viernes, 1 de mayo de 2020

Poesía para el 1 de mayo

Este año el 1 de mayo ha tenido como novedad la ausencia de movilizaciones en las calles y plazas. Las circunstancias que estamos pasando por el covid-19 ha obligado a que se haya tenido  que aguzar el ingenio para celebrar el Día de la clase trabajadora. Salvo algunos actos simbólicos en la calle, se ha tendido a hacerlo de una forma virtual, mediante el envío masivo de correos y mensajes a través de las redes sociales. 

Por mi parte, he optado por hacer una recopilación de poemas que, explícita o implícitamente, aluden a un día en el que desde hace más de un siglo se pone de manifiesto el orgullo de una mayoría social -llámese clase obrera, clase trabajadora, pueblo, clases populares...-  que hace de su trabajo el fundamento de su vida y sin necesidad de recurrir a la explotación de otras personas. 

13 poemas de 13 poetas. Y es que, como Mario Benedetti dice en sus versos: "cantamos porque llueve sobre el surco / y somos militantes de la vida, / porque no podemos ni queremos / dejar que la canción se haga ceniza".   


Mi primero de mayo

A todos,
los que marchan por las calles
y detienen las máquinas y talleres.
A todos,
deseosos de llegar a nuestra fiesta,
con las espaldas cargadas de trabajo.
Salid el primero de Mayo,
al primero de los Mayos
Recibámoslo, camaradas,
con la voz entrelazada de canciones.
Primavera mía,
derrite las nieves
Yo soy obrero,
este Mayo es mío
Yo soy campesino,
este Mayo es mío.

A todos,
tendidos en las trincheras,
esperando la muerte infinita:
a todos, los que desde su blindado,
apuntan contra sus hermanos,
hoy es primero de Mayo.
Vayamos al encuentro
del primero de los Mayos nuestros,
enlazando las manos proletarias.
Callad vuestro ladrido, morteros
Silencio, ametralladoras
Yo soy marinero,
este Mayo es mío
Yo soy soldado,
este Mayo es mío.

A todos,
a las casas,
a las plazas,
a las calles,
encogidas por el hielo invernal.
A todos,
hambrientos de hambre,
estepas,
bosques,
campos.
Salid en este primero de Mayo
Gloria al hombre fecundo
Desbordaos en esta primavera
Verdes campos, cantad
Sonad, sirenas y pitos
Yo soy de hierro,
este Mayo es mío!
Yo soy la tierra,
este Mayo es mío.

(Vladimir Maiakovski, 1 de mayo de 1918)


Primero de mayo de 1937

No sé qué sepultada artillería
dispara desde abajo los claveles,
ni qué caballería
cruza tronando y hace que huelan los laureles.

Sementales corceles,
toros emocionados,
como una fundición de bronce y hierro,
surgen tras una crin de todos lados,
tras un rendido y pálido cencerro.

Mayo los animales pone airados:
la guerra más se aíra,
y detrás de las armas los arados
braman, hierven las flores, el sol gira.

Hasta el cadáver secular delira.

Los trabajos de mayo:
escala su cenit la agricultura.

Aparece la hoz igual que un rayo
inacabable en una mano oscura.

A pesar de la guerra delirante,
no amordazan los picos sus canciones,
y el rosal da su olor emocionante
porque el rosal no teme a los cañones.

Mayo es hoy más colérico y potente:
lo alimenta la sangre derramada,
la juventud que convirtió en torrente
su ejecución de lumbre entrelazada.

Deseo a España un mayo ejecutivo,
vestido con la enterna plenitud de la era.
El primer árbol es su abierto olivo
y no va a ser su sangre la postrera.

La España que hoy no se ara, se arará toda entera.

(Miguel Hernández, Viento del pueblo)


El obrero

Madre: cuando sea grande
¡ay qué mozo el que tendrás!
te levantaré en mis brazos
como el viento alza el trigal.

Yo no sé si haré tu casa
cual me hiciste tú el pañal,
o si fundiré bronces,
los que son eternidad.

¡Qué hermosa casa ha de hacerte
tu niñito, tu titán,
y que sombra tan amante
el alero te va a dar!

Yo te regaré una huerta,
y tu falda he de colmar
con los frutos perfumados:
pura miel y suavidad.

(Gabriela Mistral)


A la inmensa mayoría

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.

Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.

Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.

¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.

Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad.  Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.

(Blas de Otero, Pido la paz y la palabra, 1955)


El poble / El pueblo

El poble és un vell tossut, / El pueblo es un viejo tozudo,
és una noia que no té promès / es una muchacha sin novio,
és un petit comerciant en descrèdit, / es un pequeño comerciante en descrédito,
és un parent amb qui vam renyir fa molt de temps. / es un pariente con quien reñirnos hace mucho tiempo.

El poble és una xafogosa tarda d’estiu / El pueblo es una bochornosa tarde de verano,
és el petit desfici del diumenge a la tarda, / es la pequeña desazón del domingo por la tarde
és un parapet damunt la sorra, / es un castillo sobre la arena,
és la pluja fina de novembre. / es la lluvia fina de noviembre.

El poble és quaranta anys d’enfilar-se per les bastides, / El pueblo es cuarenta años de subirse a los andamios,
és el petit desfici del diumenge a la tarda, / es la breve ansiedad del domingo por la tarde,
és la família com a base de la societat futura, / es la familia como base de la sociedad futura,
és el conjunt d’habitants, etc. etc. / es el conjunto de sus habitantes, etc., etc.

El poble és el meu esforç i el vostre esforç, / El pueblo es mi esfuerzo y vuestro esfuerzo,
és la meva veu i la vostra veu, / es mi voz y vuestra voz,
és la meva petita mort i la vostra petita mort, / es mi pequeña muerte y vuestra pequeña muerte.
El poble és el conjunt del nostre esforç / El pueblo es el conjunto de nuestro esfuerzo
i de la nostra veu / y de nuestra voz
i de la nostra petita mort / y de nuestra pequeña muerte.
El poble és tu i tu i tu / El pueblo eres tú y tú y tú
i tot d’altre gent que no coneixes, / y toda la gente que no conoces,
i els teus secrets / y tus secretos
i els secrets del altres. / y los secretos de los otros.

El poble és tothom, / El pueblo es todos,
el poble és ningú, / el pueblo es nadie,
el poble és tot, / El pueblo es todo:
el principi i la fi / el principio y el fin,
l’amor i l’odi, / el amor y el odio,
la veu i el silenci, / la voz y el silencio,
la vida i la mort. / la vida y la muerte.

(Miquel Martí i Pol, 1956-58)


La muralla

Para hacer esta muralla,
tráiganme todas las manos:
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.

Ay,
una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte.

—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—Una rosa y un clavel…
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—El sable del coronel…
—¡Cierra la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—La paloma y el laurel…
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—El alacrán y el ciempiés…
—¡Cierra la muralla!

Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la hierbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor,
abre la muralla…

Alcemos una muralla
juntando todas las manos:
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte…

(Nicolás Guillén, La paloma de vuelo popular, 1958)


El pueblo

De aquel hombre me acuerdo y no han pasado
sino dos siglos desde que lo vi,
no anduvo ni a caballo ni en carroza:
a puro pie
deshizo
las distancias
y no llevaba espada ni armadura,
sino redes al hombro,
hacha o martillo o pala,
nunca apaleó a ninguno de su especie:
su hazaña fue contra el agua o la tierra,
contra el trigo para que hubiera pan,
contra el árbol gigante para que diera leña,
contra los muros para abrir las puertas,
contra la arena construyendo muros
y contra el mar para hacerlo parir.

Lo conocí y aún no se me borra.

Cayeron en pedazos las carrozas,
la guerra destruyó puertas y muros,
la ciudad fue un puñado de cenizas,
se hicieron polvo todos los vestidos,
y él para mí subsiste,
sobrevive en la arena,
cuando antes parecía
todo imborrable menos él.

En el ir y venir de las familias
a veces fue mi padre o mi pariente
o apenas si era él o si no era
tal vez aquel que no volvió a su casa
porque el agua o la tierra lo tragaron
o lo mató una máquina o un árbol
o fue aquel enlutado carpintero
que iba detrás del ataúd, sin lágrimas,
alguien en fin que no tenía nombre,
que se llamaba metal o madera,
y a quien miraron otros desde arriba
sin ver la hormiga
sino el hormiguero
y que cuando sus pies no se movían,
porque el pobre cansado había muerto,
no vieron nunca que no lo veían:
había ya otros pies en donde estuvo.

