lunes, 20 de enero de 2020

Víctimas de la represión franquista (recuerdos de mis años jóvenes)

He leído en Público un pequeño reportaje dedicado a Víctor Manuel Pérez Elexpe, que murió en enero de 1975 en Portugalete (Vizcaya) por los disparos de un guardia civil. Estaba repartiendo folletos de su partido en los que manifestaba la solidaridad con los trabajadores de Navarra, que estaban protagonizando una huelga general. Su autor, Danilo Albín, ha querido visibilizar el padecimiento vivido por la familia a la hora de ver reconocida la muerte de Víctor Manuel como víctima del franquismo y de que se esclarezca lo sucedido. Si lo primero lo consiguieron en 2010, lo segundo se ha topado con la barrera de la prescripción del delito. Pese a que desde Argentina la jueza María Servini de Cubría ha solicitado el interrogatorio del guardia civil implicado en la muerte, un juzgado de Salamanca, donde reside desde hace tiempo, lo ha rechazado. 

El periodista se refiere a Víctor Manuel Pérez Elexpe como un militante comunista, aunque no hace mención a que lo era del PCE(i), uno de los distintos grupos de izquierda radical existentes por esos años y que precisamente un mes más tarde pasó a denominarse como Partido del Trabajo de España. 

Por aquellos años sabíamos de la muerte de varios camaradas, bien del propio partido, el PCE(i)/PTE, o bien de su organización juvenil, la JGR, acaecidas mientras realizaban acciones políticas. Años antes, en 1970, habían fallecido  Gerardo Sánchez, electrocutado en 1970 en Sestao (Vizcaya) cuando colocaba una bandera roja; y Roberto Pérez Jáuregui, víctima de los disparos de la policía durante una manifestación en Éibar (Guipúzcoa), convocada en apoyo a los miembros de ETA que estaban siendo juzgados por un consejo de guerra en Burgos. Y en el verano de 1976 fue Francisco Javier Verdejo, militante de la JGR, el que recibió los disparos de un guardia civil cuando estaba realizando en Almería una pintada con la inscripción "Pan, Trabajo y Libertad". 

Hubo otros militantes que sufrieron los horrores policiales mientras estaban detenidos. Quizás los casos más crueles fueron los del sevillano Miguel Jiménez Hinojosa y el vallisoletano José Luis Cancho. Al primero, que residía por aquellos años en Barcelona, lo "dejaron muerto" en 1971 después de haber sido tiroteado durante una manifestación y posteriormente, ya en una comisaría, haber sido lanzado desde una ventana. Esto último fue lo que le ocurrió al segundo en 1974, lanzado desde lo alto de un patio interior de la comisaría de la capital castellana. Una práctica que no era inédita, pues fue la que usaron en 1969 contra Enrique Ruano, militante del FLP. 


Fue el asesinato de Francisco Javier Verdejo el que más me impactó. Entre otras cosas, porque coincidía en militancia en la JGR. Lo ocurrido generó una oleada de indignación y de movilizaciones en todo el país. Curiosamente era hijo del alcalde de la ciudad y pese a ello, se cernió una cortina oscura para evitar que los responsables fueran juzgados. Todo quedó en un tropezón fortuito del agente, con la fatalidad que se le disparó el arma. Quien por entonces era gobernador civil de la provincia, Roberto García-Calvo, conoció en los años siguientes una carrera fulgurante en el mundo judicial, hasta el punto de acceder, sucesivamente, al Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional. 


Rafael Alberti le dedicó a Francisco Javier Verdejo una de sus célebres coplas de Juan Panadero: "Salió ilusionado un día / salió aquella madrugada / a escribir lo que quería / (...) ¡Oh, muros libres al viento / paredes para gritar / la rabia o el descontento / (...) Pintad con mano segura: / la Libertad en la luz, no en una prisión oscura". Y el grupo Gente del Pueblo hizo famosa la sevillana "Pan, Trabajo y Libertad", con letra de José María Carrillo: "Por las calles de Almería / nacieron claveles frescos / sembrados con la semilla / del joven Javier Verdejo / (...) Y sin poder defenderse / cayó su cuerpo herido / como en otoño las hojas / y con su sangre en la arena / puso la bandera roja". 

Durante el verano de 1976 me encontraba trabajando en Madrid y participé en algunos de los actos organizados en honor de Francisco Javier Verdejo. Recuerdo una misa en el barrio de Vallecas y la posterior manifestación. Era muy propio en aquellos años que se celebraran esos ritos religiosos, en cierta medida por el papel antifranquista que estaba llevando a cabo una parte de la Iglesia Católica. En los barrios de Madrid había, además, curas que se reconocían como comunistas. Durante uno de los momentos del acto el cura que ofició el funeral pronunció las palabras "pan, trabajo y libertad", que era la consigna que mejor nos identificaba a partidos como el nuestro o la ORT. Luego, desde el primer momento de la salida del templo hubimos de soportar una carga policial y a lo largo de la tarde se fueron sucediendo otra más. 


Lo vivido durante esos años en que la dictadura agonizaba, pero seguía mostrando la ferocidad de su cara represiva, me llevó a escribir un par de poemas sobre los compañeros muertos. Uno se lo dediqué al propio Francisco Javier Verdejo, al poco de su muerte, fruto de la rabia que me provocaron los comentarios despectivos de un compañero de trabajo ("Hoy tu nombre, / tu persona, tu honor / han sido calumniados, / han sido salvajemente injuriados / (...) Francisco Javier Verdejo,/ mártir de la libertad, / modelo de valentía, / hombre del pueblo (...)". 


El otro poema, de principios del año siguiente, se lo dediqué al conjunto de personas que habían muerto en la lucha antifascista y surgió del impacto que me causaron las muertes habidas en los cinco fatídicos días de enero: las cinco del despacho de Atocha, la de Arturo Ruiz y la de Mari Luz Nájera: "Gloria a los compañeros / que ya no nos oirán / y dieron su vida / gritando libertad. / Sus vidas entregadas, / su esfuerzo, su valor / forjaron el camino / de la revolución". Fue un poema que acabé musicando y que meses después tuve la ocasión de cantarlo durante la fiesta que organizamos cuando fue legalizado nuestro partido.

Fueron años de ilusiones. Sabíamos que lo que estábamos haciendo, contribuir a derribar la dictadura, era duro. También éramos conscientes que el sueño de la revolución iba a resultar difícil hacerlo realidad. Pero fueron años donde, siendo jóvenes, aprendimos mucho de la vida. Como en cierta ocasión escribí: "Tantas cosas he visto, que se aprende a andar en terrenos distintos y te armas de un armazón que a la vez de defensa te sirve de guía". 

Lástima que esos compañeros y esas compañeras que fueron víctimas del fascismo sigan sufriendo el desprecio de quienes fueron sus verdugos o se han convertido en sus albaceas. 

Post scriptum

Me ha enviado mi hermano Seve el enlace del blog In memoriam de Víctor Manue Pérez Elexpe, que a su vez se encuentra dentro del portal Archivo de la Transición. Aparecen varias entradas referidas al militante del PCE(i) que aportan mucha información sobre su caso. Merece la pena leerlo.