Canto de paz a Lenin
Juan Rejano Porras (1952)
I
Para
llegar a ti, para cantarte,
padre
inmortal, dialéctica centella,
yo
necesitaría
una
voz himalaya, un acento oceánico,
el
verso con que Homero
dio
cadencia a las islas mitológicas,
la música
que duerme en la garganta
de
los valles lunados del planeta.
¿Pero
qué puedo darte, lámpara generosa,
si
soy tan sólo un hálito sostenido en el viento,
si
miro hacia la selva que tus brazos alzaron
y apenas
sí sus bordes olorosos consigo?
Intentaré,
no obstante, la aventura del pájaro
y
viajaré entre endechas sobre tus vastos límites
para
decir en cinco pétalos conmovidos
algo
de lo que llena tu fragante morada.
II
No
yaces: no estás lejos ni ausente ni impreciso
como
los que se van,
como los que se
van hacia las sombras
Sobre
el pecho del Kremlin, nido ubérrimo,
muralla
venturosa
de la
paz y la vida
que
ampara al oprimido de todos los confines, esta estrofa militante
quiero
escribir en lengua de nardo o de paloma.
No
duermes: no eres pausa ni olvido ni ceniza
como
los que se llevan a la ribera silenciosa
el
corazón helado por la duda
y
astillas del vacío entre las manos herrumbrosas.
El
aire, el mar, la luz, la cumbre, el héroe anónimo
te
definen y esculpen sobre la piedra roja.
Todo
lo que es eterno circunda y vivifica
tu
presencia de llama, tu puntual aroma.
Como
un astro amoroso, aun perdura tu frente,
sobre
la que descansa la ciudad de la aurora,
la
ciudad ecuménica del hombre,
la
ciudad donde encuentran los sueños cada día su puerta luminosa.
Tu
sangre está de pie como una lanza,
como
un rosal, como una fuente pródiga,
y por
ella corriendo van los jóvenes ríos,
las
alas del trabajo socialista, la indómita
canción
de un pueblo libre, inquebrantable,
soviética
corola
de
enardecida piel y labios diáfanos
que
vencieron lo inerte y ya se posan
en la
mejilla de otros recintos fraternales
y a
cada esclavo de la tierra nombran.
Y tú,
maestro ardiente, inagotable
polen,
viva roca,
tú
estás en las pupilas
del
niño, en la brumosa
casa
del pobre, al sur de los talleres,
al
norte de la choza campesina,
en el
jarro que el jornalero fatigado bebe,
entre
las hojas
del
árbol y del libro,
donde
apunta
el
dolor, donde el hombre explota al hombre,
allí
donde se enciende un ansia
y un
himno revolucionario asoma.
En
medio de la noche de los siglos,
de
las áridas luchas y las heridas luctuosas,
tú
fuiste la primera claridad establecida,
tu
planta tocó tierra sobre la nebulosa
de
los negros sistemas iguales que patíbulos,
de las
supersticiones y los mitos hipócritas
que
amamantaba con sus largas ubres
la
loba
capitalista
y
agresora,
y por
eso tu mundo fue el primer mundo virgen,
sustancia
candorosa
donde
el orden humano sin dogales se afirma
y el
pan de la justicia se ofrece sin zozobra.
No
yaces: no estás lejos ni ausente ni impreciso
como
los que se van hacia las sombras.
Hasta
el postrer aliento de vida, la montaña
perenne
de tu frente presidirá las horas
fecundas,
tu mirada
se
alzará con el vuelo caudal de la victoria.
III
El
látigo del zar hiere la estepa:
Lenin
conduce un sueño de amapolas.
Se
agazapa la muerte en un icono:
Lenin
cruza la hoz con el martillo.
Siberia
es un sudario de insumisos:
Lenin
funda en la nieve duras páginas.
La
semilla de Marx va entre eriales:
Lenin
brota un fulgor, siembra un Partido.
Sube
un arco doliente de las fábricas:
Lenin
grita: ¡Juntad, unid los hombros!
La
aciaga espina menchevique surge:
Lenin
separa el hierro de la escoria.
El
sol naciente clava un dardo a Rusia:
Lenin
predice la columna rota.
Un
domingo de sangre resplandece:
Lenin
levanta al pueblo hacia su emblema.