Los otros pies eran él mismo,
también las otras manos,
el hombre sucedía:
cuando ya parecía transcurrido
era el mismo de nuevo,
allí estaba otra vez cavando tierra,
cortando tela, pero sin camisa,
allí estaba y no estaba, como entonces
se había ido y estaba de nuevo,
y como nunca tuvo cementerio,
ni tumba, ni su nombre fue grabado
sobre la piedra que cortó sudando,
nunca sabia nadie que llegaba
y nadie supo cuando se moría,
así es que sólo cuando el pobre pudo
resucitó otra vez sin ser notado.

Era el hombre sin duda, sin herencia,
sin vaca, sin bandera,
y no se distinguía entre los otros,
los otros que eran él,
desde arriba era gris como el subsuelo,
como el cuero era pardo,
era amarillo cosechando trigo,
era negro debajo de la mina,
era color de piedra en el castillo,
en el barco pesquero era color de atún
y color de caballo en la pradera:
cómo podía nadie distinguirlo
si era el inseparable, el elemento,
tierra, carbón o mar vestido de hombre?

Donde vivió crecía
cuanto el hombre tocaba:
La piedra hostil,
quebrada
por sus manos,
se convertía en orden
y una a una formaron
la recia claridad del edificio,
hizo el pan con sus manos,
movilizó los trenes,
se poblaron de pueblos las distancias,
otros hombres crecieron,
llegaron las abejas,
y porque el hombre crea y multiplica
la primavera camino al mercado
entre panaderías y palomas.

El padre de los panes fue olvidado,
él que cortó y anduvo, machacando
y abriendo surcos, acarreando arena,
cuando todo existió ya no existía,
él daba su existencia, eso era todo.
Salió a otra parte a trabajar, y luego
se fue a morir rodando
como piedra del río:
aguas abajo lo llevó la muerte.

Yo, que lo conocí, lo vi bajando
hasta no ser sino lo que dejaba:
calles que apenas pudo conocer,
casas que nunca y nunca habitaría.

Y vuelvo a verlo, y cada día espero.

Lo veo en su ataúd y resurrecto.

Lo distingo entre todos
los que son sus iguales
y me parece que no puede ser,
que así no vamos a ninguna parte,
que suceder así no tiene gloria.

Yo creo que en el trono debe estar
este hombre, bien calzado y coronado.

Creo que los que hicieron tantas cosas
deben ser dueños de todas las cosas.

Y los que hacen el pan deben comer!

Y deben tener luz los de la mina!

Basta ya de encadenados grises!

Basta de pálidos desaparecidos!

Ni un hombre más que pase sin que reine.

Ni una sola mujer sin su diadema.

Para todas las manos guantes de oro.

Frutas de sol a todos los oscuros!

Yo conocí aquel hombre y cuando pude,
cuando ya tuve ojos en la cara,
cuando ya tuve la voz en la boca
lo busqué entre las tumbas, y le dije
apretándole un brazo que aún no era polvo:

«Todos se irán, tú quedarás viviente.

Tú encendiste la vida.

Tú hiciste lo que es tuyo».

Por eso nadie se moleste cuando
parece que estoy solo y no estoy solo,
no estoy con nadie y hablo para todos:

Alguien me está escuchando y no lo saben,
pero aquellos que canto y que lo saben
siguen naciendo y llenarán el mundo.

(Pablo Neruda, Plenos poderes, 1962)


Por qué cantamos

Si cada hora viene con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones
los aires ya no son los buenos aires
la vida es nada más que un blanco móvil

usted preguntará por qué cantamos

si nuestros bravos quedan sin abrazo
la patria se nos muere de tristeza
y el corazón del hombre se hace añicos
antes aún que explote la vergüenza

usted preguntará por qué cantamos

si estamos lejos como un horizonte
si allá quedaron árboles y cielo
si cada noche es siempre alguna ausencia
y cada despertar un desencuentro

usted preguntará por que cantamos

cantamos por qué el río está sonando
y cuando suena el río / suena el río
cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino

cantamos por el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo
cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos

cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota

cantamos porque el sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta

cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza.

(Mario Benedetti, Inventario I, 1963)


Uno no escoge

Uno no escoge el país donde nace;
Pero ama el país donde ha nacido.

Uno no escoge el tiempo para venir al mundo;
Pero debe dejar huella de su tiempo.

Nadie puede evadir su responsabilidad.

