La derechona está desatada. Sus dirigentes llevan semanas pegando fuerte al gobierno con esto del covid-19. No paran de culparlo de las muertes habidas, pero se olvidan, sin embargo, de los recortes continuados en materia de sanidad que ha habido desde que Rajoy accedió a la jefatura del gobierno en 2011. De los recortes y privatizaciones de los servicios públicos, tanto sanitarios como en las residencias de personas mayores, que en las comunidades autónomas gobernadas por el PP se llevan haciendo desde muchos años atrás.
Y Madrid, como exponente principal del modelo, neoliberal hasta en los tuétanos. No en vano la mortalidad habida en esta comunidad está siendo la más. Y de una manera especial, las que se han producido en las residencias de personas mayores, donde la falta de recursos humanos y materiales, derivada de los recortes y del proceso privatizador y especulativo, ha llevado a una situación altamente dramática. No resulta extraño en una comunidad donde los puestos más altos de sus instituciones han sido ocupados por personas de la catadura (y caradura) moral de Esperanza Aguirre (que accedió a la presidencia a través del tamayazo) y sus ranas, como, por ejemplo, Francisco Granados (encarcelado por corrupción), Ignacio González (encarcelado por corrupción) o Cristina Cifuentes (imputada por falseamiento de documentos). Sin contar la aprendiza que tienen ahora en la figura de Isabel Ayuso.
Todo eso ha sido aireado desde los medios de comunicación que controlan -que son muchos, por no decir que la mayoría- en prensa, radio, televisión y medios digitales. Y, por supuesto, también del empleo de las redes sociales, creando plataformas digitales para lanzar bulos y noticias falsas con el fin de debilitar al gobierno. Eso y la oposición a las medidas sanitarias y de prevención que se han ido aprobando por los órganos políticos correspondientes del país y recomendado por organismos internacionales, como la OMS.
La clientela de esa derechona no ha parado de actuar, alimentada y alimentando a esos medios y plataformas. Y desde hace unos días, lanzándose a las calles de algunas ciudades, que en el caso de Madrid son las de esos barrios de gente rica que se dice víctima de un gobierno social-comunista. Lo hacen, además, saltándose todas las medidas de prevención que se han tomado. Pero no les importa, porque, como dicen, lo hacen en defensa de la libertad. Es verdad que eso no es exclusivo de este país, pues coincide con lo que en general están defendiendo los grupos de extrema derecha europeos y americanos.
Pero aquí están saliendo a las calles con sus atavíos de banderas monárquicas y todo lo que pueda contener esos colores, golpeando cacerolas, sartenes, y hasta farolas y señales de tráfico, convirtiendo ese ruido en el sonido de fondo de sus gritos y consignas.
Cuando empezaron a hacerlo en los balcones me vino a la memoria lo que en Chile empezaron a hacer durante el verano de de 1973 las señoronas de las clases altas y medias del país para protestar contra el gobierno de la Unidad Popular. Por aquel entonces el compositor Sergio Ortega les dedicó la canción "Las ollitas", con tintes satíricos, que fue interpretada por el grupo Quilapayún y que empezaba con eso de "La
derecha tiene dos ollitas: / una
chiquita, otra grandecita. / La
chiquitita se la acaba de comprar, / esa la
usa tan sólo pa'golpear". Al poco, un 11 de septiembre, el ruido de esas cacerolas fue el preludio del que empezaron a hacer los tanques.