Taller
y surco, como un toro, embisten:
Lenin
vuela en la luz de las banderas,
(Lenin
vuela, origina, crea, irrumpe,
Lenin
salva, pelea, ama, ordena,
Lenin,
alto hemisferio, espuma insomne,
fértil
cristal, erguida fortaleza.
Lenin,
de polo a polo, luna errante,
Lenin,
torrente inextinguible, letra
viva
de la sabiduría, espada
proletaria,
timón de la estrategia.
En cada
poro, en cada fibra, Lenin,
Lenin,
Lenin, quebrando las cadenas).
Llegan
las horas de repliegue y duelo:
Lenin
con un laurel cubre su ejército.
Crepitan
en su hoguera los imperios:
Lenin
el desterrado está en su tierra.
Crece
el incendio hasta tocar el cielo:
Lenin
cruza en un tren forjando un rayo.
L a
corona feudal rueda en el Indo:
Lenin
pide el poder para los soviets.
Octubre
estalla como un árbol rojo:
Lenin
piensa en la paz, da tierra al paria.
El
chacal extranjero envía sus dientes:
Lenin
rompe las uñas invasoras.
Escala
el hambre la vertiente niña:
Lenin
cuida la espiga del futuro.
La
noche empieza a retirar sus hieles:
Lenin
dice: ¡Adelante, camaradas!
La
edad comienza de abatir montañas:
Lenin
sonríe al alba comunista.
(Lenin
sonríe, ausculta, mira, impulsa,
Lenin
contra el trotskista purulento,
Lenin
más hondo que la muerte misma,
Lenin
hacia el mañana, hacia lo eterno.
Sin
vacilar, quemándose, quemando,
abriendo
al hombre un resplandor perpetuo.
Lleno
de verdes hojas perfumadas,
de
musicales multitudes lleno.
Miradlo
aquí, miradlo en todas partes:
Lenin,
Lenin, campana de universo).
IV
Cuánto
alumbró tu estrella, oh dinámico padre,
cuajado
está en racimos de azúcar portentosa.
Cuánto
anunció tu genio como un clarín al rojo,
en
marcha incontenible, la madurez encuentra.
A tu
costado escucha -radiante caracola-
la
melodía innúmera de un país laborioso
escucha
y dime, Lenin, si hubo nunca en la tierra
un
hogar como el tuyo, tan firmemente bello.
Llega
al koljós, al huerto, a la pradera,
mira
el durazno rezumando mieles,
la
yegua con los belfos de rocío,
el
trigo rumoroso, satisfecho el abrigo.
Llega
al torno, a la rueda bullidora,
mira
el acero concentrar sus venas,
las
bielas impacientes, los motores,
el
ajuste perfecto de los seres mecánicos.
Llega
al aula, al enjambre jubiloso,
mira
el férvido afán, el pensamiento
nutriéndose
de savias elocuentes,
la
formación alegre de los tiernos epígonos.
Llega,
Lenin, y mira. Escucha a tu costado
ascender
las cosechas que tu grandeza buscan,
tu
patria honrando el fuego creador del leninismo.
No
floreció este ramo sonoro, sin embargo,
en el
limpio sosiego, bajo un sol confiado.
La
ronda de reptiles, el gángster, la pistola,
los
turbios millonarios de todas las letrinas,
cada
dulce latido con pavor acecharon,
con
pavor, con envidia enroscada en el hígado,
conjurados,
dispuestos al venenoso asalto.
Pero
al pie de tu ejemplo, Lenin, un hombre hubo
que
dijo: Te juramos ejecutar sin tregua
tus
mandatos.
Entonces fue el heroico
"crescendo",
la
cita con lo inmenso, la estatura gigante.
Entonces
se colmaron de abundancia
los
senos maternales, en el campo
fue
primavera inmarcesible, el agua
lamió
las presas como hermosos buques
en la
llanura anclados,
brotaron
deslumbrantes
los
grandes armazones de la técnica, el aura
de
las artes, los códigos
políticos,
los prodigiosos
cultivos
de la ciencia, los canales
que
en cintas de frescura sobre el yermo se tienden.
Y un
día... un día, Lenin -mi pulso se acongoja-
los
rencores en masa, el odio acumulado,
tromba
de enfurecidas bestias, entró en tus ámbitos,
acribilló
su espalda, destruyó sus tesoros,
y
lágrimas y escombros sus ciudades redujo.
