1
-¿Cómo es posible hacer esto?
-Pues... no sé, quizá...
-...Sí, duda, duda.
La voz de la radio emite palabras entre interferencias agudas que se meten por los oídos y molestan y te hacen pensar mal y en muchas cosas, se oye con subidas y bajadas continuas, con ruidos estrepitosos, disonantes o desafinados, molestos, que dan asco, verdadero y sumo asco. La voz de una mujer, la locutora, parece luchar contra esa invasión de ruidos y de pronto sus palabras seguidas juntas dan una frase y ésta con otras, también unidas, dan noticias. Noticias, noticias muy interesantes, que dan que pensar y te dejan perplejo, que las oyes y te emocionan, que las oyes y te dan pena, que las oyes y te ayudan a continuar, en tu lucha, en la que haces segundo a segundo, minuto a minuto, hora a hora, cada día, en la vida.
-Música, señores. ¡Hay música!
-Pssss.
-Música, ¿no oyes?
-Cállate, joder.
-Bueno, hombre..., pero hay música ¿eh?
-Palizas.
-Ja, ja, ja, ja...
-Joder, macho.
-¡Ieeeeeea!
Bajo la cabeza y escribo, mejor, sigo escribiendo. Cierro los ojos y continúo. Veo salir el humo del cigarro y sale por la parte extrema que no se chupa y se absorbe, pues si no te quemas, y lo veo salir y esparcirse, con rapidez y flexibilidad, dividido en uno, cinco, diez, cien, mil –bueno, eso no, muchos pedazos y entonces, adoptando formas, muy diversas formas, se esfuma, desaparece, y así hasta que el fumador deja de fumar y deja la colilla apagada en el cenicero, ahoga el extremo encendido hasta dejarlo inerte, aunque a veces se quede el cigarro olvidado y parezca que nunca se consume del todo o, consciente e inconscientemente, lo deje consumirse del todo. Pobrecito cigarro, cómo se consume, cómo muere. Lo malo es que el desgraciado fumador me está molestando y me irrita los ojos, me los hace llorar y me los cansa y... y no sé. Como que acabo de poner mis dedos sobre los ojos para calmarlos y me cabreo. Esto último le va muy bien, pues es una palabra muy de moda hoy día, se utiliza mucho, aunque a los mayores, no a todos, claro, pero sí a muchos, esos que están chapados a la antigua, que son reacios a la forma moderna que ha tomado la vida, no les gusta, aunque, pensándolo bien, también les va bien la palabrita, porque los pobrecitos deben de estar cabreados con ese verbo, sustantivo o adjetivo, y a los que no fuman, con tanto humo que hay por ahí, en todas partes, como en la habitación donde estoy. Esto del tabaco está muy extendido por todo el mundo desde que, por lo visto, un español, de Jerez para más señas y creo que Rodrigo de nombre, uno de esos que fueron a América, la que descubrió Colón, que no era español, sino genovés, dicen, y de la que se ha hablado tanto, de América digo, lo trajo, el tabaco, a su tierra desde allí, de América, vamos, y la gente le imitó, empezó a fumar y así estamos hasta hoy. ¡Un negocio se ha formado...! Bueno, de miedo. Hasta qué punto se ha llegado, que hay gente que ha adquirido el vicio de fumar. Lo malo es que es muy difícil dejarlo, pues el fumador lo ve muy difícil y eso es lo malo. Sí, eso es lo malo. Ni las subidas del tabaco, ni las del precio de la vida, ni las de tantas cosas, pues hoy parece que todo sube... por eso de la crisis. Bueno, la vida siempre sube, ya que cada año que pasa, uno más que hay en la historia y uno más que tienes de edad, a no ser que te mueras y entonces se empiezan a contar los años que hace que te moriste. Un jaleo, vamos. Vaya jaleo que se forma, que hasta yo mismo ahora me he armado otro escribiendo. ¡Madre!
