"Tú eres ese maldito cantante, ¿no?", le dijo un oficial a Víctor Jara, a la vez que le soltó un fuerte culatazo con el fusil. Formaba parte de un grupo de prisioneros que, en la mañana del 12 de septiembre, esperaba para entrar en el Estadio Nacional de Chile. Lo que vino después fue un verdadero calvario -golpes y más golpes, insultos y más insultos, simulaciones de fusilamiento...- que duraría cuatro días. Eso no impidió que el cantante pudiera escribir unos versos, su lo último poema, que empezaba con ese "Somos cinco mil aquí. / En esta pequeña parte de la ciudad/. Horas antes de su muerte, otro oficial, conocido como el "Príncipe" -del que se supo después que se trataba de Edwin Dimter- y que se hizo famoso por su sadismo hacia los prisioneros, le gritó después de haberlo golpeado: "¡Canta ahora si puedes, hijo de puta!".
En la madrugada del día 16 su cuerpo apareció, junto a otros cinco, en un descampado de una población de Santiago. Varias personas del lugar reconocieron su cara, antes de que fuera trasladado al depósito de cadáveres. Pudo haber sido enterrado en una fosa común, pero la valentía de un funcionario de la morgue, que también lo reconoció, lo impidió. Contactó con la esposa de Víctor, Joan, y fue así como se inició el proceso de identificación.
Durante años corrió la leyenda de que el cantante sufrió la amputación de sus manos. No fue así. O quizás fue peor. Años después de lo ocurrido Joan Jara escribiría: "Tenía los ojos abiertos y parecía mirar al frente con intensidad y desafiante, a pesar de una herida en la cabeza y terribles moratones en la mejilla. Tenía la ropa hecha jirones, los pantalones alrededor de los tobillos, el jersey arrollado bajo las axilas, los calzoncillos azules, harapos alrededor de las caderas, como si hubieran sido cortados por una navaja o una bayoneta.... el pecho acribillado y una herida abierta en el abdomen... las manos parecían colgarle de los brazos en extraño ángulo, como si tuviera rotas la muñecas... pero era Víctor, mi marido, mi amor*".
* Joan Jara. Víctor Jara . Un canto truncado (Madrid, Punto de Lectura, 2001)