La mayor parte de su mandato tuvo a la derecha españolista acomplejada. Ésta logró recomponerse en las elecciones de 1993 después de mandar a Fraga a su reserva de Galicia y lograr una refundación con nombre nuevo, el PP; absorber a ese centro creado en torno a Suárez, que era el más progre de un partido que se nutría de un electorado conservador y se fue desinflando de cuadros que vieron más futuro en el PP; y, ante todo, se aprovechó de los cortocircuitos que el PSOE iba provocando (corrupción, GAL...).
Durante su largo mandato de 14 años sembró y recogió cosechas propias y ajenas, pero pudo hacer lo que no se le hubiera permitido a la derecha españolista. Privatizó a precio de saldo para que las empresas rentabilizaran el regalo. Propició la concentración financiera. Desmanteló buena parte del tejido industrial como condición de entrada en la CE, hoy UE. Orientó el empleo hacia la construcción, el sector turístico y las actividades especulativas. Desarrolló una legislación laboral que perjudicó a las jubilaciones, abarató el despido, flexibilizó las contrataciones y creó los "contratos-basura". Reforzó la pertenencia a la OTAN. Participó en la primera guerra contra Iraq...
Tuvo que soportar cuatro huelgas generales. Una, en 1985, convocada por CCOO, a cuenta de aumentar el tiempo de cotización para las jubilaciones y que le costó la ruptura con el entonces líder de la UGT, Nicolás Redondo, un histórico. Otra, en 1988, ya con CCOO y UGT, que fue histórica y, por qué no, humillante. Le siguieron otras dos, en 1992 y 1994.
Peor lo llevó con lo que estaba a su izquierda. Y sobre todo con Julio Anguita, que hizo de IU una coalición que le fue erosionando votos por al izquierda y desde los sectores más jóvenes. Una izquierda que entre 1993 y 1996 se situó en torno a un 10% de los votos en el conjunto del estado, con resultados cercanos al 20% en algunas comunidades (Andalucía, Asturias, Madrid...) y con un crecimiento general en las diversas elecciones (generales, autonómicas, municipales, europeas). Tuvo que echar el resto para evitar ese crecimiento por su izquierda, para lo que contó con apoyos: primero, entre los sectores antaño del PCE controlados por Santiago Carrillo; luego, dentro de la propia IU, entre los renovadores y lo que llamó la nueva izquierda; finalmente, en los medios de comunicación afines, con especial relevancia del grupo PRISA. El mensaje de "la pinza" de 1996 caló profundamente en los sectores de la izquierda que temían a la derecha de siempre. Preferían lo menos malo. Y lo que es peor, se lo creyeron.
Después de varios años, con ocho de mandato de Aznar y otro seis de Zapatero (los mismos que él estuvo), ha llegado quien desde 1982 engatusó a buena parte de la sociedad española. Ha venido a rescatar a un colega en peligro y a pontificar sobre lo que se debe hacer. "Hablaba claro, se le entendía, no como Rajoy o Zapatero", he oído esta mañana. Parece que sigue embrujando. En plena crisis del sistema capitalista. El mismo del que fue uno de los mejores ejecutores del modelo económico que ahora se derrumba.