Solos
en el martirio tus hijos estuvieron,
no
hubo un segundo pecho que aliviara tu estrago,
pero
de las entrañas mismas, apuñaladas,
se
alzó la patria, sacudió su mole
y, al
ritmo de tu enseña lo mismo que un relámpago,
cayó
sobre las hordas del espanto,
abatió
su soberbia, dejó escritas
las
hazañas que al mundo liberaron
de la
ponzoña parda, la esclavitud, el cieno.
En la
frutal faena y en la batalla extensa,
un
capitán condujo las huestes al triunfo:
Stalin,
tu discípulo, tu amado y fiel Stalin.
V
Hoy
estamos labrando, con la harina más noble,
el
pan que fue tu orilla, tu esencial alimento:
hoy
estamos ganando la paz al hitleriano
vestido
de demócrata, lanzado al exterminio.
Corea
se desangra como un niño caído,
se
desangra y resurge como un torso iracundo.
Corea
está creando la paz dichosa y clara
sobre
un charco de crímenes que Wall Street decreta.
Viet-Nam,
herido el cuerpo por un grotesco imperio
que
vive del Plan Marshall y se humilla al Pentágono,
promueve
vendavales guerrilleros, llevando
la
paz en lo más alto de su indomable insignia.
También
la paz construye su estandarte en Egipto,
que
el gentlemen podrido agujerea a
balazos.
Egipto,
defendiendo su independencia trunca,
también
la paz acerca a las fauces sedientas.
Grecia,
en su cárcel nazi, alimenta el desquite,
con
los huesos partidos por caballeros yanquis.
Grecia
espera y resiste como un mármol pentélico
y
entrega un sacrificio a la paz cada hora.
España
-¡ay, de mi España!-, traicionada, vendida
al
dólar insolente, se revuelve, combate
y
jura no ser filo del hacha imperialista,
a la
paz elevando sus ojos perseguidos.
Y el
clamor de las almas sencillas, la corriente
del
ímpetu pacifico rodea la cintura
del
orbe reclamando mordazas para el lobo
atómico,
un concierto de paz entre los grandes.
Es el
grito angustiado que en todos los parajes
y
entre todos los credos unánime resuena.
Yo lo
llevo en mi canto como un ave exigente
y en
el desnudo espacio sus silabas desnudo:
¡La
paz no está en el bloque de caimanes atlánticos,
no
está en la calavera sonriente de Truman,
la
paz no está en la inicua mandíbula de Churchill
ni en
la baba de Tito ni en el puñal de Franco!
La
paz está en la ola popular y el hermano
que
va calle por calle repartiendo cordura.
La
paz está en la aldea, en la escuela, en el templo,
en el
joven y el viejo, de esperanza transidos.
La
paz, Lenin, la paz que se edifica
con
tu materia y vive en elemento
la
paz es el plumaje que nos cubre,
congrega
nuestra fe, nuestros ejércitos.
Contempla
este océano en vilo, mira
el
dulce rostro de la paz naciendo
entre
el ramaje de una estirpe nueva
que
tan sólo en la paz funda su imperio.
Nunca
una suma igual de voluntades
con
tanta fuerza se ciñó a un anhelo.
Nunca
encontró la paz más puro albergue,
mayor
fervor, más dilatado aliento.
Ganaremos
la paz, Lenin, juramos
ganar
la paz, no permitir que el hierro
del
salvaje aniquile tus estancias,
cave
una tumba para el mundo entero.
Ganaremos
la paz al falangista
que
ha entregado la patria, ganaremos
la
patria, el sol, la libertad caída,
la
sonrisa y la espiga para el pueblo.
E
iremos hasta ti con una rama
de mi
olivo natal, un día sereno,
para
cantar su inmensidad cumplida
sobre
la libre rosa de los vientos.
(Nuestro tiempo, n. 5, enero-febrero de 1952; file:///C:/Users/pc/Downloads/ano-iv-segunda-epoca-num-5-enero-febrero-1952.pdf).
Romance español de Lenin
Adolfo Sánchez Vázquez (1952)
Movidos
por tu palabra,
cerca
de la vida, lejos
de la
muerte que no puede
tenerlos
en cautiverio,
abriendo
nuevos caminos
en la
sabana del tiempo,
los
comunistas afirman,
en la
eternidad, tu sueño.
Nunca
se cansan sus brazos
de
empujar tu pensamiento,
levantándolo
en la noche
hasta
iluminar el ciclo.
Golpe
tras golpe, su sangre
alza
un nuevo firmamento,
donde
camina tu estrella,
contra
la muerte, ascendiendo.
