El pasado
22 de abril se emitió a través de la Televisión Cubana un vídeo en el que nueve
actores recitaron el poema colectivo “Quererse de lejos (amor versus pandemia)”, obra de Ricardo
Riverón Rojas, Yamil Díaz Gómez, Jorge Luis Mederos Betancor (Veleta) y
Williams Calero Calero, que son integrantes del Club del Poste de Santa Clara.
El poema está dividido en tres partes y consta de nueve décimas, la figura
literaria que les gusta cultivar y que en la isla caribeña resulta muy popular.
El vídeo se
grabó por iniciativa del Ministerio de Cultura cubano y está insertado en la
campaña de reconocimiento y gratitud hacia las personas que están en la primera
línea del combate contra la pandemia del covid-19: médicas y médicos,
enfermeras y enfermeros, y demás especialistas y trabajadores de la salud. Que trabajan con denuedo por todos los rincones del país o que lo hacen en misiones humanitarias por el mundo.
El pueblo cubano,
en general, y la gente del mundo de la cultura, en particular, no dejan de dar muestras
de su espíritu solidario, como también no dejan de
sorprendernos por las iniciativas que toman. Y en esta ocasión con unos bellos versos cargados de amor, que, al escucharlos o leerlos, generan tantas emociones.
Quererse de
lejos
(amor versus pandemia)
I
Este
virus criminal,
muchacha,
te hace lejana.
Cercanas,
tú y la mañana
me
alivian de cualquier mal.
Te
vi, y te quise frutal,
rumorosa
y decidida.
Pero
acato esta medida
de
aislarme de lo que vi,
pues
me separa de ti,
pero
nos salva la vida.
Tu
pupila en el pañuelo;
debajo
de él: tu boca;
mi
beso, que no te toca,
se
detiene ante ese velo.
En
mi desmayado anhelo
ya
te beso con mirarte.
Sé
que lograré abrazarte,
pues
venceremos al mal
y
el aislamiento social
no
me va a aislar de soñarte.
Entre
las cosas que espero,
espero
por ti, mujer,
ahora
que quiero tener
tu
olor en mi cuerpo entero.
Todo
de ti saber quiero:
de
tu azúcar, de tu sal,
de
tu miel y tu panal
para
guardar la fragancia,
porque
este abrazo a distancia
me
libra de todo mal.
II
No
por lejos tu figura
se
me hace pequeña, hijo;
recuerda
que yo no fijo
límites
a tu estatura.
Me
quedo con la ternura
que
estrecha todos los lazos,
para
unir los dos pedazos
de
nuestro abrazo visual,
como
si desde el portal
te
abrazaran veinte brazos.
Te
saludo con el codo;
tú
bien sabes la razón:
es
mi codo la ilusión
de
sentirte de algún modo.
Cuando
lo salvemos todo,
sabré
que salvé tu ser.
Tendré
el corpóreo placer
de
entregarte día tras día,
los
besos y la alegría
que
se hicieron humo ayer.
Y
entrarán en nuestro abrazo
sin
brazos, tantas personas;
vendrán
de todas las zonas
sin
titubear, paso a paso.
En
el alba de este ocaso
crecerá
nuestra verdad.
Y
cuando la enfermedad
no
nos contagie a ninguno,
a
ver si nos damos uno
que
abarque a la Humanidad.
III
Hoy
que la fiebre se asoma
con
un puñal en los dientes,
y
recorre continentes
hablando
su cruel idioma.
Hoy
que hasta a la piel de Roma
llega
luz desde la Habana,
soñemos
con el mañana
más
limpio del universo.
Yo
solo entrego este verso,
y
espero tras mi ventana.
Te
miro pasar, doctor,
camino
al laboratorio,
como
un ángel promisorio
en
la patria del dolor.
Por
eso aplaudo tu honor,
tu
bálsamo de piedad
y
esa firme voluntad
de
cruzar la lejanía,
enfermo
de cubanía,
curando
a la Humanidad.
Como
nos devolverás
a
la salud y al abrazo,
la
hora del cañonazo
es
la hora de la paz.
Doctor,
tú no tienes más
fortuna
que una ovación:
por
la férrea vocación
de
que siempre haces derroche,
el
pueblo, noche tras noche,
te
aplaude desde el balcón.