El libro Breve historia del Neoliberalismo*, del
geógrafo anglosajón David Harvey, fue publicado por primera vez en 2005. La
primera edición española data de 2008, gracias a la editorial Akal. Es una obra
extraordinaria, escrita desde el rigor de un científico social renombrado y uno
de los exponentes de la
Geografía radical. El autor busca dar una explicación al
proceso de formación de un modelo de capitalismo, el neoliberal, imperante en
las tres últimas décadas. Un intento riguroso en sus argumentos, pero también
atrevido y en ocasiones, hasta controvertido.
Dado el momento en que fue
escrito, durante la presidencia de George Bush jr. -en pleno fragor de la alianza neoliberal y neoconservadora-,
puede resultar en parte descontextualizado, dado el contexto de crisis que se
está viviendo en mayor medida en Europa. Sin embargo, no debemos olvidar que
precisamente esa crisis lo que está haciendo es dar más vueltas de tuerca en el
progresivo desmantelamiento del que conocido otrora estado de bienestar, que en
los países europeos había permitido una forma de organización de la sociedad
que garantizaba derechos sociales y
laborales en un grado elevado.
El autor empieza indagando
en los orígenes del neoliberalismo y para ello menciona, para ilustrarlos, a varios
personajes clave, de diversa procedencia y pertenecientes a países diferentes,
cuando no muy distantes. Así nos lo describe: “En 1978 Deng Xiaoping emprendió
los primeros pasos decisivos hacia la liberalización de una economía comunista
en un país que integra la quinta parte de la población mundial […]. En la costa
opuesta del Pacífico, y bajo circunstancias bastante distintas, […] Paul
Volcker asumió el mando de la Reserva Federal de Estados Unidos en julio de
1979, y en pocos meses ejecutó una drástica transformación de la política
monetaria […]. Al otro lado del Atlántico, Margaret Thatcher ya había sido
elegida primera ministra de Gran Bretaña en mayo de 1979, con el compromiso de
domeñar el poder de los sindicatos y de acabar con el deplorable estancamiento
inflacionario en el que había permanecido sumido el país durante la década
anterior. Inmediatamente después, en 1980, Ronald Reagan era elegido presidente
de Estados Unidos […], añadiendo su
propia receta de políticas para socavar el poder de los trabajadores,
desregular la industria, la agricultura y la extracción de recursos, y suprimir
las trabas que pesaban sobre los poderes financieros tanto internamente como a
escala mundial” (p. 7).
Harvey resalta la
utilización de ideas que llevaban tiempo circulando y, en algunos casos,
puestas en práctica, siempre desde la óptica de la liberalización económica. Establece,
así, relaciones entre Reagan y el republicano Barry Goldwater, entre Deng
Xiaoping y las experiencias económicas de los primeros “tigres asiáticos” y
también entre Volcker y Thatcher y la doctrina neoliberal que el economista
Friedrich Hayek, entre otros, llevaba tiempo confrontando a la dominante
keynesiana tras la Segunda Guerra
Mundial.
La definición que hace de neoliberalismo
es bastante clara: “ante todo, una teoría de prácticas político-económicas que
afirma que la mejor manera de promover el bienestar del ser humano, consiste en
no restringir el libre desarrollo de las capacidades y de las libertades
empresariales del individuo, dentro de un marco institucional caracterizado por
derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres y libertad de comercio.
El papel del Estado es crear y preservar el marco institucional apropiado para
el desarrollo de estas prácticas (p. 8). Puede decirse que la identifica con la
idea que, algo más de dos siglos antes, había expuesto Adam Smith en La riqueza de las naciones. La vuelta de
la “mano invisible”, pues, estaba en la médula de los nuevos liberales
económicos y con ella, la libertad económica plena y la mínima intervención del
estado.
Resulta de suma
importancia la doble aseveración que hace del trasfondo político e ideológico que
subyace en torno al neoliberalismo: por un lado, se trata de “un proyecto
político para restablecer las condiciones para la acumulación del capital y
restaurar el poder de las elites económicas”; y por otro, de “un sistema de
justificación y de legitimación de todo lo que fuera necesario hacer para
alcanzar ese objetivo” (p. 15).
Un aspecto sustancial de
esta forma de capitalismo es lo relativo a lo que se ha venido a denominar como
financiarización, término que al principio no utiliza Harvey, pero que define
en su contenido, esto es, el “desplazamiento
del poder desde la producción hacia el mundo de las finanzas”, de manera que
“los incrementos en la capacidad industrial ya no significan necesariamente un
ascenso de la renta per cápita, como sí lo significaba la concentración de los
servicios financieros (p. 38).
Una de las consecuencias
que ha estado generando el neoliberalismo, como es el aumento de las
desigualdades, es ilustrado mediante tres ejemplos: en 1996 el valor neto de
las fortunas de las 358 personas más ricas del mundo era similar al del 45% de
la población más pobre del planeta, formado por 2.300 millones de personas; entre
1994 y 1998 las 200 personas más ricas del mundo duplicaron su patrimonio neto,
superior al billón de dólares; y por esos mismos años los activos de las personas
más ricas superaban la suma del PIB de los países menos desarrollados y sus 600
millones de habitantes (p. 39). La concentración empresarial ha aumentado más
que nunca bajo el mito de la libertad económica, especialmente en “el campo de
la energía, los medios de comunicación, la industria farmacéutica, el
transporte e incluso la venta al pormenor” (pp. 42-43).
