Así pasó mucho tiempo desapercibido y bien remunerado. Hasta hace unos años, cuando sus víctimas decidieron acabar con la rabia contenida para airearla en nombre de la justicia y de la dignidad. Sólo una jueza argentina, María Servini, se atrevió a procesarlo por crímenes contra la humanidad. Aquí, mientras tanto, todavía siguen mirando para otro lado, poniendo trabas o negando evidencias. Aquí, mientras tanto, las cloacas del estado siguen actuando para que tipos como ese al que llamaban "el Niño" estén saliendo de rositas por lo que hicieron. Resulta paradójico que el covid-19 se haya llevado por delante en unas pocas semanas a una víctima y al verdugo. Pero con una diferencia sustancial: Chato Galante lo hizo con sus medallas de dignidad; el policía, con unas medallas de ignominia, manchadas de sangre y dolor.
Allá por los años 1973 y 1974, en los inicios de la dictadura militar uruguaya, Mario Benedetti escribió el poema "Hombre preso que mira a su hijo", al que años después musicó Pablo Milanés. Unos versos que sirven para comprender eso de víctimas y verdugos:
al "viejo" hache
Cuando era como vos me enseñaron los viejos
y
también las maestras bondadosas y miopes
que
libertad o muerte era una redundancia
a
quién se le ocurriría en un país
donde
los presidentes andaban sin capangas.
que
la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya
que la patria funcionaba bien
en
las canchas y en los pastoreos
realmente
botija no sabían un corno
pobrecitos
creían que libertad
era
tan sólo una palabra aguda
que
muerte era tan sólo grave o llana
y
cárceles por suerte una palabra esdrújula
olvidaban
poner el acento en el hombre
la
culpa no era exactamente de ellos
sino
de otros más duros y siniestros
y
éstos sí
cómo
nos ensartaron
en
la limpia república verbal
cómo
idealizaron
la
vidurria de vacas y estancieros
y
cómo nos vendieron un ejército
que
tomaba su mate en los cuarteles
uno
no siempre hace lo que quiere
uno
no siempre puede
por
eso estoy aquí
mirándote
y echándote
de menos
por
eso es que no puedo despeinarte el jopo
ni
ayudarte con la tabla del nueve
ni
acribillarte a pelotazos
vos
ya sabés que tuve que elegir otros juegos
y
que los jugué en serio
y
jugué por ejemplo a los ladrones
y
los ladrones eran policías
y
jugué por ejemplo a la escondida
y
si te descubrían te mataban
y
jugué a la mancha
y
era de sangre
botija
aunque tengas pocos años
creo
que hay que decirte la verdad
para
que no la olvides
por
eso no te oculto que me dieron picana
que
casi me revientan los riñones
todas
estas llagas hinchazones y heridas
que
tus ojos redondos
miran
hipnotizados
son
durísimos golpes
son
botas en la cara
demasiado
dolor para que te lo oculte
demasiado
suplicio para que se me borre
pero
también es bueno que conozcas
que
tu viejo calló
o
puteó como un loco
que
es una linda forma de callar
que
tu viejo olvidó todos los números
(por
eso no podría ayudarte en las tablas)
y
por lo tanto todos los teléfonos
y
las calles y el color de los ojos
y
los cabellos y las cicatrices
y
en qué esquina
en
qué bar
qué
parada
qué
casa
y
acordarse de vos
de
tu carita
lo
ayudaba a callar
una
cosa es morirse de dolor
y
otra cosa es morirse de vergüenza
por
eso ahora
me
podés preguntar
y
sobre todo
puedo
yo responder
uno
no siempre hace lo que quiere
pero
tiene el derecho de no hacer
lo
que no quiere
llora
nomás botija
son macanas
que
los hombres no lloran
aquí
lloramos todos
gritamos
berreamos moqueamos chillamos maldecimos
porque
es mejor llorar que traicionar
porque
es mejor llorar que traicionarse
llorá
pero no olvides.