Los resultados de las elecciones andaluzas siguen dando que hablar. La clave está en el componente experimental que está teniendo para el sistema, tanto en su vertiente económica como política. Esta última, en gran medida supeditada a la primera, aun cuando tenga su grado de autonomía: el bipartidismo en España, aunque haya sido "imperfecto", ha sido la forma como el sistema económico se ha consolidado y ha ido adaptándose al modelo neoliberal.
El triunfo del sistema
En Andalucía el sistema ha conseguido varias cosas, que no son pocas. En primer lugar, ha consolidado a uno de los pilares del sistema, el PSOE, que en esta comunidad, además, ha sido el baluarte hegemónico desde el primer momento. En segundo lugar, en la derecha el batacazo del PP se ha visto suavizado por la presencia nada desdeñable de Ciudadanos, que no es otra cosa que la cara más amable y no quemada de la derecha, alejada de la imagen del señoritismo tradicional del PP. En tercer lugar, la izquierda ha sido derrotada. Y sobre esto me voy a extender más.
La derrota de la izquierda
La suma de votos de Podemos e IU ha sido del 21% y la de escaños, 20. Lejos de las previsiones que se hacían a final de 2014, que me llevó incluso a defender que el mapa político de Andalucía tenía su singularidad. Aquí se inserta el movimiento táctico, dentro de una estrategia que viene de lejos, que personifica Susana Díaz y que cogió a contrapié a PP y Podemos, y sirvió para lanzarse a la yugular de IU. Explotó el recurso que tantos réditos le ha dado al PSOE desde los noventa, en el que una parte del electorado prefiere la seguridad de los moderado sobre la apuesta por una mayor radicalidad. Antaño la excusa fue la pinza y ahora han sido varias: el viaje de Valderas al Sahara, el radicalismo de Garzón, la deslealtad por la consulta interna de IU para valorar lo acordado... Eso sí, excusas que afloraron tras la aprobación de los presupuestos.
Es cierto que IU ha pecado de ingenua. Me refiero a quienes defendieron hasta última hora el pacto de gobierno. También está sufriendo las consecuencias de las graves disensiones internas de Madrid, al borde de la ruptura, que se busca desde el sistema que sea la situación general.
Los problemas de IU
No debemos olvidar que en IU de Andalucía, aun habiendo diferencias, incluso sustanciales, hay -o, al menos, ha habido- una situación interna bastante cohesionada. La única ruptura ha sido la de la CUT, un caso singular al que en otro momento me referiré.
En todo caso en IU ha habido, como es costumbre, un debate interno. Sobre el pacto de gobierno ha sido permanente y en dos ocasiones ha sido sometido a consulta. Las posiciones han sido diferentes y en algunos casos, cambiantes según las circunstancias. Hubo quienes se opusieron desde el primer momento. También quienes a lo largo de la legislatura han ido posicionándose en contra en dos momentos: hace un año, durante la crisis de la Corrala de Sevilla, y a final de año, durante el debate sobre los presupuestos.
IU ha perdido 4 puntos en relación a 2012, que en representación ha supuesto perder más de la mitad de los escaños. Considero que la campaña electoral la ha salvado de un desastre mayor.
Podemos y sus contradicciones
Podemos, por su parte, ha hecho una campaña mala, lo que le ha impedido sacar más votos y escaños. No voy a profundizar ahora en las razones, pero voy a apuntar algunas cosas. Lo conseguido está dentro de los sondeos de final de año, los mismos que llevaron a Díaz a actuar para evitar que se consolidara. A la debilidad organizativa general de Podemos se le unen varios factores en Andalucía: esta debilidad es mayor, porque se trata de un territorio muy extenso; dado su carácter urbano, la mayor presencia del mundo rural y, además, popular le dificulta las cosas, pese a haber conseguido apoyos a través de la CUT; IU está bien enraizada social y geográficamente, lo que ha limitado su crecimiento de votos.
Y a todo esto hay que añadir un hecho que me parece muy importante y que estos días se está poniendo de manifiesto. El hipercentralismo de Podemos, que conlleva, entre otras cosas, que la iniciativa política se decida en Madrid y no, en este caso, en Andalucía. La urgencia de presentar candidaturas a las elecciones andaluzas llevó a que la candidata fuera Teresa Rodríguez, que pertenece a la tendencia contraria a la dirección estatal y que, entre otras cosas, defiende una imagen más radical y de izquierda.
Y cuando se está debatiendo el posicionamiento ante la investidura de Susana Díaz han saltado las alarmas. En Andalucía se tiende a defender unas condiciones relativamente duras, que en el caso de la CUT es de negativa a apoyar a Díaz. En la dirección central, sin embargo, se defiende una postura más blanda y, si se quiere, ambigua. Además se ha impuesto que quien va a llevar las negociaciones de hecho va a ser el centro, que ha impuesto al responsable de organización, Sergio Pascual, y ha permitido la presencia de un próximo a Teresa Rodríguez, Manuel Garí. Pero en ningún caso va a haber presencia de representantes en el Parlamento.
Puede sorprender la actitud dirigista y centralista de Podemos. A mí, no. Sospecho -y algo más- que está siendo utilizada para desactivar movimientos políticos soberanistas. Y en Andalucía, dentro de su idiosincrasia, existe una magma, latente, aunque débil, que reclama la soberanía. No nos olvidemos de diciembre de 1977 y febrero de 1980. El problema es que hasta hora ha sido vampirizado por el sistema, vía PSOE.