La verdad sea dicha, estoy hasta los cojones del humito y por consiguiente de que los ojos me lloren y molesten. Además, tengo sueño y ya está. Así que lo que voy a hacer es dejar de escribir, recoger lo que tenga que recoger, hacer lo que quiera, deba o crea conveniente hacerlo, y a la cama. Estoy cansado y aburrido ya.
2
Estoy en clase y hago muchas cosas, escribo lo que me dictan, parloteo de vez en cuando y si se dice o digo algo gracioso, me puedo reír. Atiendo a las explicaciones y rollos que la profesora nos mete y nosotros, con interés y a veces de mala gana, nos lo tragamos. Cuando la profesora se enrolla..., que lo hace mucho, se desvía del tema y nos cuenta cosas que no vienen a cuento, pero no son un cuento, un género literario, no sino comentarios de cualquier cosa, que cada uno se lo toma a su manera, porque quieren cachondeo, no quieren hacer nada, son así o asao, queda bien o no están de acuerdo con lo que dice. Yo soy de éstos y a lo mejor el único, porque se nota que lo que dice no es por decirlo, aunque a veces lo parece, lo dice no sé si para fastidiar, pero sí porque hay escritores que le caen bien y otros fatal y los llama comunistas o casi lo dice. En general, que no tengo que saberlo todo, hacemos lo mismo y atendemos poco, hablamos bastante y decimos bobadas, pocas veces cosas serias, armamos, nos reímos cuando queremos de forma exagerada de las cosas graciosas o que no lo son para meter bulla y de esa forma que la clase no se haga tan aburrida y no hagamos lo que tenemos que hacer, porque, la verdad sea dicha, somos muy vagos y mostramos muy poco interés por las cosas, aunque a veces, o muchas, hay que oír cada parida, pero eso no quita para excusarnos que prefiramos eso de la ley del último esfuerzo y cuanto menos trabajo y molestias, mejor.
-¿Cómo se va a poner “la taberna coma de...”?
Qué burro es el tío, no se entera todavía. Bueno, ahora, cuando estaba escribiendo en toda mi plenitud, ¡pumba!, la profesora ha vuelto a dictar y...
-¡Venga, rápidos!
... He tenido que interrumpir la escritura y empezar con lo que nos ha estado dictando, porque precisamente al dictarnos empezamos a escribir lo que nos dictaba la profesora y por eso he tenido que interrumpir lo mío.
Ahora se ha puesto a corregir y por ahí alguien le ha dicho una cosa, de esas que hablé antes y que las hacemos adrede y ella, la profesora, se ha picado y todos, bueno, algunos, se ha echado a reír, pues, por ejemplo, ni yo ni mi compañero nos hemos reído. La tía habla como de carretilla, muy deprisa, lo que nos da a entender que es una rollista, una parladora o parlante, y todas esas cosas que se llaman a las personas que hablan mucho y deprisa. Ya han tocado y todo el mundo se levanta y muchos dan voces y silban y salen fuera de la clase, al pasillo, y algunos encienden una cerilla para quemar la parte delantera del cigarro, por la que no se chupa y absorbe el humo, porque si no te quemas, y se ponen a fumar, es decir, a absorber humo, metérselo para adentro del cuerpo y luego expulsarlo por la boca.
Después de un descanso y de haber salido al pasillo yo también y haber subido un piso, dos pisos, luego haber bajado todos y salir después a la calle, porque podemos salir a la calle porque no tenemos patio, bueno, sí, lo tenemos, pero es una birria y no cabemos y por eso nos dejan salir a la calle, bueno, pues después de haber bajado y haber hablado con quien tenía que hablar, para tramar lo que tenemos que tramar, haber vuelto a subir al piso en el que me corresponde estar, que es el primero, y haber hablado de cosas, haberme reído también de cosas y haberme metido por fin en clase, llegó el profesor y no pude seguir escribiendo porque se las gasta de aúpa. Como que un día, que miraba por la ventana, como quien mira a cualquier otro sitio, y que además es una ventana que deja ver el campo, porque estamos junto al campo en este lado del instituto, pues el profesor se cabreó conmigo porque decía que no atendía y yo, que le dije que sólo miraba, pero que no estaba distraído, que estaba atendiendo, aunque no me enteraba de lo que decía, la verdad, pues me dijo que no, que estaba distraído y me tuve que callar, aunque por dentro ardía de cabreo, porque sólo miraba, como quien mira cualquier cosa, aunque no entendiera nada de lo que explicaba el profesor. Y así estoy ahora escribiendo lo que no pude escribir en la clase. Bueno, ya lo he escrito.
