Hoy en leído en Público un reportaje escrito por María Serrano titulado "Las cinco fosas de las 'rosas' de Andalucía". Está dedicado a mujeres fusiladas de cinco pueblos de Andalucía: las 15 rosas de Grazalema (Cádiz), las 27 de Fuentes de Andalucía (Sevilla), las 15 de Puebla de Guzmán (Huelva), las 25 de Zufre (Huelva) y las 17 de Guillena (Sevilla). Mujeres que sufrieron el desprecio más absoluto, por ser "rojas" o familiares de "rojos". Humilladas y violadas en su mayoría antes de ser asesinadas.
A ellas les dedicó el sanguinario Gonzalo Queipo de Llano palabras como éstas: "Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora, por lo menos, sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen".
Por más sorprendente que pueda parecer, por ese tiempo el psiquiatra Antonio Vallejo Nágera, nazi y misógino, tuvo ocasión de realizar sus (pesudo)investigaciones sobre las personas marxistas, a quienes dotó de un gen que ocasionaba su comportamiento como una forma de debilidad, cuando no enfermedad mental. Algo que en el caso de las mujeres se agravaba, dado que "el psiquismo femenino tiene muchos puntos de contacto con el infantil y el animal". Pues bien ni tonto ni perezoso escribió de estas "rojas" cosas como éstas: "Recuérdese para comprender la activísima participación del sexo femenino en la revolución marxista su característica debilidad del equilibrio mental, la menor resistencia a las influencias ambientales, la inseguridad del control sobre la personalidad (...). Cuando desaparecen los frenos que contienen socialmente a la mujer (...) entonces se despiertan en el sexo femenino el instinto de crueldad y rebasa todas las posibilidades imaginadas, precisamente por faltarle las inhibiciones inteligentes y lógicas, característica de la crueldad femenina que no queda satisfecha con la ejecución del crimen, sino que aumenta durante su comisión (...). Además, en las revueltas políticas tienen la ocasión de satisfacer sus apetencias sexuales latentes".
¡Ay, el fascismo!