Harvey denuncia las
“profunda sospechas hacia la democracia” que albergan los teóricos del
neoliberalismo. Se muestran más partidarios de gobiernos dirigidos por élites y
por expertos, del predominio de los poderes ejecutivo y judicial frente a los
parlamentos, y de la concesión de amplias competencias a instituciones más
autónomas y, a la vez, menos controlables por los parlamentos, como es el caso
de los bancos centrales (p. 74).
En este contexto el papel
que ha de jugar el estado y sus instituciones, especialmente los tribunales de
justicia y los aparatos policiales, lejos de ser irrelevante, se fortalece. Más
concretamente Harvey se refiere sobre todo a una “reconfiguración radical de
las instituciones y de las prácticas estatales (en particular respecto al
equilibrio entre la coerción y el consentimiento, entre el poder del capital y
de los movimientos populares, y entre el poder ejecutivo y judicial, por un
lado, y los poderes de la democracia representativa por otro)” (p. 85).
Y es en este aspecto donde
Harvey introduce la presencia de la corriente neoconservadora, que cobró fuerza
desde los años ochenta y acabó estableciendo una alianza política con el
neoliberalismo. Esta alianza se ha visto facilitada por la existencia nexos
comunes, tales como “el poder corporativo, la empresa privada y la restauración
del poder de clase”. Pero no esta desprovista de algunas divergencias, como la
“preocupación por el orden como una respuesta al caos de los intereses individuales”
y la “preocupación por una moralidad arrogante como el aglutinante social” (pp.
88-89). Para Harvey las presidencias de Ronald Reagan supusieron una alianza
táctica, mientras que las de George Bush jr.
fueron el culmen de la unión de las políticas neoliberales y el militarismo,
que este caso coincidió con su expansión por Medio Oriente .
El momento decisivo en la
expansión mundial del neoliberalismo lo sitúa Harvey a mediados de los años
noventa, dentro del “consenso de Washington” que años antes, en 1989, había
adoptado un paquete de recomendaciones económicas de naturaleza neoliberal que
deberían ser puestas en práctica por los estados bajo la supervisión del FMI o
el Banco Mundial. El que Harvey resalte ese momento se debe a la coincidencia de dos
gobernantes de perfil “progresista”, como fueron Bill Clinton y Tony Blair,
cuya labor coadyuvó a que el neoliberalismo acabara consolidándose en cada país
y globalmente. Con ellos acabó formándose la Organización Mundial
del Comercio, y paralelamente se firmaron el Tratado de Libre Comercio entre
los países de América del Norte, incluido México, y el Tratado de Maastricht en
Europa (pp. 101-102).
Pese a ello, el mundo
creado bajo la estructura neoliberal, lejos de ser una arcadia de felicidad y
bienestar, no ha estado exento de situaciones difíciles, crisis financieras incluidas.
Harvey enumera una larga lista de estas últimas: las habidas a mediados de los
años noventa en Latinoamérica (México, Brasil, Argentina…), Extremo Oriente (Filipinas,
Tailandia…) o Europa (Polonia); las de finales de la misma década, que
afectaron sobremanera a los “tigres asiáticos” (Tailandia, Indonesia, Malasia, Filipinas,
Hong Kong, Taiwán, Singapur, Corea de Sur…), pero también a Europa oriental (Estonia,
Rusia…), Latinoamérica (Brasil, Argentina…) y hasta Oceanía (Australia y Nueva Zelanda)
y Turquía (102-103).
El caso de China es
analizado por Harvey desde lo que considera que ha sido su desplazamiento “hacia
la neoliberalización y la reconstitución del poder de clase”. Sugiere, además,
que, al igual que EEUU, este país está conociendo un deslizamiento hacia el
neoconservadurismo, teniendo en cuenta tres rasgos: “el autoritarismo, la
apelación al nacionalismo y la reaparición de ciertas trazas de imperialismo” (p.
158). Discutible o no esta apreciación, aporta una dimensión que normalmente no
se tiene en cuenta.
No he tocado todos los
aspectos que Harvey analiza en su libro, si bien me he centrado en los que
considero más importantes. Dado el momento en que se escribió, quedan fuera de
su análisis los cambios habidos en el mundo desde entonces, independientemente
de la crisis económica iniciada en 2008. No se hace referencia, como es obvio,
a la presidencia de Barack Obama y el recrudecimiento de las intervenciones
militares, la conformación de una amalgama de gobiernos progresistas en América
Latina, la preparación de un nuevo tratado de libre comercio y esta vez entre EEUU y la Unión Europea, etc. Pero como base para la comprensión del mundo en que vivimos, la
lectura de la Breve historia del Neoliberalismo es una buena
forma de saber más.