A lo largo del artículo Ramonet analiza con detalle los distintos aspectos que contienen la realidad de la pandemia global que estamos sufriendo. Desde los propiamente epidemiológicos y sanitarios hasta sus causas, en las que se encuentra el modelo económico dominante de capitalismo neoliberal. No debemos olvidar que las políticas implementadas por los gobiernos de las potencias occidentales y de buena parte de otros países han supuesto recortes en los gastos de salud. Como tampoco debemos perder de vista la responsabilidad de los gobiernos de esas potencias, que se han mostrado pasivos a la hora de tomar medidas ante las advertencias desde hace años por parte de la comunidad científica de una posible crisis sanitaria global. O la responsabilidad que han tenido en la tardanza para tomar medidas cuando la crisis estuvo presente. Y eso sin contar la actitud de los Trump, Johnson, Balsonaro u Orbán, y sobre los que Ramonet no le ha temblado la mano en decir: "Quizás, cuando se derrote al coronavirus, algunos responsables tendrán que rendir cuentas ante una justicia semejante al Tribunal de Nuremberg".
No se ha olvidado de otra cosas, como reconocer la labor altruista y solidaria que está desarrollando Cuba, cercada económicamente desde hace décadas por los diferentes gobiernos de EEUU, pero que ha sido capaz de haberse convertido en "una superpotencia médica con más de 30.000 médicos y enfermeros desplegados en 66 naciones". Algo que se sigue silenciando por parte de la mayor parte de los medios de comunicación. Tampoco se ha olvidado del ejemplo dado por los gobiernos de Islandia o Nueva Zelanda. O del de Venezuela, donde el presidente "Nicolás Maduro ha sido, en Suramérica, el líder que más pronto entendió cómo actuar drásticamente frente al patógeno" y haber posibilitado que su país sea el país menos afectado del continente.
Y nos advierte de cosas. Como que "Lo que parecía distópico y propio de dictaduras de ciencia ficción se ha vuelto ‘normal’". O no pecar de inocentes y seguir peleando, porque "los poderes dominantes, por mucho que se hayan tambaleado, se esforzarán por retomar el control".
Dada su extensión, he optado por entresacar algunos fragmentos del artículo, independientemente de que se pueda leer en su totalidad, cosa que recomiendo por ser un buen ejercicio de información, y reflexión, frente a la desinformación, cuando no expansión de noticias falsas.
A estas
alturas, ya nadie ignora que la pandemia no es sólo una crisis sanitaria. Es lo
que las ciencias sociales califican de “hecho social total”, en el sentido de
que convulsiona el conjunto de las relaciones sociales, y conmociona a la
totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores.
(…)
Lo que
parecía distópico y propio de dictaduras de ciencia ficción se ha vuelto
‘normal’. Se multa a la gente por salir de su casa a estirar las piernas, o por
pasear su perro. Aceptamos que nuestro móvil nos vigile y nos denuncie a las
autoridades. Y se está proponiendo que quien salga a la calle sin su teléfono
sea sancionado y castigado con prisión.
existe un
amplio acuerdo entre los investigadores internacionales para reconocer que
este nuevo germen ha surgido del mismo modo que otros anteriormente: saltando
de un animal a los seres humanos… Murciélagos, pájaros y varios mamíferos (en
particular los cerdos) albergan naturalmente múltiples coronavirus. En los
humanos, hay siete tipos de coronavirus conocidos que pueden infectarnos.
Cuatro de ellos causan diversas variedades del resfriado común. Y otros tres,
de aparición reciente, producen trastornos mucho más letales como el síndrome
respiratorio agudo y grave (SARS), emergido en 2002; el síndrome respiratorio
de Oriente Medio (MERS), surgido en 2012; y por último esta nueva enfermedad,
la covid-19, causada por el SARS-CoV-2, cuyo primer brote se detectó, como ya
dijimos, en el mercado de mariscos de Wuhan en diciembre de 2019.
(…)
El más
importante quizás de estos análisis fue presentado, en noviembre de 2008, por
el National Intelligence Council (NIC), la oficina de anticipación geopolítica
de la CIA, que publicó para la Casa Blanca un informe titulado “Global Trends
2025: A Transformed World”. Este documento resultaba de la puesta en común
–revisada por las agencias de inteligencia de Estados Unidos– de estudios
elaborados por unos dos mil quinientos expertos independientes de universidades
de unos treinta y cinco países de Europa, China, la India, África, América
Latina, mundo árabe-musulmán, etc.