Perros
rabiosos persiguen
su
luz en todos los pechos.
Asoma
la libertad
con
su doloroso vuelo
y la
primavera humana
anuncia
todos los vientos.
En el
mapa socialista,
que
ya ignora los desiertos,
verdes
franjas engarzadas
ponen
la vida en lo muerto.
Huye
el pasado en sus campos,
como
un fantasma en silencio
El
futuro ya se ciñe
a la
cintura de! cuerpo.
Nuevos
relojes se inventan
para
medir nuevos tiempos;
Nuevas
medidas que miden
la
realidad de los sueños.
La
nave que tú dejaste,
navega
contra los vientos.
Buen
capitán la conduce
tocando
seguro puerto.
Sobre
el mar, sobre la noche,
contra
remolinos ciegos,
contra
tormentas de sangre,
Stalin,
pulso de acero,
va
señalando la estrella
que
orienta hacia la eterno.
Y tú,
prisionera España,
que
entre sombras te contemplo,
en
renovada esperanza
de
que salgas del tormento.
España
que sólo heridas
encuentras
por alimento,
Lenin,
vive con nosotros,
hecho
realidad y sueño.
Viven
su luz y sus vientos,
la
roca de su doctrina,
la
llama de su recuerdo,
la
piqueta que sus manos
hundieron,
viva, en lo muerto.
Para
arrancar los cuchillos
que
te atraviesan los pechos,
para
desclavar los clavos
con
que clavaron tu cuerpo,
están
tus hombres tendidos
como
espadas en acecho,
como
martillos sangrantes
que
destruyen los cimientos
de
los muros que sostienen
sólo
crimen, sangre y cieno,
v
está la luz que le llega
de
Lenin, padre de sueños...
(Nuestro Tiempo, n. 5, enero-febrero de 1952; file:///C:/Users/pc/Downloads/ano-iv-segunda-epoca-num-5-enero-febrero-1952.pdf).
A Lenin
Pedro Garfias (1952)
Me
parecías
como
esas voces que dicen
cosas
a las cosas vivas,
a la
sangre que conserva
una
humanidad herida,
a la
tierra que es de tierra
y a
la hormiga y a la espiga.
Me
parecías
una
voz tan duradera
que
me dura todavía.
Me
parecías
una
voz de acero dulce
exigente
y conmovida.
Igual
levantabas mundos
que
levantabas sonrisas.
Blando
con el mundo bueno,
duro
con las injusticias.
Corazón
de pecho entero
y ojos
de mirada limpia.
De
haberte yo conocido
mi
pan alimentarías
dando
frío a mi calor
y
llamas a mis cenizas.
Padre
Lenin, padre Lenin:
cuando
naciste Marx y Engels sonreían.
Mientras
viviste
crecieron
las cosas limpias.
Cuando
moriste
una
mano precavida
tenía
todas las riendas
de
unos pueblos sin fatiga.
Antes
de nombrar el nombre
del
que te substituía,
discípulo
tuyo, hermano,
y de
la misma familia,
dime,
padre Lenin, dime
de
tus perennes vigilias.
Si
era de día tu noche
y tu
día era de día
¿de
dónde sacabas fuerzas
cuando
dormías?
Qué
calor sentir tu sangre
correr
por mis venas frías;
qué
gozo sentir tu idea
arder
en mi frente viva
y qué
orgullo sentirse
comunista,
comunista
de verdad:
leninista-stalinista.
(Nuestro Tiempo, n. 6, julio de 1952; file:///C:/Users/pc/Downloads/ano-iv-segunda-epoca-num-6-julio-1952.pdf).
1917
Rafael Alberti (1972)
Entonces
yo tenía quince años
y yo
llegaba de mi mar de Cádiz,
mi
pequeña bahía azul y blanca,
a una
ciudad distante, tierra adentro.
Y era
1917.
Una
paleta de pintor me abría,
hoja
verde en la mano, al claro sueño
de
todos los colores. Se me entraba
la
vida como un cálido paisaje.
Nada
había: solamente eso.
Transparentar
las sombras con un lila,
iluminar
el agua con un blanco,
Hacer
del sol un girasol de fuego.
Nada
sabía, mas de pronto un hombre,
una
aurora de Octubre, alumbró un rojo
nuevo
en la noche del planeta: Lenin.
(Desprecio y maravilla, Barcelona, Seix
Barral, 2002).