3
Mientras estaba en silencio mordiéndome esos cachitos pequeños de carne que salen en la piel, alrededor de las uñas y que no sé cómo se llaman, bueno, sí, creo que pellejos, y que me gusta morderlos, y no creo que sea el único que lo haga, ha pasado un camión haciendo mucho ruido por la avenida porque el asfalto de la calzada está mal puesto o está hecho una mierda o lo que sea, aunque ahora no tengo ganas de hablar de ello, una avenida que está en el otro lado de la casa donde está la habitación donde suelo estudiar y estar más tiempo y que da a la trasera de la casa, del edificio, que es un espacio comprendido entre la parte de la casa contraria a la que da a la avenida y la parte de la casa de la calle de más abajo que no da a la calle. La trasera está muy mal cuidada. Tiene, menos mal, árboles distintos, acacias, negrillos, ailantos, que ahora están podados porque los podaron hace unos meses, en otoño, y todavía no han salido las hojas del todo, pero que saldrán y con fuerza, porque dicen que cuando se podan salen las ramas con más fuerza, y tiene hierba que crece en invierno por causa de las lluvias que caen y la hacen crecer y que luego se seca en verano, pero también tiene piedras de varias clases y tamaños, basuras, mierdas, palos, maderas, papeles que la gente tira, cristales de botellas, porque a alguien se le cayeron y rompieron e hicieron cachos o porque las tiraron, niños a lo mejor, que les gusta romperlas, haciendo puntería o disfrutando sólo por romperlas, ya que no tienen dónde jugar los pobres, porque no les hacen sitios apropiados para jugar, algo tan necesario en la vida para su desarrollo y por eso tienen que dedicarse a hacer cosas que no están bien a simple vista, pero que yo creo que tampoco están tan mal, pues los niños tienen derecho a jugar y a que se les deje jugar y mientras no se les dé lo necesario y adecuado, no hay nada que hacer y las cosas seguirán igual, de momento, claro está, pues las cosas de esta manera no pueden seguir así. Como decía antes, que me he ido otra vez, a lo mejor como la profesora que se enrolla, pues los cristales con el paso del tiempo se van haciendo pequeños, cada vez más pequeños, porque la naturaleza es la naturaleza y hace lo que quiere, a veces con la ayuda del hombre, como ocurre con otros fenómenos que a vista de unos días o unos meses no se ven claros, pero que una vez pasada una porrada de años sí se notan, como lo demuestra, por ejemplo, lo del planeta donde vivimos, habitado por hombres, animales y animalitos, cubierto de aguas, montes, plantas y un etcétera de muchas cosas, pues hace muchos, muchísimos años, pudo ser una estrella o algo por el estilo, que tenía fuego, energía, y era luminosa y por lo tanto fuente de calor y que al cabo de muchos años, muchísimos, millones, miles de millones, dicen, el fuego ese que antes envolvía al actual planeta se ha reducido mucho y se encuentra, según los científicos, en el centro, llamado núcleo, y que ahora como no puede autoabastecerse de luz y de calor, necesita la energía de una estrella, la más cercana, y alrededor de la cual gira el planeta y giramos como él. Este planeta donde habitamos es una esfera y llegar a esta conclusión, y a que giramos alrededor de una estrella, tuvo muchas polémicas hace muchos, muchos años, cientos de años, ya que se decía que era plana, como un disco, y que el centro del universo era nuestro planeta, y también se empezó a decir que era redonda y que girábamos alrededor de una estrella y hubo un físico italiano, llamado Galileo, que lo juzgaron, lo juzgó la Iglesia Católica porque decía esas cosas y casi lo condenaron, aunque se libró a última hora porque se hizo el longuis, porque dijo que no giraba alrededor de una estrella, pero que se movía, y así se libró. Ahora, después de muchas investigaciones, se sabe que la bicha esta, el planeta donde vivimos, es esférica, aunque no completamente, pues dicen que está achatada por los polos y un objeto muy parecido, no en tamaño, pero sí en la forma, es la naranja, usada como ejemplo en los libros de las escuelas para que así nos aprendamos las lecciones que nos enseñan o al menos nos tratan de enseñar, aunque me acuerdo que hace unos años un maestro nos dijo una vez que tenía forma de pera, aunque depende de qué pera, porque las hay de muchas clases, pero no sé por qué lo dijo, aunque, eso sí, no dijo que fuera plana ni que fuera el centro del universo. Menos mal.
