Luisa Carnés nació en Madrid, en 1905, y falleció en Ciudad de México, en el exilio, en 1964.
Estamos ante una escritora vocacional, con una formación autodidacta. Su origen humilde no le impidió que desde joven fuera labrando una carrera en la que unió la independencia laboral y el gusto por la escritura, tanto en lo literario como en lo periodístico. Trabajó de mecanógrafa y secretaria, a la vez que fue escribiendo cuentos y novelas. Convivió durante un tiempo con el dibujante algecireño Ramón Puyol, con quien tuvo un hijo, si bien la relación acabó agotándose cuando, tras una breve estancia en Algeciras por la pérdida del trabajo de su esposo, decidió regresar a Madrid.
Entre sus primeras novelas destacan Natacha (1930) y Tea Rooms. Mujeres obreras (1934), esta última inspirada en la experiencia que vivió como camarera en un céntrico establecimiento hostelero de la capital española. Precisamente en marzo pasado, con motivo de la celebración del Día Internacional del Teatro, pudimos ver por RTVE una adaptación de esa obra.
En la temática de sus obras Carnés aúna lo social y el feminismo, a lo que no es ajena su militancia en el PCE. Durante la Guerra Española intensificó su orientación política y su labor como escritora, colaborando en diversos medios hasta su marcha al exilio a México. De 1940 data uno de sus cuentos más conocidos, el estremecedor "La mujer de la maleta", en el que narra la huida de un grupo de personas hacia Francia, centrado en una mujer que protege la maleta en la que lleva el cuerpo de su hijo muerto. En el país americano Luisa Carnés siguió con esa doble labor, ya con la compañía del poeta Juan Rejano, con quien conviviría hasta su fallecimiento en 1964.
Juan Caballero (Xixon, Asturies, Hoja de Lata, 2024) es una novela escrita a finales de los años cuarenta, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, en un contexto que podría considerarse cargado de optimismo entre los perdedores de la contienda española. Con la derrota del fascismo alemán e italiano estuvieron confiando durante un tiempo que iba a llegar también la del español:
"Pero nosotros ganaremos la última batalla... Pronto los aliados ganarán la guerra y eros caerán, con sus amos alemanes e italianos... ¡Ay de los traidores cuando se abran los penales y bajen los guerrilleros a los llanos!...".
Pero la realidad fue otra. Esa derrota militar germano-italiana no estuvo acompañada de la subsiguiente en España cuando se inició la Guerra Fría y nuestro país se convirtió en una valiosa pieza para EEUU y sus aliados. Y a esa decepción general le acompañó otra personal para Luisa Carnés: pese a que su novela había obtenido en 1949 un premio por parte del diario mexicano La Nación, no se publicó en ese país hasta, nada menos, que ¡siete años más tarde!
Hace unas semanas leí la novela Eras la noche (Libros de la Herida, 2020), de Ramón Pérez Montero, cuyos protagonistas son los guerrilleros de las sierras colindantes situadas entre las provincias de Málaga y Cádiz. Teniendo Juan Caballero la misma temática y hasta el mismo marco geográfico, en esta ocasión nos encontramos con dos diferencias. Una es la inserción de la narración en un marco imaginario, aunque podemos decir que cuasi identificable. Así, aparecen los pueblos de Puebla del Alcor, en mayor medida y como eje principal de la historia; y La Aljama, trasunto, quizás, de Algeciras, y, en todo caso, situado en el Campo de Gibraltar. Esto nos lleva a la estancia de la autora en Algeciras durante 1931:
"¡La Aljama!... En invierno sus calles estaban asoleadas, y el aire salobre se rasgaba con el pregón de los pescadores: '¡Sardinas mocitas!', '¡Sardinas de alba!'. Gentes sencillas recorrían sus calles; mientras en la del Jazmín se paseaban los comerciantes, los empleados y militares retirados, en el Calvario las gitanas arrancaban las liendres a sus críos. En los patios de vecindad se regateaba el pescado, y la ditera, que vendía sus mercancías a plazos, extendía ante los asombrados ojos pueblerinos los pañuelos de seda a colores y las piezas de tela blanca, sacadas de contrabando de Gibraltar".
La otra diferencia tiene que ver con el tratamiento de los personajes, en el que se tiende a mitificar la heroicidad de los guerrilleros, incluida la de un personaje femenino: Nati/Natividad Blanco. Luis Carnés nos muestra una historia que puede parecer más sencilla en la construcción de los personajes, si bien es algo que puede matizarse con el doble cariz que contiene lo que se cuenta. Por un lado está el enfrentamiento entre quienes -vencedores- ocupan el poder derivado de la guerra y quienes -perdedores- decidieron, en este caso, echarse al monte para resistir y esperar a que el signo de los tiempos cambie a su favor. Aquí no hay duda de la profunda falla existente entre las dos partes enfrentadas, así como del posicionamiento de la autora.
Pero nos falta un aspecto importante, cual es la decisión, entre valiente y trágica, de una mujer, Nati/Natividad Blanco, que, casada con el jefe local de la Falange de Puebla del Alcor, a su vez nuera del alcalde, acaba uniéndose a la partida de guerrilleros, recuperando el amor juvenil que había quedado truncado con el golpe militar de 1936 y el estallido de la guerra. El amor, precisamente, hacia el propio cabecilla, Juan Caballero. Un amor, en fin, que, más que diluirse, se congeló con la muerte:
"Habíase quebrado ella por el fino talle y su cabeza descansaba sobre el cuerpo de Juan Caballero.
Sus últimos gritos resonaban todavía en los oídos de sus asesinos: '¡Perderéis también la última batalla!'.
Y el eco de su voz parecía temblar en el espacio limpio, como la llamada a una batalla prodigiosa que encendería toda la tierra española y haría estremecer en su seno los blancos huesos de los héroes".