Estamos en el segundo centenario del natalicio de Karl Marx. Un personaje que ha marcado al mundo de una forma trascendental hasta nuestros días. Autor de una vasta obra, no debemos, empero, separarla de las aportaciones que hizo su amigo Friedrich Engels. Su influjo ha sido de tal magnitud, que ya durante su propia existencia se hablaba de marxismo, un término que rechazaba. A lo largo de este año iré publicando algunas entradas sobre él. Ahora me remitido a un texto extraído de mi trabajo Historia del mundo contemporáneo (1º de Bachillerato).
"El marxismo
es un término que designa el conjunto de ideas formuladas por Marx, en muchos
casos en colaboración con Engels. Juntos escribieron el Manifiesto comunista e individualmente Marx escribió las Tesis sobre Feuerbach o El capital, mientras que Engels, por su
parte, fue autor de obras como La
situación de la clase obrera en Inglaterra o Del socialismo utópico al socialismo científico.
Fue Marx
quien en sus primeros años de actividad política formuló la frase "los
filósofos no han hecho más que
interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo" (Tesis sobre Feuerbach), donde encierra
el punto de partida de la obra y actuación en la vida de ambos pensadores: la
unión de la teoría y la práctica. Todas sus obras estuvieron destinadas a
profundizar en el conocimiento de los mecanismos de funcionamiento de las
sociedades y en especial la presente, pero participando de las luchas políticas
de su tiempo, donde jugaron un papel destacado (revolución de 1848, fundación
de la AIT, etc.).
En el Manifiesto comunista presentaron una
forma de interpretar la historia basada en la evolución de las sociedades y en
la consideración de las luchas entre las clases sociales como el motor de esa
evolución. Concebían la historia dinámicamente, fruto del enfrentamiento entre
clases sociales antagónicas. Esta concepción, llamada dialéctica, la habían
recogido del filósofo alemán de principios de siglo Hegel, quien había partido
de la premisa de que todo está sometido a un proceso continuo de cambio, producto
del enfrentamiento entre contrarios (tesis y antítesis), de los que surgiría
una síntesis y que a su vez generaría una nueva antítesis. La diferencia entre
Hegel y Marx estaba en que para el primero la dialéctica se basaba en el mundo
de las ideas, mientras que para el segundo estaba en la materia, pues las ideas
eran producto de la propia realidad y no al revés ("no es la conciencia de
los hombres la que determina su existencia, sino la existencia social la que
determina la conciencia", escribió Marx). La dialéctica marxista es, como
consecuencia, materialista y de ahí el
término materialismo dialéctico. La concreción de esta concepción filosófica en
la realidad social eran las clases sociales, antagónicas entre sí (tesis y
antítesis) y en permanente contradicción, manifestada en la lucha de clases.
Por eso conciben la historia dialécticamente ("libres y esclavos,
patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en
una palabra, opresores y oprimidos", escribieron en el Manifiesto comunista).
Desde estas
premisas Marx concibió la historia, en lo que denominó materialismo histórico,
como una sucesión de sociedades basadas cada una en formas diferentes de organizar la producción (modos de producción)
y compuestas dichas formas por dos elementos: la mano de obra y el nivel
técnico empleado para producir lo necesario (fuerzas productivas) y las
relaciones de las clases sociales con respecto a la producción según se
sea productor y/o propietario
(relaciones sociales de producción). Estos elementos materiales o económicos
son lo que Marx denominó con el término infraestructura de la sociedad, que
estaba en la base de la superestructura, formada por los elementos políticos e
ideológicos o conjunto de instituciones, leyes, creencias, etc. que cada
sociedad tiene. Dado que consideraba que la realidad material era el fundamento
de la sociedad, la superestructura estaba condicionada por la infraestructura
o, en otras palabras, lo económico condicionaba a lo político e ideológico. Cada
vez que en una sociedad había un desarrollo de las fuerzas productivas, se
producía una situación de conflicto que
incubaba el germen de la sociedad futura (síntesis). La revolución sería el
momento del cambio. A lo largo de la historia se habrían desarrollado distintas
sociedades o modos de producción (comunismo primitivo, esclavista, asiático,
feudal, capitalista...) y en la sociedad capitalista presente se estaría incubando el germen de la
sociedad futura, que para Marx estaba en la clase obrera. ¿Por qué? Consideraba
que la burguesía había introducido la cooperación social o socialización de la
producción (las fábricas se basaban en el trabajo conjunto, frente al
individual de la etapa anterior), pero, sin embargo, la apropiación del
producto del trabajo era privada. La contradicción sería resuelta en el momento
en que producción y apropiación de lo trabajado fueran socializadas a la vez.