4
Ahora estoy nervioso, como exaltado, y he tenido que dejar de tocar la guitarra porque me ha salido muy mal y tengo comprobado que cuando estoy en el estado de ánimo en que me encuentro, es decir, nervioso, no puedo tocarla ni me concentro bien en las cosas, en la lectura o en el estudio, y por lo tanto así me tiene que estar saliendo lo que estoy escribiendo, que hago ahora con la máquina de escribir sobre un papel blanco, aunque de color amarillento, porque es de mala calidad y más barato, pero me sirve, y que puse para escribir porque si no, no podría salir nada de la máquina, a la que se puede teclear sin nada, pero para nada, porque se gasta tinta y no merece la pena, si acaso para practicar, pero me parece una tontería, así que mejor escribir sobre el papel, aunque sea amarillo, malo y barato, y así puedo ver lo que he escrito.
En estos momentos, debido a la posición en que me encuentro escribiendo con la máquina, me está doliendo la espalda.
No sé qué escribir y esto debe de ser por el estado de ánimo en que me encuentro y al que ya hice referencia antes
Después de una pausa de observación de lo que me rodea, a ver si me puedo inspirar y me puede salir algo, oigo la televisión, que en mi casa me parece que ponen muy alta, la voz, no el aparato, y a mí eso no me gusta, porque... La televisión es uno de los grandes inventos que se han hecho, pues por ella puedes ver muchas cosas, las que te enseñan, claro está, y, según el país donde vivas, nos enseñan unas cosas mejores o peores, más o menos buenas o simplemente la televisión existe poco, porque se da más importancia a los artículos de primera necesidad, aunque donde vivimos los artículos de primera necesidad y los que no lo son, como la televisión, no son sino fruto de un sistema económico donde hay que producir para aumentar el capital de quienes lo tienen y así cada día tener más y más dinero, pero siempre en manos de esos, que son pocos, que son los que no producen y que se llevan casi todo, menos lo que les dan a los muchos que son los que hacen las cosas y que se matan a trabajar para poder vivir, pues si no lo hacen, no comen, y si no comen, se mueren, y muchas veces se tienen que poner a robar y hacer eso es peligroso, pues si te cogen, te meten en la cárcel, condenados por los mismos que te hacen trabajar para coger una pequeña porción de lo que has hecho y, como dije antes, esos que se llevan la mayor parte, que son los menos, para mantener engañada a la gente le hacen comprar televisores y revistas pornográficas e ir al fútbol y comprar tabaco, no dándose cuenta la gente que todo eso lo paga con su dinero y ese poco dinero que tiene vuelve a las manos de esos pocos que le pagan poco, y así siempre, como una rueda que no para, y así toda vida y luego la de quienes le siguen en la vida. Hay personas que se cansan y quieren dar un giro completamente distinto a todo esto, porque no quieren que el dinero de muchos esté en manos de pocos y quieren por consiguiente que esos pocos desaparezcan, porque no tienen nada que hacer si se quiere que dejen de quedarse con lo que no es suyo, que es lo que llamó la plusvalía uno muy listo que se murió ya, hace un siglo, con barbas, que parece un demonio cuando se le ve en fotos, lo que favorece a los que le odian, y que se llamaba Marx.
