LV-EUiA acababa con 24 años de gobierno nacionalista conservador
o que en Galicia, ya en el 2004, PSG y BNG hacían lo propio con otros tantos
años de gobierno de AP/PP, el ciclo progresista parecía consolidarse. La
encuestas, además, han estado ratificando esa tendencia, pese a la estrategia
política tan dura desarrollada por el PP en frentes como el autonómico, las
conversaciones con ETA, la investigación del 11M, el religioso, el educativo,
la inmigración, los derechos civiles, algunos aspectos de la política
exterior, etc.
Pasado el verano y llegado
el otoño parece que las cosas están cambiando. Fuera de España la democristiana
Merkel ha conseguido recuperar para su coalición el primer puesto en Alemania,
aunque el partido socialdemócrata logró frenar el avance y se dio un avance de
la izquierda más radical. El “laborismo
liberal” de Blair parece agotado,
abandonado por sus bases sociales populares
y políticas progresistas, y con una naturalización de los apoyos hacia
el partido conservador. En Italia los grupos progresistas han podido in
extremis con Berlusconi y sus aliados. Lo que ocurra en Francia es difícil de
saber por ahora, pero en este país, al margen de quien gobierno, existe una
sociedad civil lo suficientemente activa como para cambiar de inmediato el
signo político del gobierno o derrotar iniciativas de envergadura. Esto último
ocurrió el año pasado con el referéndum de la Constitución europea
y el triunfo del no. En algunos casos se buscado la vía del acuerdo entre los
dos grandes partidos, como en Alemania y Austria, para la gobernabilidad del
sistema. Algo que, por cierto, se pensó en 2003 para Cataluña (PSC y CiU) y que
no es descartable en la actualidad si llegara el caso.
En España las cosas parecen distintas que al principio de
año. Cataluña, quizás una vez más, puede marcar otra tendencia. Lo ocurrido en
torno al Estatut, antes y tras el referéndum, ha influido en el PSC y ERC. El
primero, por la dualidad de su base social y de sus presupuestos políticos. El
segundo por la contradicción que vive entre su electorado nacionalista más
radical y el más moderado, que oscila entre CiU y ERC. CiU parece ser el más
beneficiado, desde la tradicional visión pactista y práctica de la burguesía y
sus aliados, lo suficientemente catalanista para atraer a los sectores
nacionalistas más moderados y moderada para no espantar a los sectores sociales
que representa, interesados ante todo de sus negocios. El PP, por su parte, nada en un contexto muy
difícil, porque su base social la tiene ocupada el nacionalismo conservador de
CiU, que además se espanta de la radicalidad anticatalana que existe en el
resto del estado y que tanto explotan dirigentes como Acebes y Zaplana o medios
de comunicación como la COPE
o El Mundo. IC-LV-EUiA, por último, no sólo parece mantener sus
modestos, pero nada desdeñables, apoyos, sino que puede que los incremente,
haciendo especial énfasis en un nacionalismo federalista, cierto reformismo
social y una imagen “verde” que atrae a algunos sectores de la población joven.
Las últimas encuestas siguen apuntando los importantes apoyos
del PP, pero también sus límites: consolida posiciones, sobre todo por la
extrema derecha, pero espanta a los partidos nacionalistas conservadores (PNV,
CiU o CC), temerosos del neocentralismo, y no atrae a la gente más joven, por
ahora más propensa a aceptar las propuestas de mayor tolerancia y e derechos
civiles que los diferentes grupos progresistas defienden.
¿Cambios en España?
En
el PSOE se es consciente que, en la actualidad, los límites del PP pueden ser
sobrepasados por la inhibición de algunos sectores del electorado progresista.
Esos sectores que, tentados a abstenerse o a votar a otros grupos de izquierda,
prefirieron apoyar en 2004 al PSOE para evitar el triunfo del PP e incluso
aceptan apoyar fórmulas de gobierno
compartidas o apoyos parlamentarios de diferente amplitud. Es un juego
arriesgado, de complejos equilibrios, que por ahora está dando satisfacciones a
cuentagotas en cuestiones como la retirada de las tropas de Iraq, los derechos
de homosexuales, la regularización de inmigrantes, el proceso de paz en el País
Vasco, etc. Pero también insatisfacciones: la participación de las tropas en Afganistán,
los problemas de la vivienda, la especulación urbanística, etc. En la política
autonómica las relaciones con los grupos nacionalistas no acaban de
consolidarse, en parte por la presión de los sectores más centralistas del PSOE
(los Guerra, Bono, Rodríguez Ibarra, Vázquez...), pero también por el miedo a
perder votos, teniendo en cuenta que este asunto está siendo el principal
frente de confrontación del PP. En el proceso de paz abierto en el País Vasco
se ha avanzado algo, pero la cautela del gobierno parece excesiva, lo que
genera impaciencia en el mundo de la
izquierda abertzale y preocupación en otros sectores.
Actualmente el PSOE no dispone de recursos electorales
suficientes para gobernar solo, excepto en Andalucía. Por eso ha necesitado o necesita
de los pactos de gobierno en Cataluña, Galicia, Asturias y Cantabria, de
acuerdos parlamentarios en el Congreso o de acuerdos con IU para sacar adelante
el nuevo estatuto andaluz. Unos acuerdos hechos casi siempre con grupos de
izquierda (ERC, IU, IC-LV-EUiA, BNG, etc.), pero también de derecha (CC, CiU o
PRC) cuando le ha interesado. El acuerdo con CiU, por ejemplo, sacó a Zapatero
del miedo que le entró por del “callejón del Estatut”, pero condenó al
tripartito, a Maragall y quién sabe si lo hará al PSC y a Montilla.
Todas las fuerzas políticas están haciendo sus preparativos.
Cataluña será la batalla más próxima. Las municipales, en nueve meses. ¿Habrá
también un adelanto de las generales? Se puede decir que cada grupo ha apostado
fuerte hasta ahora y ha jugado con ímpetu sus bazas. En estos momentos cada
partido se siente fuerte en sus propios medios sociales y ámbitos
territoriales, a la vez que intenta reparar sus puntos débiles o, si no lo
consigue, aminorarlos o compensarlos con otros. Por ejemplo, el PP tiene
grandes problemas en Cataluña, mientras el
PSOE no acierta con la cabeza a la alcaldía de Madrid. IU, por su parte, se siente más
cómoda en las municipales, donde siempre ha obtenido mejores resultados. Así se entiende cierto distanciamiento de IU
con respecto del PSOE en el ámbito del estado (no apoyará los presupuestos de
2007) o una apuesta mayor por aspectos como la república, el ecologismo, los
derechos civiles, etc.
Aun
con todo, no debe descartarse que el futuro pase por otras fórmulas
intermedias. Me explicaré. Si en países como Alemania o Austria ha podido el
acuerdo de los dos partidos principales del sistema (socialdemócrata y
democristiano), en España puede que se busquen otras vías diferentes a las
coaliciones progresistas. En Cataluña, al margen de la posible reedición del
tripartito (al que ningún grupo que lo compuso quiere referirse en plena
campaña electoral, ante el fracaso al que vio abocado tras la reorientación en
Madrid del proyecto aprobado en Barcelona), no deben descartarse otras
posibilidades, como por ejemplo un gobierno de
CiU con ERC o de CiU con PSC. Y en el estado, un gobierno del PSOE con
un mayor apoyo de CiU y CC, con las consiguientes contrapartidas. ¿No lo hizo
González en 1993, cuando “comprendió el mensaje”?