La presentación del acto tuvo como introductor a Antonio Roldán, alcalde de Conil y autor del breve prólogo del libro, que puso de manifiesto, entre otras cosas, la labor que está realizando el ayuntamiento en materia de recuperación de memoria histórica. A lo largo de la disertación de Magdalena pudimos escuchar en sus palabras y ver en imágenes las claves de lo sucedido en Conil cuando las botas del fascismo español golpearon con dureza los sueños de tanta gente durante los años treinta. Las botas y los crucifijos de las familias de los señoritos que no querían perder sus privilegios y no dudaron en matar, castigar y amedrentar durante cuatro décadas.
El libro consta de una introducción, siete artículos, ya publicados en diversas revistas, y un amplio anexo documental. Buena parte del trabajo está basado en el empleo de las fuentes orales, para lo que la autora ha entrevistado a numerosas personas que vivieron los acontecimientos sufridos. En la interesante introducción que hace ella misma destaca "la singularidad de una experiencia violenta" que "de no ser por estos testimonios, hubiera tendido a quedar sepultada en el olvido y el silencio". Se completan sus fuentes de información con un meritorio trabajo en varios archivos, entre los que están el municipal de Conil, el provincial de Cádiz, el del Tribunal Militar Territorial nº 2 de Sevilla o el Histórico Nacional de Madrid.
Dos de los artículos ya los conocía: "Una lectura de la Falange conileña: la estrategia de poder", escrito desde la información aportada por el hecho insólito de la conservación del archivo de la organización local de ese grupo, habida cuenta la destrucción sistemática de ese tipo de documentos que se hizo desde el régimen fascista durante la transición; y otro sobre una propuesta de creación de una red de centros para crear un banco de memoria social en Andalucía. El resto de los artículos lo he podido leer entre ayer y hoy. Sus títulos ya nos orientan sobre su contenido: "La representatividad política en Conil de la Frontera durante los años de la República", "Un nuevo significado para los viejos tiempos. Interpretación de la guerra civil y el primer franquismo en Conil de la Frontera", "La generación herida. La guerra civil y el primer franquismo como señas de identidad de los niños nacidos hasta el año 1940"... De los otros dos, en "José Camelo Ramírez, alcalde del Frente Popular", me ha gustado el tratamiento que le ha dado, más allá de una semblanza, con un sintético análisis del protagonismo político que le correspondió al personaje en el contexto que va de febrero a julio de 1936, y la interpretación interesante de su padecimiento mientras estuvo escondido y la realidad de la múltiple represión (política, económica y moral) que sufrieron él y su familia. En el último artículo, "Apuntes para un método de análisis mnemónico intergeneracional de la guerra civil", utiliza su propia experiencia docente de indagación con el alumnado en la memoria histórica del pueblo para poner de manifiesto la importancia del "referente generacional" como marco de trabajo de gran utilidad, "especialmente en cuestiones relacionadas con el cambio social".
Este artículo enlaza, a mi parecer, con lo que da sentido al anexo documental que ofrece y que en la segunda parte del acto de presentación del libro nos fue ilustrando y explicando. Paralelo al recorrido diacrónico en imágenes de los hechos, los personajes y los documentos, resaltó la importancia que tuvo buena parte de la juventud en dos momentos históricos: los años republicanos y los de la transición. Si el primero fue cortado de raíz mediante la cruel represión iniciada en julio de 1936, el segundo dio sus frutos en cierta medida en la medida que perdura en nuestros días. Pese a todo, hubo cierta continuidad entre esos dos momentos, derivada en parte del eco de la memoria. Quienes triunfan políticamente en Conil desde 1977 son los grupos y las personas que retienen y simpatizan con una herencia que se castigó, denigró y se quiso hacer olvidar.
Y para acabar, una intromisión personal. Cuando vi la pancarta de la JGRE en medio de una manifestación en 1978, sentí, además de emoción, la complicidad de quien por esos años, aunque en otras latitudes, también quería cambiar las cosas.