jueves, 28 de mayo de 2020

Cuidado con los golpes de estado, que no son una broma

Lo ocurrido estos últimos días es más grave de lo que podíamos suponer. No tengo dudas en decir que hemos estado -o seguimos estando- en un proceso de golpe de estado. La maniobra perpetrada en medios de la Guardia Civil en el informe enviado a la jueza Carmen Rodríguez-Medel resulta reveladora. Ha sido un montaje al servicio de una operación más amplia tendente a acabar con el gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos. 

El cúmulo de falsedades y manipulaciones llevadas a cabo en dicho informe buscaba poner en el disparadero la gestión del gobierno en los días previos al inicio del estado de alarma, responsabilizándolo de las muertes habidas como consecuencia de la pandemia de la covid-19. Esto último, aun cuando sea una burda mentira y busque tapar la responsabilidad del modelo sanitario y de gestión de residencias de mayores que ha implantado el PP allí donde gobierna. Y ante todo, como la escusa perfecta para poner fin al programa de reformas sociales que se estaba empezando a aprobar y de las medidas de corte social que se han ido tomando desde el mismo inicio de la cuarentena.


Ayer la cadena catalana TV3 dedicó un amplio espacio a lo ocurrido sobre la destitución del coronel Diego Pérez de los Cobos -al que conocen muy bien en Catalunya por lo que hizo durante la aplicación del artículo 155 y luego declaró durante el juicio del procès- y lo que le siguió. Resulta muy revelador escuchar las entrevistas hechas a Cristina Fallarás, Gonzalo Boyé, Máximo Pradera o Antonio O'Connor, este último el sindicalista de la CGT que sufrió la manipulación de su testimonio ante la Guardia Civil.


Las palabras que esta mañana hemos escuchado pronunciar a Pablo Iglesias en una comisión parlamentaria del Congreso, refiriéndose al portavoz de Vox, no han sido producto de la improvisación. Cuando ha dicho, primero, "aunque a veces parece que quieran dar un golpe de estado", y luego, "creo que a ustedes les gustaría dar un golpe de estado, pero que no se atreven", ha puesto el dedo en la llaga de lo que está ocurriendo. 

Y es que llevamos semanas ante una ofensiva parlamentaria, mediática, en redes sociales y hasta callejera que está buscando crear el "estado de necesidad" que justifique un golpe de estado. Aunque sea dentro de los actuales cánones, como estamos viendo en algunos países latinoamericanos, con la "guerra judicial" jugando un papel importante, pero no único. Esa "guerra" fue decisiva en Brasil para derrocar a Dilma Roussef y encarcelar a Lula da Silva. En parte se está haciendo en Ecuador contra Rafael Correa. Y en otros países, como Bolivia, se ha recurrido al golpe de estado militar, previa revuelta de los sectores adinerados del país y las fuerzas del orden.


Es lo que tenemos. Porque la derechona sigue siendo la heredera de la que en 1936 no dudó en hacer lo que hizo y prolongó durante cuatro décadas. Todo, con tal de no perder el poder.