Nadie puede taparse los ojos, los oídos,
Enmudecer y cortarse las manos.

Todos tenemos un deber de amor que cumplir,
Una historia que nacer
Una meta que alcanzar.

No escogimos el momento para venir al mundo:
Ahora podemos hacer el mundo
En que nacerá y crecerá
La semilla que trajimos con nosotros.

(Gioconda Belli, Sobre la Grama, 1970)


Para salir de este siglo

Se os convoca aquí, en el gran prado salado,
en el bosque de la uría y del paíño,
en los labradíos del alcatraz y la gaviota,
en las vegas del pez-luna,
en las gándaras de la ballena,
en las dehesas del delfín y el tiburón.

Se os convoca aquí, en el valle abierto,
entre setos de espuma,
al final de los caminos, de los atajos,
donde tiene su cuna el viento y se hace ronco.

Se os convoca aquí, al final de la guerra,
donde los dioses urden las tormentas,
caballerías al frente, dibujando el horizonte,
protegiendo el dorado.

Se os convoca aquí, en el espejo vivo
donde el tesoro se hunde,
en este embarcadero
de piedras y de almas,
de arados y de estrellas.

(Manuel Rivas, Mohicania, 1986)


Uno de mayo
A Horacio Rébora

Mi tango has sido tú. Recuerdo que te he escrito
con la mejor ginebra que dio mi corazón.
Contigo la tristeza fue quizá menos triste
la soledad tan sólo una mala canción.

Recuerdo que he llevado tu nombre a los suburbios
y he visto como el tiempo te convertía en papel.
Inquieta como un trozo de amor bajo la lluvia
recuerdo haberte visto temblar sobre mi piel.

Vivimos codo a codo, nada nos enturbiaba,
en tus ojos la luna parecía charol.
La ciudad me miraba con su mejor sonrisa,
con tu mejor misterio desde aquella pensión.

A ti te he dedicado mis únicos desvelos
y las dudas que uno sólo siente una vez.
Detrás de cada esquina siempre estaba mi abrazo
estrechándote fuerte, esperándote fiel.

Después llegó el destino vestido de uniforme,
nos separó de un golpe y me arrojó hacia el mar,
la libertad, tu nombre, aquél pañuelo blanco
y en el puerto ese tango que faltó por bailar.

(Luis García Montero, En pie de paz, 1988)


Quiero ser hombre

Quiero ser el hombre de la tierra
La mujer el niño la tierra aún la tierra
Pero nunca ser
Un viejo con corazón carroñero
El malvado vertebrado
Nunca el hombre que pudre
Cuanto es bello

Quiero vivir sin permiso
Reír sin permiso
Llorar sin permiso
Quiero bailar sin permiso
Odiar sin permiso
Perdonar sin permiso
Quiero morir sin permiso
Pudrirme sin permiso
Llegar a ser flor sin permiso
Brotar como hierba silvestre
Ser tierra y mar sin permiso
Sin permiso ser sueño
Sin memoria sin rostro
Quiero hacer callar de vergüenzas la noche
Sin permiso resonar como tam-tam salvaje
Sin permiso gritar
Libertad

Puede que mañana seamos viejos
Con tantos soles en nuestros corazones
Tanto amor por vivir
Tantos ecos locos por contestar
Tantas ofrendas en que empeñarse
Tantas sendas noches en las que dejar
la huella de nuestra juventud
Quizá mañana seamos sí
por fin compañeros del invierno

(Modou Kara Faye, Poesía póstuma


Yo puedo decir

Yo puedo decir madre amigo compañero
Tocayo semejante compinche colectivo
Hija militante paisano multitud
Cómplice votante hermano camarada
Ídolo partidario amada maestro
Prójimo socio padre lector

Y hablar de soledad: NINGÚN DERECHO HAY

El desierto se traga a las gentes que lo habitan.

(Manuel Fernando Macías, La criminal pasión de poseer, 2007)


(Las imágenes, vistas de arriba a abajo y de izquierda a derecha, se corresponden con: "Familia trabajando", de Alba Calderón; "Salitreros", de Laura Rodig; "Recolección de frutas", de Tamar Abakelia; "Mujer con bandera" [tratada digitalmente], de Tina Modotti; "Mujeres bantúes con cestas", de Gladys Mgudlandlu; y "Obreros", de Tarsila do Amaral).