Con
insólito sentido de anticipación, el documento confidencial anunciaba, para
antes de 2025, “la aparición de una enfermedad respiratoria humana nueva,
altamente transmisible y virulenta para la cual no existen contramedidas
adecuadas, y que se podría convertir en una pandemia global”.
(…)
Lo que
está realmente en causa es el modelo de producción que lleva decenios saqueando
la naturaleza y modificando el clima. Desde hace lustros, los militantes
ecologistas vienen advirtiendo que la destrucción humana de la biodiversidad
está creando las condiciones objetivas para que nuevos virus y nuevas
enfermedades aparezcan: “La deforestación, la apertura de nuevas carreteras, la
minería y la caza son actividades implicadas en el desencadenamiento de
diferentes epidemias –explica, por ejemplo, Alex Richter-Boix, doctor en
biología y especialista en cambio climático– Diversos virus y otros patógenos
se encuentran en los animales salvajes. Cuando las actividades humanas entran
en contacto con la fauna salvaje, un patógeno puede saltar e infectar animales
domésticos y de ahí saltar de nuevo a los humanos; o directamente de un animal
salvaje a los humanos (…) Murciélagos, primates e incluso caracoles pueden
tener enfermedades que, en un momento dado, cuando alteramos sus hábitats
naturales, pueden saltar a los humanos”.
(…)
la
espectacular supremacía tecnológica de la que tanto nos ufanábamos, con
nuestros teléfonos inteligentes de última generación, los drones futuristas,
los robots de ciencia ficción y las biotecnologías innovadoras han servido de
poco, como ya lo hemos dicho, a la hora de contener el primer impacto de la
marea pandémica. Para tres objetivos urgentísimos –desinfectarnos las manos,
confeccionar mascarillas y frenar el avance del virus–, la humanidad ha tenido
que recurrir a productos y a técnicas viejos de varios siglos atrás.
Respectivamente: el jabón, descubierto por los romanos antes de nuestra era; la
máquina de coser, inventada por Thomas Saint en Londres hacia 1790; y, sobre
todo, la ciencia del confinamiento y del aislamiento social, afinada en Europa
contra decenas de oleadas de pestes sucesivas desde el siglo V… ¡Qué lección de
humildad!
(…)
las
personas mayores constituyen el grupo con mayor índice de mortalidad. Ignoramos
por qué. Algunos fanáticos ultraliberales no han tardado en reclamar sin
tapujos la eliminación maltusiana de los más débiles. Un vice-gobernador, en
Estados Unidos, declaró: “Los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir
para salvar la economía”. En esa misma vena aniquiladora, el analista
neoliberal del canal estadounidense CNBC, Rick Santelli reclamó un ‘darwinismo
sanitario’ y pidió “inocular el virus a toda la población. Eso sólo aceleraría
el curso inevitable… Pero los mercados se estabilizarían”. En Holanda, donde el
primer ministro ultraliberal Mark Rutte apuesta también por la “inmunidad de
rebaño”, el jefe de epidemiología del Centro Médico de la Universidad de
Leiden, Frits Rosendaal, declaró que “no se deben admitir en las UCI a personas
demasiado viejas o demasiado débiles” .
(…)
La
pandemia también tiene sus héroes y sus mártires. Y en esta pelea, los
guerreros que han subido a primera línea, a los puestos de avanzada a afrontar
el letal SARS-CoV-2 han sido los médicos, las enfermeras, el personal auxiliar
y otros trabajadores de la salud convertidos en protagonistas involuntarios,
conquistando elogios y aplausos desde los balcones, las plazas y las calles de
ciudades de todo el mundo. Casi todos ellos funcionarios públicos, para quienes
la salud de la población no es una mercancía sino una necesidad básica, un
derecho humano.
(…)
Al
respecto, un pequeño país, también digno de admiración, se ha distinguido por
su altruismo y generosidad. Se trata de Cuba. Sitiada y bloqueada desde hace
sesenta años por Estados Unidos y sometida además por Washington a brutales
medidas coercitivas unilaterales, la isla fue la primera en acudir en ayuda de
China cuando estalló esta pandemia. Desde entonces las autoridades cubanas no
han cesado de enviar brigadas de médicos y personal sanitario a combatir la
covid-19 a una veintena de países, respondiendo a las solicitaciones
angustiadas de sus Gobiernos. Entre ellos tres de la rica Europa: Italia,
Francia y Andorra. Estas Brigadas Internacionales de Médicos Especializados en
Situaciones de Desastres y Graves Epidemias existen desde los años 1960.
(…)
Los
grandes medios silencian la solidaridad médica de Cuba mientras realizan una
cobertura universal y permanente de la pandemia como nunca se había visto.
