martes, 14 de octubre de 2025

Amarilla, el último poemario de Marta Sanz (que no se olvida de Palestina)


Hace unas semanas escuché por una cadena de radio una entrevista a Marta Sanz, en la que hablaba de su último poemario: Amarilla (Barcelona, La Bella Varsovia, 2025). Un color que, como ha dicho en varias ocasiones, ilustra no sólo la plenitud de la luz, sino también la intuición de lo negativo. En cierta medida estamos ante un libro de desgarros, propios y ajenos. 

Ahora, después de haber leído el libro, ofrezco aquí varios poemas, en tres de los cuales aparece su preocupación por el drama que está viviendo el pueblo palestino y de una manera especial el gazatí. Y es que de la entrevista me quedé también con estas palabras suyas: "No podemos expresar con nuestras palabras el dolor del pueblo palestino, pero sí dar testimonio de nuestra vergüenza y nuestra culpa".


ME SUMERJO EN LA PERFECCIÓN DE COPO DE NIEVE DE
párrafo
frase 
palabra 
cristalización.

Podría ser otra, 
pero, hoy, dentro del invernadero, 
la máscara de los cristales, 
dentro de la palabra, 
me acurruco contra 
el fuera y la intemperie.

El dentro es más oscuro.

Me encierro en esta perfección 
-amatista, diamante, esmeraldita de plástico- 
y acallo al monstruo.

Le echo de comer. 
Ortigas 
y paparajotes.


MIENTRAS TANTO,
mueren las ancianas y las niñas en Gaza, 
mueren los hombres y la mujer que prepara el cordero.
Mueren las piedras.
Corre el rumor de la justa ira 
y de una guerra mundial 
enquistada 
en el corazón de Europa. 

Y tú no sabes 
si toda esta desgracia minimiza la tuya, 
te hace más fuerte,
te produce vergüenza, 
agranda la dimensión 
de una herida imaginaria 
que, poco a poco, 
se abulta, 
segrega infecciones, 
se perfila 
contra 
tu cuerpo 
no 
exactamente 
tumefacto.


CONSOLACIÓN DE LA MUERTE

Drones rusos sobrevuelan el espacio aéreo rumano, 
cientos de mujeres son asesinadas cada día, 
los pingüinos, las focas y los osos polares aguardan la muerte 
                                                / sobre la plataforma helada.
Los niños cosen balones y las niñas chupan.

El presidente de los Estados Unidos de América 
celebra la victoria con mandatarios de una ultraderecha universal; 
los ingenieros jefe le piden perdón por los errores cometidos:
Elsa de Frozen se convirtió en icono lésbico 
y las familias andan desbaratadas preguntándose 
por el sexo del ángel y la hija.

El alto el fuego en Gaza supone la aniquilación 
                  / de cuatrocientos seres humanos 
                  / en menos de veinticuatro horas.

Hay hambruna.

La población de este país se hace vieja a un ritmo 
                                 / uniformemente acelerado.

Quizás sea mucho mejor no estar aquí 
para no verlo.

Esto es poesía.
Consolación de la muerte.


TENEMOS DERECHO A COMPARTIR LA ACRIMONIA, 
la hez, 
la grieta, 
contra un punto 
muy específico 
del globo terráqueo? 

El misil geoestratégico desgarra la tripa concreta 
                                      / de un niño palestino.

La acrimonia nos llega 
al lanzar 
el ojo a lo lejos; 
también acunando 
a la acrimonia y al ojo 
como hijo 
que vuelve a la barriga.

¿Tenemos derecho 
a la exhibición de lo oscuro 
más allá del límite de piel, 
a un lado y otro, 
fisiología e historia, 
la mácula del poema?

La obscenidad es pensamiento hacia la luz.
El sol de arpías, gárgolas y brujas.
El aparato con el que un médico descubre 
la cueva del oído. 
El origen del asesinato en masa.
La herida abierta.


DE QUÉ LUZ HABLAMOS 
cuando se escapa la luz, 
se gasta, 
hay que pagarla a precio de hígado infantil, 
de qué luz hablamos 
cuando se acaba la luz 
de nuestros pequeños ojos 
o profundos 
como lagos de noche 

Hablamos de la luz azul 
de los quirófanos, 
de la luz total que incinera la célula 
para restaurarla, 
o de la disminuida luz 
del quinqué, 
la luz tibia 
bajo la que una niña teje 
su primera y última 
colcha de ganchillo.

Hablamos de la luz 
de un mediodía de agosto 
o de la luz de enero 
ahogado por la lluvia.

Luz de la intemperie y la luz 
del cuarto oscuro.

De qué luz hablamos 
cuando hablamos 
de la luz.


TODOS LOS POEMAS ME SALEN AMARILLOS.
Les debo una humilde disculpa.
O quizá algo mucho más drástico: 
les pido con desgarramiento 
perdón,
perdón,
perdón.