sábado, 1 de agosto de 2009

Sobre las semanas laborales


El pasado mes de junio los ministros de Trabajo de la Unión Europea han dado vía libre a la ampliación de la semana laboral, que puede llegar a 60 horas e incluso, en el caso del colectivo medico, las 65. Una medida que, se dice, no es de obligado cumplimiento, sino que debe ser pactada entre “la empresa y la mano de obra”. Falta, eso sí, la ratificación por el Parlamento Europeo, por lo que está por ver qué ocurrirá finalmente. De llevarse a efecto rompería con un proceso reivindicativo de la clase obrera, iniciado ya en el siglo XIX, de progresiva reducción de las horas de trabajo diarias, semanales y anuales. No es de extrañar, teniendo en cuenta el giro neoliberal que las economías del mundo iniciaron en 1979, con la llegada al gobierno de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y se acentuó diez años después, cuando se empezaron a desmoronar los regímenes políticos de la Europa oriental. Un giro neoliberal que está conllevando la pérdida progresiva de derechos sociales conquistados y, lo que es más importante, la ruptura del tejido social y organizativo que la clase obrera, entendida en sentido amplio, había ido construyendo en los dos siglos de su existencia. La vieja solidaridad de clase ha sido socavada mediante nuevas formas de organización del trabajo, más flexibles y agresivas, que está teniendo como resultado la individualización de las relaciones sociales entre quienes contratan y quienes deben someterse a una contratación. De esta manera, instrumentos como los sindicatos, sin entrar ahora en el papel moderado que suelen jugar, van perdiendo importancia, especialmente entre la gente más joven, porque no los ve útiles.

¿Y cuál es la realidad concreta? Voy a poner un ejemplo cercano, de aquí, de Barbate, de donde vivo. Me han contado de un establecimiento donde se gana mil euros mensuales, con un contrato reducido de cuatro horas, una jornada laboral de unas diez horas, aunque variable según las circunstancias, y con seis días y medio de trabajo semanal. Es sólo un ejemplo, concreto, pero no distante de lo que hacen otras tantas personas, en su mayoría jóvenes, en muchas ocasiones sin contrato laboral, pero siempre con jornadas por encima de las cuarenta horas semanales legales en España y sin los días de descanso, cuando los tienen, que les corresponden.

El contenido de la directiva europea que se pretende aprobar ya se está aplicando, es la realidad pura y dura. ¿A dónde nos llevará? Que cada cual saque sus consecuencias.

(Imagen: "Egipto", fotografía de Lee Miller)