Durante meses, sin respiro, los principales medios de todo el planeta nos han
hablado de un único tema: el coronavirus. Sobreinformación a la potencia mil.
Un fenómeno coral, hipermediático, de semejante envergadura global no había
ocurrido jamás. Ni cuando cayó el Muro de Berlín, ni con los atentados de las
torres gemelas de Nueva York…
Al mismo
tiempo estamos asistiendo a una guerra feroz entre diversas facciones para
imponer un relato dominante sobre esta crisis. Lo que provoca una auténtica
epidemia de fake news y de
posverdades. La OMS ha definido este fenómeno como infodemia, pandemia de
info-falsedades.
(...)
se cierne
la perspectiva de un desastre económico sin parangón. Nunca se había
visto la economía de todo el planeta frenar en seco. Los territorios más
afectados –por ahora– por la covid-19 son China y Asia del este, Europa y
Estados Unidos, o sea el triángulo central del desarrollo mundial. Millones de
empresas, grandes y pequeñas, se hallan en crisis, cerradas, al borde de la
quiebra. Varios centenares de millones de trabajadores han perdido su empleo,
total o parcialmente… Como en tantas ocasiones anteriores, los asalariados peor
remunerados y las pequeñas empresas pagarán el precio más alto. Quinientos
millones de personas podrían ser arrastradas de nuevo a la pobreza. Esta crisis
económica, de alcance planetario, no tiene precedentes y superará en
profundidad y duración a la de 1929. También excede en gravedad a la crisis
financiera de 2008.
(…)
La mayoría
de los Gobiernos han defraudado. Zarandeados como nunca en tiempos de paz no
han sabido estar a la altura del descomunal desafío. Ni asumir una de sus
principales competencias constitucionales: la responsabilidad de proteger a su
población. Abundan los ejemplos (…). Johnson, [primer ministro de Reino Unido] apostó al principio por la teoría de la
“inmunidad de rebaño”, dejando que la población británica se infectase… (…) Jair
Bolsonaro, presidente de Brasil, [sigue] exhibiendo una actitud negacionista y
califican con risitas la pandemia asesina de “gripecita sin importancia”…
Quizás, cuando se derrote al coronavirus, algunos responsables tendrán que
rendir cuentas ante una justicia semejante al Tribunal de Nuremberg… (…) Donald
Trump (…) se ha ganado, por su pésima gestión, la distinción de “peor
presidente estadounidense de todos los tiempos”. Para él y para unos cuantos
más, el nuevo coronavirus ha actuado como una suerte de Principio de Peter,
despojándolos de sus máscaras, dejando al desnudo su impostura y su estrepitoso
nivel de incompetencia…
(…)
“Muchos
expertos consideran que Islandia y Nueva Zelanda, junto con Corea del Sur, son
las naciones que mejor han enfrentado la pandemia. Pero hay que añadir el caso
de Venezuela. Aunque los medios dominantes internacionales se nieguen a
admitirlo, el presidente Nicolás Maduro ha sido, en Suramérica, el líder que
más pronto entendió cómo actuar drásticamente frente al patógeno. Gracias a la
batería de medidas (confinamiento, cierre de fronteras, pesquisaje voluntarista
casa por casa, hospitalización de todos los positivos) decididas por su
Gobierno –y a pesar del ilegal bloqueo económico, financiero y comercial
impuesto por Estados Unidos, y de las amenazas militares –, Venezuela ha podido
evitar los errores cometidos en Italia, en España o en Estados Unidos y salvar
cientos de vidas. El “método Venezuela” ha resultado ser uno de los más
eficaces del mundo.
(…)
Muchos
líderes autoritarios han sido lentos y torpes frente al coronavirus,
decepcionaron, disimularon informaciones o mintieron: por ejemplo, Donald Trump
en Estados Unidos, Viktor Orbán en Hungría, Jair Bolsonaro en Brasil, Rodrigo
Duterte en Filipinas, Narendra Modi en la India, Jeanine Áñez en Bolivia, etc..
(…)
Y un
virus, por perturbador que sea, no sustituye a una revolución… No podemos pecar
de inocentes. Las luchas sociales seguirán siendo indispensables. Como dice el
historiador británico Neal Ascherson: “Después de la pandemia, el nuevo mundo
no surgirá por arte de magia. Habrá que pelear por él”. Porque, pasado el
susto, los poderes dominantes, por mucho que se hayan tambaleado, se esforzarán
por retomar el control. Con mayor violencia, si cabe. Tratarán de hacernos
regresar a la vieja ‘normalidad’. O sea, al Estado de las desigualdades
permanentes.