El comunismo (o socialismo) sería la nueva sociedad basada en la propiedad
colectiva y el reparto igualitario de la riqueza. Su llegada sería producto del
desarrollo histórico y no obra de la buena voluntad de la gente, como habían
pronosticado los utópicos. Engels lo llamó socialismo científico, porque, a
diferencia del socialismo utópico, se fundamentaba críticamente desde el
conocimiento de la realidad social.
Por eso se
preocuparon de analizar la sociedad capitalista. Engels lo hizo centrándose en
las condiciones de vida de la clase obrera (La
situación de la clase obrera en Inglaterra). Pero fue Marx quien dedicó más
tiempo y profundizó más a través de su obra voluminosa El capital. Utilizando los conocimientos teóricos de los
economistas liberales (Smith y Ricardo, sobre todo), partió de la premisa
liberal de que el fundamento de las sociedades está en el trabajo, pero añadió,
al contrario que los liberales, que el fundamento de la sociedad capitalista se
encontraba en el trabajo no retribuido, al que llamó plusvalía y que supone un
valor que el trabajo del obrero genera, pero que el capitalista no le remunera.
En otras palabras: cuando un empresario contrata a un trabajador por un tiempo
(pongamos una semana), le paga con un salario; si el valor de dicho salario
equivale a determinados días de trabajo (por ejemplo, tres), el trabajador no
deja de trabajar a su término, porque ha sido con-tratado por una semana; los
cuatro días restantes serían la plusvalía generada por el trabajo del obrero y
que el empresario no le paga. Para Marx la plusvalía es el fundamento del
sistema capitalista y de donde los capitalistas obtienen los recursos para invertir,
pagar impuestos, mantener su nivel de consumo, etc.
En su
análisis del capitalismo fue más lejos y puso al descubierto otras contradicciones
que le reafirmaron en su consideración de sistema injusto y en decadencia: si
las fábricas eran un modelo de organización racional (simbiosis entre la
aplicación de las técnicas revolucionarias de la época y la colaboración en la
producción), no ocurría lo mismo fuera de ella en el momento en que la venta de
mercancías en el mercado estaba sometida a crisis periódicas de superproducción
(cada diez años), que obligaban a parar la producción y aumentaba el paro; el
propio paro sería una muestra de la infrautilización de la mano de obra,
necesario sólo para abaratar los salarios; la pretendida libertad económica
estaba siendo suplantada por la progresiva absorción de las pequeñas empresas
por las grandes, etc.
La lucha
política que desarrollaron Marx y Engels fue la concreción del axioma antes
referido sobre la unión de la teoría y la práctica. Ya hablamos antes de cuáles
eran los planteamientos que defendieron y con relación a su consideración
teórica de que el comunismo (o
socialismo) era producto de la historia,
vieron en la lucha política el medio para que la clase obrera (la clase revolucionaria
que representaba la síntesis en la contradicción entre capital y trabajo asalariado)
alcanzara el poder para iniciar la
construcción de la nueva sociedad. Presentaron, de este modo, algunos de los
rasgos de la sociedad futura y de las dos etapas necesarias para su
conformación: en la primera se trataría de que el gobierno de la clase obrera
(al que llamó dictadura del proletariado) socializara los medios de producción
y distribuyera equitativamente el fruto del trabajo (se recibiría según lo
trabajado); en la segunda no sería necesario el estado, por-que habrían
desaparecido las clases sociales y cada individuo sería libre y responsable
para aportar a la sociedad y recibir de ella lo necesario. El estado, en
palabras de Engels, "se iría extinguiendo, porque ya no sería necesaria su
existencia".
La
influencia de Marx y Engels se dejó sentir en los partidos socialistas o socialdemócratas
que se fueron formando en los distintos países y que en 1889 formaron la IIª
Internacional. Entre ellos estaban el SPD, en Alemania, el más influyente de todos;
el PSD, en Austria; el PSF y el POF, en Francia; el PSOE, en España; el PSI, en
Italia; el POSDR, en Rusia; el partido laborista, en Gran Bretaña, etc. Se
crearon o adhirieron sindicatos (por
ejemplo, la UGT en España) con fines de
lucha económica. Sus programas se inspiraron en el Manifiesto fundacional de la
AIT, pero en general desarrollaron una política moderada, basada en la lucha
parlamentaria y, pese a los principios teóricos de conquista revolucionaria del
poder, con el convencimiento mayoritario de que se podía acceder al poder
pacíficamente desde la democratización de la sociedad.
Esta
actitud generó divergencias contrapuestas entre sí, en oposición a la tendencia
mayoritaria. Los revisionistas buscaban una coherencia teórica sobre la
práctica de hecho moderada. En este sentido Bernstein intentó demostrar que el
cambio social sería producto de un proceso largo y gradual, consecuencia de la
propia evolución del capitalismo. En el otro extremo estaban los
revolucionarios, disconformes con la práctica moderada, pese al radicalismo de
los programas. Destacaron Rosa Luxemburgo y Lenin, y en su mayoría formarían el
núcleo fundador de los partidos comunistas".