5
Oigo una cosa y es la voz de un señor que sale por la televisión y que no sé quién es y no sé lo que dice, aunque ahora ha dejado de hablar, menos mal, y me he puesto a escuchar la música que he puesto y que oigo donde estoy escribiendo, una música del continente ese que descubrió Colón y que es muy típica por sus ritmos y sonidos, por las diversas formas que adquiere en los distintos lugares del continente debido a muchas causas, como puede ser el clima, la altura o la mezcla de gentes de varias razas y etcétera.
En estos momentos me ha venido a la boca el sabor de la merienda. Esto ocurre muchas veces y es algo del organismo humano, que hace cosas raras como ésta y que a veces, no todas, son desagradables, porque te pueden dejar un sabor ácido, debido a los ácidos que se fabrican en el interior del organismo, en órganos como el estómago, donde se producen reacciones químicas con las cosas que comemos y así podemos hacer la digestión y luego distribuir sus componentes por los distintos órganos para asumirlos o echarlos, ya sabemos por dónde, y a veces te viene esos sabores raros, a veces desagradables.
Debido a mi miopía veo las cosas que despiden luz como estrellas muy estrelladas y que a medida que la miopía se hace mayor, se pueden ver sus rayos más grandes, rayos que parecen brazos entrelazados entre sí, pero, claro está, peor se ve, peor veo, pues esto de la miopía es la hostia y muchas cosas más.
6
-Estoy hasta los cojones.
-Tú, tranquilo, hombre.
-Sí, tranquilo, pero el estar hasta los cojones no me lo quita nadie.
-Calla, bobo, que cuando te da por decir paridas...
-Bueno, déjame, anda.
-Siempre igual. Estate tranquilo, hombre.
-Está bien, te doy la razón.
-Si es que me la tienes que dar, hombre, ¿no ves que yo siempre trato de ayudarte?
7
Siempre han existido diferentes tipos de intereses. Algunos destacan más que otros, pero ahora quiero resaltar los egoístas. Están relacionados con muchas cosas, pero siempre para que alguien se acabe llevando el gato al agua. El egoísmo nos hace actuar solos, para uno mismo, sin pensar en los demás, y aprovecharse de esos demás. Los egoístas no son aparentemente iguales, porque unos lo son más que otros porque se llevan más cosas que otros, pero en el fondo es lo mismo, porque son egoístas y hasta se pisotean entre sí para ve quién puede más. Todos estos lo tienen casi todo, unos más que otros, sí, aunque cambian entre ellos cuando los pisotones de unos pueden más que los de los otros, hasta el punto que muchos se llevan las migajas, como quienes no son egoístas y viven de su trabajo y no lo quieren todo para sí, con la única diferencia que los egoístas sólo piensan en pisotear.
-Una persona sin información es una persona sin...
¡Para qué seguir!, si eso lo dice todo. Dicen lo que no hacen y no nos dejan. Y encima de que no hacen lo que tienen que hacer, te acusan y te critican porque dices lo que nos les gusta. ¡Qué vergüenza, madre!
-Eh, tú, ven.
-¿Yo?
-Sí, tú.
-¿Qué quiere usted?
-No, hombre llámame de tú, no de usted. Estamos entre hombres.
-Bueno.
¡Qué tímida palabra esta última! El muchacho está asustado porque... el pobrecito es tímido y encima el hombre le viene con confianza, una cosa a la que no está acostumbrado, porque se la han dado muy pocas veces.
(Salamanca, 1975)